WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 210 – 22 de Mayo de 2011 

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El trabajo

 

Dulce estaba llena de trabajo y no sabía qué hacer. Necesitaba entregar unas investigaciones y, como estaba atrasada para terminar la tarea, el jefe le dio un plazo: hasta el final del día. A la mañana siguiente, sin falta, él quería el servicio encima de su mesa. Y ella no sabía qué hacer, pues sola, no lo iba a conseguir.

Su hijo Lucas, de doce años, viendo a la madre muy preocupada, preguntó qué estaba ocurriendo, y ella le explicó el problema. Condolido al saber de la situación, él se propuso a ayudar.

— No, hijo mío. El servicio es mío y yo tendré que hacerlo. Cueste lo que cueste.

— ¡Mamá, tú me ayudas siempre! ¿Por qué no puedo contribuir de alguna forma? ¿Es difícil el trabajo?

No, hijo mío. Son unos papeles que necesitan ser colocados en orden. El servicio es simple, pero lleva mucho tiempo. Aunque tú me ayudes, sólo nosotros dos no conseguiremos terminar a tiempo.

El chico pensó un poco y encontró una salida:

— ¡Mamá, tuve una idea! Llamaré a mis amigos. ¡Hoy por la tarde no tendremos aula y ellos podrán ayudarnos!  

La madre concordó contenta con la sugerencia. En poco tiempo, tres chicos estaban reunidos y animados para comenzar a trabajar. Dulce explicó lo que deberían hacer y prometió a cada uno una pequeña cuantía y una bella merienda al final. Como los niños no quisieron recibir el dinero, ella volvió:

— ¡Hago cuestión! No es por el trabajo de vosotros, sino en agradecimiento por la ayuda que están dándome. ¿Todo bien? ¡Entonces, manos a la obra!

Dulce les explicó lo que deberían hacer y ellos, acomodándose en una mesa, comenzaron a trabajar. Algún tiempo después, otros dos jovencitos llegaron y fueron invitados a participar, aceptando con placer. Más tarde, apareció un amigo más de Lucas, y también se integró al grupo.

Con tantos auxiliares, Dulce tuvo el servicio terminado a tiempo. Al día siguiente, tendría que entregarlo en la oficina.

Entonces, antes de servir la merienda, ella decidió entregar a sus auxiliares la cuantía que les prometió. Dulce dio a todos la misma importancia.

Notó, sin embargo, que a los dos primeros no les gustó. Viéndoles la cara seria, descontentos, ella les preguntó qué estaba pasando. Como ella insistiera, uno de ellos acabó desahogándose:

— ¡No es justo, doña Dulce, que la señora de a este compañero que llegó por último lo mismo que a nosotros, que estamos aquí durante toda la tarde trabajando!...

Pero la dueña de la casa, sin molestarse, explicó:

— ¿Pero vosotros no recibisteis lo que combinamos? ¿Yo os perjudiqué de alguna forma?

— No — respondieron los dos descontentos.

— ¡Entonces! Y aún estoy profundamente agradecida a vosotros por la ayuda que me disteis. Pero, si el dinero es mío, y yo quiero dar a este último chico tanto cuanto di a vosotros, ¿cuál es el problema? Encontré que él trabajó estuvo muy bien y rápido, a pesar del horario. ¿Posiblemente no puedo hacer eso?

— Puede, pero...

Y Dulce, pensó un poco, y completó diciendo:

— Siempre que no sé como actuar, cuando tengo una duda, yo busco la solución en el Evangelio. ¡De ese modo, sólo seguí el ejemplo que Jesús nos da en la parábola de los Trabajadores de la Última hora, intentando ser justa! 

Ambos bajaron la cabeza notando que Dulce tenía toda la razón. Realmente, ellos sabían que, durante aquella tarde, habían jugado bastante, perdiendo un tiempo precioso.  

— ¡Discúlpenos! — dijeron ellos, arrepentidos.

Dulce los abrazó, llena de cariño, y en seguida invitó:

— ¡Vamos para el porche, donde está servida una merienda con derecho a una deliciosa tarta de chocolate!  

Alegres, los chicos se dirigieron hasta el lugar, ya olvidados del pequeño incidente. Comieron y 

conversaron bastante en aquel resto de tarde, felices también por la ocasión de poder ser útiles.

Dulce aún tendría bastante que hacer para arreglar todos los papeles, pero, gracias a la ayuda de los amigos de su hijo Lucas, a la mañana siguiente entregaría su trabajo dentro del plazo.                            

                                                                     Meimei 


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em 18 de abril de 2011.)
      



                                                         
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita