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Ano 4 - N° 184 - 14 de Noviembre del 2010


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

El arte de renovar esperanzas


La política, cuando impregnada del deseo justo de renovar el bien común, puede ser definida como el arte de renovar las esperanzas.

Fue lo que se observó durante la última campaña presidencial, terminada en el final de octubre, fuera quien fuera el preferido, la verdad es que el pueblo ha votado  con la convicción de que el País no puede retroceder, pero, sí, consolidar las conquistas de los últimos años.

Las elecciones poseen esta particularidad: renuevan las nuestras debilitadas esperanzas, hasta que surja, de nuevo, la oportunidad de hacer una nueva escoja.

No pertenecer a los cuadros de un partido político no significa ser contrario a los temas que dicen respeto al gobierno de la nación y a la posibilidad de que vengamos a construir un País mejor, en lo cual el pueblo tenga mejores condiciones relativas al acceso a la salud, a la educación, a la seguridad y al empleo.

Nadie, con seguridad, ignora cuanto un gobierno incapaz puede producir en termos de frustración y sufrimiento. El pueblo brasileño ya pasó por esa experiencia varias veces.

Es obvio que en el voto ni siempre se acierta, pero no existe otra manera de aprender a votar, a no ser votando.

El elector sabe que el Espiritismo ve con ojos bien distintos la relatividad de la existencia corpórea.

Ciertamente, no podemos jamás sacar la razón ni imaginar que Dios la tenga creado sin razones más serias. Pero no podemos dejar de resaltar la finalidad esencialmente educativa de las existencias corporales.

 Nosotros somos viajeros en este mundo. Las conquistas que aquí hacemos son puntos afirmativos en el currículo que vamos a escribir con nuestros actos y nuestras realizaciones. Debemos, por lo tanto, perseguir con todas las fuerzas el objetivo de edificar aquí una civilización justa y fraterna, sin olvidar, sin embargo, que esa civilización no será duradera si los hombres que la hicieren no se tornen por su vez, justos y fraternos.

Hace algún tiempo, cuando pasamos por un momento de esperanza y de expectativas semejantes, más tarde frustradas por una sucesión de equívocos, nos vino a la mente lo que los Espíritus superiores dijeron acerca de lo que ellos entienden lo  que sea una civilización completa. “Vosotros la reconoceréis por su desarrollo moral”, afirman los inmortales, advirtiendo que sólo tendremos el derecho de decirnos civilizados cuando hubiéremos sacado de nuestra sociedad los vicios que la deshonran y pasemos a vivir como hermanos, practicando la caridad cristiana. Concluyendo ese pensamiento, advierten ellos: “Hasta ese momento, no seréis más de que pueblos esclarecidos, no teniendo recorrido sino la primera fase de la civilización”. (Ítem 793 del Libro de los Espíritus).

Es más que evidente que la construcción de una civilización en el nivel reconocido por el Espiritismo es tarea muchísimo superior a las posibilidades de la política de partidos, pues requiere esfuerzo mucho más grande y un trabajo que no puede prescindir de la cooperación activa de las religiones, teniendo Jesús por faro.   

Que se quede, entonces, con la política con P mayúsculo – la tarea de renovar las esperanzas, pero cuidemos, unidos por el ideal cristiano, de convertirlas en cosas palpables y concretas en este país gigante que, según Humberto de Campos (Espirito), fue escogido por Jesús como la Patria del Evangelio. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita