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Editorial Português Inglês    
Año 4 - N° 191 - 9 de Enero del 2011


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

¿Qué nos vendrá después
de la muerte?
 


¿Por qué tememos tanto la muerte? Variados son los motivos, pero el principal de ellos es, sin contestación, el desconocimiento de cómo se opera esa transición y  qué nos aguarda en la vida en el llamado más allá de la tumba.

El asunto puede parecer inadecuado en los días que corren, especialmente en esta época en que son tantas esperanzas inherentes al inicio de un nuevo año. Además de eso, vivimos en un mundo que ya nos ofrece inúmeros problemas y, por supuesto, pensar en el tema muerte es algo realmente sin propósito, salvo para los que, sintiéndose muy cerca de ella, entienden que se aproxima el final de su permanencia en el plan en que nos encontramos.

Ocurre, sin embargo, que la llamada vida espiritual – la vida en el más allá  de la tumba – no es una meta a ser atingida, pero tan sólo una fase de las varias experiencias que el hombre tiene que enfrentar en su largo camino hacia a la perfección, esta sí, es una meta que Dios señaló para nosotros.

Las personas de nuestro tiempo han luchado mucho para darse bien en la vida y para que puedan, de esa manera, disfrutar de las cosas buenas que el progreso de la civilización engendró. Todos sueñan, sin duda, con la felicidad, un objetivo comprensible y válido, pero tal preocupación puede revelarse un desastre si dejamos de lado los valores inherentes al espíritu para que  aseguremos una existencia sin sobresaltos.

Las comunicaciones transmitidas por los espíritus nos revelan que la vida en el más allá de la tumba es una especie de continuación de la existencia corpórea, con la diferencia de que los valores y las preocupaciones allí  reinantes llevan en cuenta nuestra condición de Espíritus inmortales, delante de lo que la vida terrena se presenta como un lance rápido, efímero y transitorio.

Con efecto, por más larga que sea nuestra permanencia en este plan, los años pasados en una existencia corpórea forman un periodo de tiempo irrisorio si comparado con la eternidad que se abre a nuestros Espíritus.

En el más allá  de la tumba el hombre continúa a vivir integralmente, con las cualidades, los defectos, los sentimientos y los recuerdos que lo sensibilizan.

La muerte no debería, por eso, asustar a nadie, una vez que nada perdemos con ella, a no ser el cuerpo material, que ninguna falta hace al Espíritu liberto, que se expresa entonces en otro cuerpo, semejante al primero, al cual Paulo de Tarso llamaba de cuerpo espiritual y Kardec  definió como envoltorio sutil del alma, o periespíritu.

La muerte nos atinge de maneras diferentes, según la condición moral de cada uno.

Enseña el Espiritismo: “La causa principal de la más grande o más pequeña facilidad de desprendimiento es el estado moral del alma. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu es proporcional al apego a la materia, que atinge su máximo en el hombre cuyas preocupaciones dicen respeto exclusiva y únicamente a la vida y a los gozos materiales”. (El Cielo y el Infierno según el Espiritismo, de Allan Kardec, 2ª Parte, cap. 1, ítem 8.) 

Existe, pues, una relación directa entre la manera por la cual vivimos en el mundo y el comienzo de la vida en el más allá de la tumba, por lo cuanto el desprendimiento del alma, en seguida a la muerte corporal, es semejante al despertar de la persona que renace para una nueva existencia corpórea. El desprendimiento del alma es el inicio de su reentrada en el llamado mundo espiritual.

Dos conclusiones podemos sacar de las enseñanzas arriba.

La primera es esta: Es necesario comprender mejor el sentido de la vida, que no se resume a los pocos años que componen nuestra existencia corpórea.

La segunda conclusión es que, sometidos a la ley del progreso, tenemos el deber indeclinable de trabajar por nuestra mejora moral, identificándonos con la vida espiritual y abdicando, se necesario, de las ventajas inmediatas en favor del futuro, una realidad que, según el Espiritismo, se desarrolla incesantemente a nuestros ojos. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita