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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 211 – 29 de Mayo de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El incendio

 

Llegando a la escuela en aquella mañana, Verinha percibió que alguna cosa había ocurrido. Todos parecían molestos y hacían grupitos, conversando aquí y allí.

Sin embargo, como Verinha había llegado después de la hora, fue inmediatamente para su clase. Al entrar en la sala, aún oyó a la profesora decir a los alumnos:

— ¡Desgraciado de Rogério!

Sorprendida, Verinha se sentó y preguntó:

— Profesora, ¿Rogério está enfermo?

Y ella respondió, llena de tristeza:

— No, Verinha. Esta noche la casa de Rogério se incendió y, como era de madera, no restó nada. ¡La familia es pobre y no sé lo que va a ser de ellos! Sólo tuvieron tiempo de salir de la casa, salvando las vidas. En cuanto al resto, casa, muebles, ropas, todo fue quemado por el fuego.

El grupo estaba agitado comentando el asunto y todos hablaban al mismo tiempo. La profesora pidió silencio, poniendo orden en la sala:

— ¡Ahora basta niños! ¡Vamos a comenzar el aula!

Los niños se callaron, copiando lo que la profesora iba escribiendo en la pizarra.

Verinha, sin embargo, no conseguía parar de pensar en el compañero. Ella y Rogério nunca habían sido muy amigos y ahora ella estaba triste por eso, y decidió que, al terminar el aula, ella iría hasta la casa de él. Quería verlo, saber como estaba.  

Cuando toco la señal, Verinha salió corriendo para ir hasta la casa del Rogério, pero no podía tardar, su madre quedaría preocupada.
 

De lejos ya sintió olor a quemado. Llegando cerca, sus ojos se llenaron de lágrimas: sólo existía un monte de cosas quemadas, negras, de donde aún salía un resto de humo oscuro.  

La calle estaba llena de curiosos, personas que pasaban y paraban, haciendo comentarios. Mirando alrededor, Verinha vio, del otro lado de la calle, algunas personas sentadas en el suelo bajo un árbol. En medio de ellas, estaba su compañero. Atravesó la calle y se aproximó a él.

— ¡Rogério! ¿Cómo estás?

El chico se levanto y, con expresión triste, dijo:

— Gracias a Dios estamos bien, Verinha. Pero no sé lo que va a ser de nosotros. ¡Perdimos todo! ¡No sé para donde vamos ni lo que haremos de nuestra vida!

Verinha pensó un poco, buscando colocarse en el lugar de él: ¿Y si eso hubiera ocurrido conmigo y con mi familia? Ahora, por ejemplo, es hora del almuerzo y ando con hambre. Con seguridad ellos también están.  

Decidida, verinha convino:

— Rogério, ven con tú familia a almorzar a nuestra casa.

Los ojos del chico brillaban de satisfacción:

— ¿Estás segura, Verinha? Bien... ¡Acepto! ¡Realmente, estamos con hambre!

El niño presentó a Verinha a sus padres, María y Manoel. Les contó sobre la invitación que la amiga hube hecho. Los padres de Rogério quedaron muy contentos y, con otro ánimo, fueron todos para la casa de Verinha.

Al llegar allí, alegre, la niña dijo a la madre:

— ¡Mamá, traje a algunos amigos para almorzar con nosotros!

¡La dueña de la casa extrañó ver tanta gente! ¡Era una pareja y tres hijos!

Perpleja, Estela no sabía lo que hacer. Abrió los brazos y, tartamudeando, se justificó:

— ¡Disculpenme! ¡Yo no estaba esperando!... Hija, ¿por qué no me avisaste?

— Mamá, yo no avisé porque sólo hace pocos minutos decidí traerlos para acá.

Y Verinha explicó a la madre lo que había ocurrido, completando:

— Entonces, mamá, delante de la situación que la familia está atravesando, yo me acordé de nuestro Evangelio en el Hogar de la semana pasada, cuando leímos aquel pasaje en que Jesús dijo que, si la gente fuera dar un banquete, debería invitar para nuestra casa, no aquellos que pueden retribuirnos, sin embargo a los más necesitados. ¡Hoy yo no podría almorzar sabiendo que mi compañero Rogério y la familia de él no tienen nada para comer!...

Avergonzada y con los ojos húmedos, la madre reconoció:

— Tú tiene toda la razón, mi hija. Hizo muy bien de haberlos traído para nuestra casa. Realmente, no los estaba esperando, pero haré algo. Nuestra comida puede atrasarse un poco, pero todos nosotros tendremos que comer. Si quisieran, podrán hasta tomar un baño.  ¡Imagino que deben querer quitar la ropa oliendo a quemado! ¡Daremos una forma de arreglar ropas para todos!

Estela cogió una muda de ropa suya para María, una de su marido para Manoel, y una del hijo, que serviría para Rogério, y pidió a Verinha que fuera a la vecina a buscar ropas para los dos niños más pequeños.      

Mientras la madre cuidaba del almuerzo, Verinha les mostró el baño y cada uno tomó su baño, saliendo de allá con otra disposición.

En la cocina, Estela pensaba lo que podría hacer para tanta gente. De repente, abrió el armário y resolvió: — ¡Ya sé!...

Algún tiempo después el almuerzo estaba listo y un delicioso olor de comida invadía el aire. El dueño de la casa, Valter, había llegado y Verinha le presentó a las visitas, explicando la razón de estar allí. Él quedó satisfecho.

— Estela, ¿cómo preparaste un almuerzo tan rápido? — preguntó María, sorprendida.

—¡Todo fácil! Hice macarrones. ¡Es rápido de hacer y todos adoran!

Todos sentados para la comida, Estela se encargó de hacer la oración.

— ¡Señor! Hoy nosotros tenemos mucho más que Agradecerte, porque gracias a nuestra hija Verinha tenemos la presencia de invitados muy queridos, pidiendo Tus bendiciones para que la situación de ellos se resuelva de la mejor manera. ¡Nos das un buen almuerzo y tu paz!      

Todos comieron con satisfacción la enorme y deliciosa comida de macarrones de Estela.

Allí reunidos, experimentaban más alegría y calma, sintiendo el ambiente suave y agradable. La familia de Rogério porque, a pesar de haber perdido las cosas materiales, preservaron el don mayor: ¡la Vida! Y la familia de Verinha, por estar pudiendo ejemplificar el evangelio de Jesús, haciendo el bien.

Pero no quedó por ahí. Organizaron una campaña para ayudar a la familia en necesidad, y la ciudad entera colaboró. Llegaban sin parar materiales de construcción, muebles, electrodomésticos, ropas, finalmente, todo lo que iban a necesitar para recomenzar la vida.

Valter hizo cuestión que permaneciera viviendo allí con ellos, mientras fuera necesario. Hizo más: consiguió un empleo mejor para Manoel, de modo que pudiera criar a los hijos con más tranquilidad.

Las familias de tal modo se trataron que se hicieran amigas para la vida entera.

Y Rogério, cuando alguien se acordaba del incendio, decía:

— No lamento lo que aconteció. ¡Fue gracias a la generosidad de Verinha que nuestra vida cambió para mejor! Jamás podré agradecer lo suficiente. ¡Gracias, amiga!

Y le daba un abrazo apretado y lleno de cariño.                                  


     
Meimei

(Mensagem psicografada por Célia Xavier de Camargo em Rolândia-PR, no dia 9 de maio de 2011.)
      



                                                         
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita