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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 - N° 191 - 9 de Enero del 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Venciendo desafios

 

Siempre malhumorado y colérico, Vicente tenía gran dificultad en relacionarse con las personas. En la calle, era normal que Vicente se desentendiera y creara problemas con los otros por pequeñas cosas.

Si alguien tropezaba con él, sin querer, él ya estaba enfadado, creyendo que la persona había querido provocarlo, e iniciaba una pelea.

En la escuela, los compañeros tenían miedo de él. Si su grupo hacía un trabajo y la nota no era buena, peleaba con los demás, acusándolos de desear perjudicarlo, sin darse cuenta de que la nota era la misma para todos los del grupo.

Si la profesora le daba una nota baja en una prueba, discutía con ella, acusándola de haber sido parcial y de no gustarle.

En casa, Vicente era un problema serio para todos los miembros de la familia, y sus hermanos más pequeños temían contrariarlo.

En virtud de ese comportamiento, sus padres estaban bastante preocupados, orando a Jesús para que pudieran ayudarlo.

Un día en que una gran tempestad había caído sobre la región, y Vicente estaba particularmente insoportable, la madre se aproximó a él llena de paciencia y cariño.

Envolviéndolo con mucho amor, ella dijo:

— Mi hijo ¿por qué tú actúas de ese modo?

El chico, irritado, se justificó:

— Porque parece que todos quieren provocarme, madre. ¡A nadie le gusto!...

Loa madre le acarició los cabellos y dijo con delicadeza:

     ¿O eres tú que no te gusta nadie, hijo mío?

El chico miró a la madre, sorprendido.

Con cariño, ella prosiguió:

— ¡Sí, Vicente! Tú siempre ves el mal en todo, sólo miras el lado negativo y piensas siempre lo peor de las personas. Tú no disculpas nada en los otros, ni un acto involuntario. Nadie es perfecto y todos nosotros necesitamos que nos perdonen. Pero tú te juzgas perfecto, hallando siempre que los otros son los que están equivocados. ¡Piensa bien!..

Vicente permaneció callado, y la madre notó que él estaba reflexionando de sus palabras. El temporal había pasado y el sol había vuelto a brillar. Entonces, la madrecita le dijo:

— Vicente, ven a ver como el día está bonito. Aún delante de la tempestad, que las personas encaran como un mal, la Naturaleza se esfuerza a través de sus elementos, para ofrecer lo mejor en la victoria del bien. Ve hijo mío, después de la lluvia, el aire quedó limpio de las impurezas y las plantas agradecen la humedad; el sol seca el barro, el canto de los pájaros sustituye el ruido del trueno y los árboles, muchas veces heridos con las ramas quebradas, no protestan; se regeneran interiormente, para ofrecer nuevas flores y frutos; y las cosechas reciben la corriente sin rebeldía, transformándola en adobo útil.

La madre paró de hablar por un instante, dando al hijo la oportunidad de reflexionar; después prosiguió:

— Si la Naturaleza actúa así, ¿por qué nosotros conservaremos el despecho dentro del corazón? Aún delante de situaciones difíciles, aprendamos a educarnos, actuando siempre para el bien, utilizando nuestras energías para enriquecer la vida. El amor, hijo mío, es un tesoro de bendiciones en todas partes, desde que sepamos utilizarlo para generar el bien. La fuente, humilde, recibiendo el barro, jamás se entrega, trabajando las impurezas en su interior y continúa corriendo, hasta transformarlas en bendiciones para beneficio de todos.

El chico pensó... pensó... pensó... después dijo:

— Mamá, yo quiero cambiar. Quiero ser feliz y hacer felices a los que me rodean. ¡Pero, no lo consigo! Cuando me veo, estoy peleando, gritando y discutiendo con las personas.

— Tú lo conseguirás, hijo mío. Basta que haya buena voluntad y determinación. Busca ver el mundo con los ojos del amor. Olvida el mal y ve sólo el lado bueno de las personas. Y no te olvides de orar pidiendo el amparo de Jesús.

Vicente abrazó a la madrecita y, de ese día en adelante, fue fiel a los cambios que deseaba establecer en sí mismo.

Él enfrentó muchas dificultades, pero, a cada nuevo desafío vencido, se reconocía más fuerte y con más determinación para continuar mejorando. Así, se hizo mucho más alegre y simpático a todas las personas, que lo miraban con admiración y respeto por los cambios que consiguió operar en él.


                                                             
Meimei


(Psicografia de Célia Xavier de Camargo, en 4/10/2010.) 
 


                                                          
                          



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita