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Editorial Português Inglês    
Año 4 - N° 192 - 16 de Enero del 2011


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

El progreso moral y el intelectual ni siempre caminan juntos


Con respecto al progreso, hay quien diga que él es comparable al amanecer, o sea, aunque aparentemente lento, el progreso culmina por lograr éxito.

Evidentemente, la ignorancia, aliada al poder de la fuerza y engañada por la falsa cultura, varias veces se levantó con el propósito de crear embarazo al desarrollo de los hombres y de los pueblos.

Ejemplo de eso fue la experiencia vivida por Galileo Galilei. Pero el progreso – como una de las leyes que rigen la vida en todo el Universo – acaba llegando de manera inevitable, alterando la faceta y la constitución de lo que encuentra por delante, desdoblando recursos y fomentando la belleza, la tranquilidad y el confort.

De esa manera es que se verificará la marcha del progreso, que un día erguirá el hombre del suelo de las imperfecciones, en que él aún se detiene, para su glorioso destino, que es la perfección.

Existen, como nadie lo ignora, dos tipos de progreso – el progreso moral y el intelectual.

La criatura humana se desarrolla por sí misma, de manera natural, pero es hecho notorio que ni todos progresan simultáneamente, en el mismo ritmo y de la misma manera. Quien  tiene hijos ya observó u observará ese hecho ocurrir en el seno de su propia familia.

Delante de eso, Dios hace con que los más adelantados auxilien el progreso de los otros, por medio de la interacción, del contacto social, y es por eso que constituye un deber de todos ayudar el prójimo, deber sintetizado por Jesús en una proposición conocida: “Ama al prójimo como a ti mismo”.

El progreso moral ni siempre acompaña el progreso intelectual. Lo normal es que los individuos y los pueblos conquisten primero un mayor progreso científico y, sólo después y poco a poco, se moralicen.

El balance de las novedades tecnológicas presentado por la revista Veja en su edición de 29/12/2010 nos da la exacta medida de cómo el progreso científico tiene avanzado. Aparatos electrónicos que funcionan sin ningún contacto físico. Automóviles que andan miles de quilómetros sin nadie al volante. Medicinas que evitan la infección por el virus del Sida. Tabletas electrónicas, como el iPad, que permiten que tú leas un libro o una revista de contenido virtual como se manosea una revista o un libro impresos.

Algún tiempo atrás pasó a circular en el mercado un aparato curioso – un receptor móvil de GPS, acrónimo utilizado para identificar el sistema de posicionamiento global, del inglés Global Positionning System – que no sólo indica el local exacto – ciudad, calle y número en lo cual la persona se encuentra – pero le fornece las informaciones necesarias, con todas las minucias posibles, para que el interesado llegue a su destino, hecho que hace claro como debe ser fácil a los protectores espirituales localizar las personas que los llaman en sus oraciones o pedidos de socorro.

El desarrollo moral, sin embargo, se encuentra, mucho más allá de esa y de otras conquistas tecnológicas que tienen contribuido para el más grande confort de los que viven en la Tierra, desde que las injusticias, la corrupción, la violencia, el tráfico de las drogas, las guerras, el terrorismo continúan a ocupar páginas y páginas de nuestros principales periódicos.  

 La razón de eso no es, pues, de difícil comprensión: el desarrollo intelectual no implica, por sí mismo, la necesidad del bien. Una persona dotada de gran inteligencia puede ser mala.   

Aquí está  por qué encontramos en muchas naciones técnicamente adelantadas tantas injusticias y los males arriba referidos. Es que aún les falta la moralización de sus integrantes.

Con el aumento del discernimiento entre el bien y el mal, y gracias al desarrollo del libre albedrío, se expande en los seres humanos la noción de responsabilidad en el pensar, en el hablar y en el actuar, y  es eso que determina el llamado salto vertical, o progreso moral, de las criaturas humanas, único factor que puede asegurar a los hombres la felicidad en la Tierra, al frenar las malas pasiones y hacer con que reinen entre todos la concordia, la paz y la fraternidad. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita