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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 5 217 – 10 de Julio de 2011 

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

(Parte 9)
 

Continuamos con el Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano, que focalizará las cinco principales obras de la Doctrina Espírita, en el orden en que fueron inicialmente publicadas por Allan Kardec, el Codificador del Espiritismo.

Las respuestas a las preguntas presentadas, fundamentadas en la 76ª edición publicada por la FEB, basadas en la traducción de Guillon Ribeiro, se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Cómo se produce la separación del alma cuando muere el cuerpo? ¿Es dolorosa?

B. Después de la muerte corporal, ¿sabe el Espíritu perfectamente lo que le sucedió?

C. ¿El conocimiento espírita ayuda al individuo a liberarse de la turbación que sigue a la muerte?

D. ¿En qué consiste y en qué se fundamenta la doctrina de la reencarnación?

E. Nuestras diversas existencias corporales ¿suceden todas en la Tierra?

Texto para la lectura

91. La individualidad del alma nos fue enseñada teóricamente como un artículo de fe, pero el Espiritismo la hace evidente y, de cierta manera, material. (L.E., 152)

92. La vida del Espíritu es eterna; la del cuerpo es pasajera. (L.E., 153)

93. La observación prueba que en el instante de la muerte el desprendimiento del Espíritu no se completa súbitamente; se realiza gradualmente, con lentitud variable, según los individuos. Para unos es bastante rápido. En otros, sobre todo en aquellos cuya vida fue completamente material y sensual, el desprendimiento es mucho más lento y se prolonga a veces por algunos días, semanas y hasta meses. (L.E., 155-a)

94. La actividad intelectual y moral, la elevación de los pensamientos, operan un principio de desprendimiento al igual que durante la vida del cuerpo, y cuando la muerte llega, el desprendimiento es casi instantáneo. (L.E., 155)

95. La afinidad que en algunos individuos persiste entre el alma y el cuerpo, es a veces muy dolorosa, porque el Espíritu puede experimentar el horror de la descomposición. Es lo que sucede en ciertos tipos de muerte, como en algunos suicidios. (L.E., 155)

96. Algunas veces, durante la agonía, el alma ha dejado ya el cuerpo, al cual sólo le queda la vida orgánica. El hombre no tiene más conciencia de sí mismo, y no obstante, aún le queda un soplo de vida que se mantiene mientras el corazón le haga circular la sangre por las venas, pues para ello no necesita del alma. (L.E., 156)

97. La sensación que el alma experimenta en el momento en que se reconoce en el mundo de los Espíritus depende de sus actos en la Tierra. Si practicó el mal con el deseo de hacerlo, sentirá vergüenza de haber obrado así. El justo se siente aliviado de un gran peso, porque no teme ninguna mirada examinadora. (L.E., 159)

98. Casi siempre los amigos acuden a recibirnos al retornar al mundo de los Espíritus y nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la materia. (L.E., 160)

99. En todos los casos de muerte violenta, cuando ésta no es el resultado de la extinción gradual de las fuerzas vitales, los lazos que unen al cuerpo con el periespíritu son más tenaces y el desprendimiento completo es más lento. (L.E., 162)

100. La duración de la turbación que sigue a la muerte es variable: puede ser de algunas horas, como de muchos meses y hasta de muchos años. (L.E., 165)

101. En las muertes violentas, como suicidio, suplicio, accidente, etc., el individuo está sorprendido, se espanta, no cree haber muerto y sostiene obstinadamente que no murió. Busca a las personas a quienes tiene afecto y no entiende por qué no le oyen. Esta ilusión dura hasta el completo desprendimiento del Espíritu, y también sucede con Espíritus que tuvieron otros tipos de desencarnación, siendo más generalizada entre los que, a pesar de estar enfermos, no pensaban en morir. (L.E., 165)

102. Este hecho se explica fácilmente: Sorprendido por la muerte imprevista, el Espíritu queda aturdido con el cambio brusco que en él se opera. Para él, la muerte es sinónimo de destrucción. Como continúa pensando, como ve y escucha, no se considera muerto; y lo que aumenta su ilusión es el hecho de verse en un cuerpo similar al que dejó en la Tierra, cuya naturaleza etérea no ha tenido aún tiempo de verificar. Lo encuentra sólido y compacto, pero después, cuando se llama su atención sobre este punto, se asombra de no poder palparlo. (L.E., 165)

