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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 4 - N° 186 - 28 de Noviembre del 2010

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Gigantón

 

En aquella calle vivían varios chicos, pero Valtinho, de diez años, era el más vivo, inteligente y astuto de todos los niños de los alrededores.

Sin embargo Valtinho, que era un líder nato, usaba su capacidad para desafiar a los amigos y humillarlos, inventar juegos de mal gusto o crear competiciones entre ellos, de las cuales siempre salía vencedor.

Todos lo temían, porque tenía siempre una palabra feroz en la punta de la lengua y respuestas para todo.

Cierto día, cuando Valtinho fue para la escuela, notó que una casa que estaba cerrada en la vecindad ahora tenía habitantes nuevos.

Los próximos días quedó conociendo al nuevo vecino, César, que comenzó a estudiar en la escuela del barrio y fue matriculado en su sala. Tenía la misma edad de Valtinho, pero era bien grande, con tamaño de doce años para más, y más pesado.

Al comienzo, Valtinho intentó humillarlo ante los compañeros de clase, llamándolo Gigantón, lo que hizo que la clase toda cayera en carcajadas. Pero, el chico sólo sonrió y no dio respuesta, como él esperaba.

Aquella reacción dejó a Valtinho muy irritado. Entonces, a partir de ahí, comenzó a hacer al nuevo compañero víctima de sus bromas de mal gusto. Pero, para sorpresa suya, el gigantón no reaccionaba.

Simpático y agradable, poco a poco César fue ganando la amistad de los compañeros. Era servicial, siempre listo a ayudar y nunca perdía la ocasión de auxiliar a los compañeros que no habían entendido la materia.

La primera vez que fueron a jugar a la pelota, Valtinho desafió a César:

— Gigantón, ¿con ese peso todo será que consigas correr detrás del balón? — gritó él, irónico.

— ¡Vamos a ver! ¡Hago lo que puedo, Valtinho! — respondió él con una sonrisa mansa.

El juego comenzó e inmediatamente César mostró para toda la escuela que sabía jugar bien, haciendo un lindo gol, para desesperación del compañero.
 

Y así fue en las carreras y en todas las actividades de que ellos eran obligados a participar. Gigantón se hizo estimado por todos. Ahora, todos lo llamaban por el mote, que se había hecho cariñoso y agradable.

De repente, Valtinho notó que los amigos ya no lo buscaban más. Cuando él los buscaba, no le daban tanta atención.

Él se quedó preocupado. ¿Qué estaría pasando? ¿Siempre fue un líder y ahora

los amigos evitaban su compañía, prefiriendo la del bobo del Gigantón?

Amargado, Valtinho sentía crecer dentro de él la rabia contra el compañero. De ese modo, pensó bastante planeando qué hacer para desacreditar a Gigantón ante todos de la escuela.

Llegando a su casa, tiró la mochila en el suelo y cayó sentado en el sofá. La madre, que lo observaba hacía muchos días, preocupada, se aproximó a él con cariño:

— Hijo mío, siento que tú no estás bien. ¿Qué pasó?

Con lágrimas, el niño contó a la madre lo que estaba pasando. Después preguntó:

— ¿Por qué de repente todo cambió en mi vida, mamá? Mis amigos no me llaman más, ¡sólo quieren saber del Gigantón!

La madre pensó un poco y respondió:

— Mi hijo, sólo tú puedes saber lo que está ocurriendo. Lo que sé es que nosotros cogemos siempre lo que plantamos. Entonces, piensa en cómo tú tratabas a los compañeros y como el Gigantón los trata. La gente recibe siempre por aquello que da a los otros.

Entonces, Valtinho comenzó a pensar en como actuaba con los compañeros, comparando con la manera de ser del Gigantón, y vio que eran bien diferentes.
Sentado en un banco, en la placita al lado de la escuela, pensaba en todo lo que había oído de la madre, cuando alguien se sentó a su lado.

Sorprendido, él levantó la cabeza y vio que era Gigantón. La sangre le subió a la cabeza, la respiración se aceleró y, casi explotando de odio, se preparaba para lanzarle un chorro de insultos, cuando el otro preguntó:

— ¿Estás sintiendo alguna cosa, Valtinho? Yo te vi de lejos y creí que tú no estabas bien. Me quedé preocupado, pues me caes muy bien.
Valtinho miró para él, no creyendo en lo que estaba oyendo. Como continuara callado, el otro continuó:

— Tú fuiste mi primer amigo en esta ciudad y te lo agradezco por todo lo que has hecho por mí desde que llegué aquí. ¡Nuestros compañeros están extrañando que tú te alejaste de ellos sin razón!

Valtinho lo miró atentamente, intentando percibir si él estaba fingiendo. ¡Pero, no! Él era así con todos. Gigantón hablaba con voz suave y su mirada era limpia y pura.

Entonces, de repente, Valtinho entendió que todo lo que había ocurrido durante aquel tiempo no era por culpa del Gigantón, sino por su propia culpa. Su madre tenía razón. Siempre había actuado mal con todos.

Calmándose, la respiración volvió a lo normal, y él, por primera vez, dijo:

— Gigantón, quiero pedirte disculpas si alguna vez te traté mal. Hoy entiendo que tú eres diferente.

— ¿Pedir disculpas por qué, chico? ¡Tú nunca me ofendiste! Tú tienes un modo diferente de tratar a las personas y te gusta hacer bromas graciosas, pero nunca me sentí ofendido.

— ¿Entonces, somos amigos?

— ¡Claro! De hecho, ¿quieres almorzar en casa hoy, Valtinho? A mi madre le va a gustar conocerte. Siempre hablo de ti.

— Acepto. Sólo necesito pasar por casa para avisar a mi madre. ¡Tengo seguridad de que ella también le va a gustar conocerte!...

Y ambos caminaron lado a lado, hablando como viejos amigos.

Aliviado, Valtinho entendía ahora que su comportamiento generaba todo el malestar.

A partir del día siguiente, se aproximó a sus amigos tratándolos de forma amigable y sin las bromas de mal gusto de antes.

— ¿Tú estás enfermo, Valtinho? — preguntó uno de ellos, extrañando.

El chico sonrió y respondió:

— No, estoy bien. En verdad, reconozco que actué mal con vosotros y quiero pediros disculpas.

Delante de eso, los compañeros se extrañaron, juzgando que podría ser una más de las bromas de Valtinho, pero después entendieron que él había realmente cambiado y volvieron a ser los amigos de siempre.

Y a partir de ese día comenzó a realmente existir amistad, compañerismo y fraternidad entre ellos, para alegría de todos.


                                                          Meimei


(Recibida por Célia X. de Camargo, en 13/9/2010.)            
 


 

                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita