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Editorial Português   Inglês    
Año 5 225 – 4 de Septiembre de 2011 


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

En la cuestión sexual, lo que se debe evitar es la promiscuidad


Hay en el medio espirita quien entienda que sea precipitada y poco cariñosa la divulgación de la idea de que un cambio en la orientación sexual es posible, por medio de tratamiento psicológico, a las personas que transitan por la experiencia de la homosexualidad.

Es necesario, sin embargo, entender que ese pensamiento no surgió de la nada y que hay dos autores, ambos médicos y bastante conceptuados, que se manifestaron a respecto.

Uno de ellos es el Dr. Robert Spitzer, psiquiatra americano, docente en la Universidad Columbia, que presentó a la Asociación Americana de Psiquiatría, diez años atrás, en 2001, un estudio en lo cual afirma que 66% de los hombres y 44% de las mujeres por él tratados lograron, efectivamente, con su ayuda, cambiar de orientación sexual, pasando de homosexuales a heterosexuales.

El otro autor es el conocido médico y cofrade Dr. Jorge Andréa, que escribió en 1980, o sea, mucho antes del estudio del Dr. Spitzer, que es, sí, posible al homosexual que lo quiera tener una relación estable con personas de sexo diferente. Para lograrlo, es necesario en primer lugar, además de la voluntad, que se abstenga de las relaciones homosexuales.

Al divulgar el pensamiento arriba no queremos con eso decir que sea la homosexualidad una enfermedad, o un desvío de conducta, o simple opción sexual.

No; la homosexualidad, tal como ya lo declaró la Organización Mundial de Salud, no es enfermedad, y exactamente por eso es que no debemos utilizar el vocablo “homosexualismo”, pero sí, homosexualidad, cuando nos referimos al tema.

Todas las cuestiones que envuelven la sexualidad están, en verdad, de manera íntima unidas al alma – el Espíritu encarnado – y nada tiene que ver, en lo que se refiere a sus causas, con el cuerpo. El Espíritu, como aprendemos en la doctrina espirita, puede reencarnar en un cuerpo de hombre o de mujer y, cuando está desencarnado, poco le importa eso, pues lo que lo guía- según el Espiritismo – son las pruebas por las cuales haya que pasar.

A lo largo de los milenios, el Espíritu pasa por hilera inmensa de reencarnaciones, ora en posición de feminidad, ora en condiciones  de masculinidad, lo que sedimenta el fenómeno de la bisexualidad, más o menos pronunciado, en casi todas las criaturas. El hombre y la mujer serán, así, de manera respectiva, acentuadamente masculino o acentuadamente femenina, sin especificación psicológica absoluta.

En razón de eso, el Espíritu en tránsito de la experiencia femenina para la masculina, trajeando el cuerpo físico, demostrará fatalmente los trazos de feminidad en que tendrá estacionado por muchos siglos, aunque esté reencarnando en cuerpo masculino, verificándose lo mismo con referencia a la mujer en idéntica situación.

La transición la cual nos referimos hace parte del proceso evolutivo, pero Emmanuel y otros autores respetados en nuestro medio informan también que el hombre que abusó de las facultades genésicas, arruinando la existencia de otras personas con la destrucción de uniones constructivas y hogares diversos, puede ser, en muchos casos, inducido a buscar nueva posición, en el renacimiento físico, en cuerpo morfológicamente femenino, aprendiendo, en régimen de prisión, a reajustar los propios sentimientos. Evidentemente, lo mismo puede ocurrir con la mujer que tenga actuado de igual modo. 

Ese hecho, llamado por muchos – incluso por Chico Xavier – de inversión sexual, en que un alma femenina viste un cuerpo masculino, y viceversa, puede darse también en los casos en que los  Espíritus cultos y sensibles, aspirando realizar tareas especificas en la elevación de agrupamientos humanos y en la elevación de si propios, ruegan de los Instructores espirituales la propia introducción en el campo físico, en vestimenta carnal opuesta a la estructura psicológica por la cual transitoriamente se definen. Emmanuel se refiere a eso en su libro Vida y Sexo.  

El asunto, obviamente, no escapó a Allan Kardec, que añadió al caso una información muy importante, como podemos leer en la Revista Espirita de 1866, págs. 2 a 4.

Según el Codificador del Espiritismo, la influencia que el Espíritu encarnado sufre, del organismo no se borra inmediatamente después de la destrucción del envoltorio material, así como no perdemos instantáneamente los gustos y los hábitos terrenos. Puede ocurrir, entonces, que el Espíritu recurra una serie de existencias en el mismo sexo, lo que hace con que durante mucho tiempo pueda conservar, en el errático, el carácter de hombre o de mujer, cuya marca en él se quedó impresa.  

Si esa influencia se repercute de la vida corporal a la vida espiritual, el hecho se da también cuando el Espíritu pasa de la vida espiritual para la corporal. Así, en una nueva encarnación él traerá el carácter y las inclinaciones que tenía como Espíritu. Cambiando de sexo, podrá entonces conservar los gustos, las inclinaciones y el carácter inherentes al sexo que acaba de dejar, lo que explica el hecho de existir mujeres varoniles que se comportan como verdaderos hombres, y viceversa, independientemente de mantener o no relaciones homosexuales.

Retornando al tema inicial, se debe observar que ninguno de los autores mencionados habló en cambio de condición en la totalidad de los casos. En el caso de los hombres que buscaban el Dr. Spitzer, el porcentaje no pasó de 66% y, cuanto a las mujeres, fue aún más pequeño. 

Ora, no es difícil, de acuerdo con las informaciones arriba, entender por qué eso se da, pues es bien probable que el hecho sólo sea realmente  posible en los casos en que se verifica la llamada transición normal mencionada por Kardec, Emmanuel y otros autores.

En los casos de inversión sexual, sobre todo los motivados por procesos expiatorios, es evidente para nosotros espiritas que ese cambio  no es deseado por nadie, ni será posible.

En apoyo a este pensamiento podemos acordar aquí el caso de un conocido presentador de la Tele, recientemente fallecido, que contó al público la charla que tuvo con Chico Xavier.

Según él relató, su caso era un de esos llamados de inversión sexual: cuerpo de hombre, psicología femenina. Chico Xavier le tenía, entonces, recomendado limitarse a una relación homosexual estable, evitando la promiscuidad, porque esa, sí, es que deberíamos rechazar siempre, sea ella de heterosexuales o de homosexuales. 

     


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Revista Semanal de Divulgación Espirita