103. El hombre que tiene conciencia de su inferioridad encuentra en la doctrina de la reencarnación una consoladora esperanza. El pensamiento de que su inferioridad no lo deshereda para siempre del bien supremo y que podrá conquistarlo con sus esfuerzos, lo sostiene y reanima. (L.E., 171)

104. Si continuase como Espíritu, en vez de reencarnar, permanecería estacionario, y lo que se quiere es avanzar hacia Dios. (L.E., 175-a)

105. Los Espíritus pueden permanecer estacionarios, pero nunca retroceden. (L.E., 178-a)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cómo se produce la separación del alma cuando muere el cuerpo? ¿Es dolorosa?

La separación del alma y del cuerpo no es dolorosa. El cuerpo casi siempre sufre más durante la vida que en el momento de la muerte. Los sufrimientos que algunas veces se experimentan en el instante de la muerte son un gozo para el Espíritu que ve llegar el término de su exilio. En la muerte natural, que sobreviene por el agotamiento de los órganos a consecuencia de la edad, el hombre deja la vida sin percibirlo: Es como una lámpara que se apaga por falta de aceite. Una vez desatados los lazos que la retenían al cuerpo, el alma se desprende gradualmente, nunca de forma brusca. No se escapa como un pájaro cautivo al que se le devuelve súbitamente la libertad, pues los dos estados se tocan y se confunden, de manera que el Espíritu se suelta poco a poco de los lazos que lo ataban. (El Libro de los Espíritus, preguntas154, 155, 163 y 164.)

B. Después de la muerte corporal, ¿sabe el Espíritu perfectamente lo que le sucedió?

No, pues el alma pasa algún tiempo en estado de turbación, cuya duración depende de la elevación de cada uno. Aquél que ya está purificado reconoce casi inmediatamente, que se liberó de la materia antes de que cesase la vida en el cuerpo, mientras que el hombre carnal, cuya conciencia todavía no es pura, conserva por mucho más tiempo la impresión de la materia.

En el momento de la muerte, todo es al principio confuso. El alma necesita algún tiempo para entrar en el conocimiento de sí misma. Se encuentra como aturdida, en el estado de una persona que despertó de un profundo sueño y busca orientarse sobre su situación. La lucidez de las ideas y la memoria del pasado vuelven, a medida que se extingue la influencia de la materia que acaba de abandonar, y a medida que se disipa la especie de bruma que oscurece sus pensamientos. (Obra citada, preguntas 163 a 165.) 

C. ¿El conocimiento espírita ayuda al individuo a liberarse de la turbación que sigue a la muerte?

Sí, porque –con el conocimiento espírita- el Espíritu comprende anticipadamente su situación. Pero es la práctica del bien y la conciencia pura las que mayor influencia ejercen. Según el Espiritismo, la turbación que sigue a la muerte nada tiene de penosa para el hombre de bien, que se mantiene sereno, semejante en todo a la que acompaña un tranquilo despertar. Sin embargo, para aquél cuya conciencia todavía no es pura, la turbación está llena de ansiedad y angustias que aumentan en proporción a la comprensión que él tiene de su situación. (Obra citada, pregunta 165.) 

D. ¿En qué consiste y en qué se fundamenta la doctrina de la reencarnación?

La doctrina de la reencarnación se fundamenta en la justicia de Dios y en la revelación, pues nadie ignora que el buen padre siempre deja a sus hijos una puerta abierta para el arrepentimiento. No sería diferente con nuestro gran Padre, que provee a los Espíritus los medios de alcanzar la perfección, meta para la cual todos fueron creados. La doctrina de la reencarnación nos muestra que los Espíritus pasan por innumerables existencias corporales hasta que, depurándose de sus imperfecciones, alcancen la perfección. En cada nueva existencia, el Espíritu da un paso adelante en la senda del progreso, de modo que ha de llegar un momento en que, limpio de todas las impurezas, no tendrá más necesidad de las pruebas de la existencia corporal. (Obra citada, preguntas 166, 167, 168 y 171.)

E. Nuestras diversas existencias corporales ¿suceden todas en la Tierra?

No. Ocurren en los diferentes mundos que pueblan el Universo. Las que pasamos en la Tierra no son las primeras ni las últimas; son sin embargo, de las más materiales y de las más alejadas de la perfección. (Obra citada, preguntas 172 a 174.) 


 

 

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