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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Ano 4 - N° 181 - 24 de Octubre del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La guayaba


 
Un bando de niños retornaba para casa después
de las aulas. Caminando por la calzada ellas reían, despreocupadamente, contando las artes que habían hecho. De repente, uno de los niños recordó:

— ¡Atención! Estamos cerca de la casa de la guayaba.

Todos se callaron y, en silencio, se aproximaron a la casa.

Detrás del muro, había una linda guayaba cubierta de frutos. Las guayabas, con savia en el tronco y en las ramas, estaban bien maduritas y parecían muy apetitosas.

Dos de los chicos más expertos subieron al muro, cogiendo algunas frutillas con rapidez; después otros dos, y así hasta que todos hubieran cogido las suyas.   

En eso, oyeron un ruido de gente que se aproximaba.

— ¿Quién está ahí? – gritó una voz de mujer.

Ellos cogieron las mochilas y, riendo en voz baja, se pusieron a correr. En la otra manzana, considerándose seguros, pararon y se sentaron en la calzada, divirtiéndose con el juego.

Al llegar la casa, aún riendo, Juliano contó a la madre  lo  que  habían  hecho.  Y, cogiendo de la

mochila dos guayabas bien negritas, le ofreció:

— Prueba, mamá, ¡son una delicia! ¡Bien dulces!

La señora miró al hijo con expresión seria y preguntó:

— Juliano, hijo mío, ¿tú hallas correcto lo que hiciste?

El chico pensó un poco, preocupado, al ver a la madre contrariada, y respondió:

—  ¡Estábamos sólo jugando, mamá! ¡“Todo el mundo” hace eso!...

— ¿“Todo el mundo” hace eso? ¡Lo que vosotros hicisteis es un robo, cuando estas frutas podrían ser fácilmente compradas en cualquier supermercado, hijo mío!  

El niño bajó la cabeza, arrepentido, reconociendo que la madre tenía razón y prometió que nunca más iba a robar frutas.

— Muy bien, Juliano. Quedo contenta que resuelvas actuar correctamente antes que te ocurra cosa peor. Porque, muchas veces, la vida nos muestra la realidad de manera más dura y desagradable.            

El chico quedó pensativo al oír las palabras de la madre, y fue a guardar la mochila para almorzar.

Al día siguiente, Juliano ya había olvidado la historia de las guayabas, pero evitaba volver de la escuela con el grupo, conforme la madre había sugerido.  

Tres días después, pasando enfrente de aquella casa, vio que la guayaba continuaba cargada de frutos, maduros y apetitosos. Juliano andaba con hambre y su boca se llenó de agua. Él pensó... pensó... pensó...

Después, entre robar las frutillas y no robar, él prefirió arriesgar. “¡Finalmente, nadie va a verme! ¿Y qué importancia tienen dos o tres guayabas al menos para la dueña, que puede tener cuantas frutas quisiera?

No tuvo duda. Subió al muro y atrapó a las guayabas. Estaba descendiendo, cuando oyó una voz detrás de él:

— ¿Entonces eres tú que has robado mis guayabas?... ¡Hijo mío! ¡Bastaría que me lo pidieras y yo te daría cuántas frutas quisieras! Podría dar más: tengo naranjas, mangos y bananas en mi huerto.
 

Rojo de vergüenza, Juliano no sabía comodisculparse. No era él quien venía robando siempre, ¿pero adelantaría decir eso ahora? Ella no iba a creerlo...

— Le pido disculpas, señora. Eso nunca más va a ocurrir, yo se lo prometo. La señora lo miró con simpatía y dulcemente lo invitó a entrar.

— Venga, hijo mío. Tú no me pareces un mal chico. Voy a darte muchas frutas. Mi nombre es Dora. ¿Y el tuyo?

— Juliano.

Ella lo llevó para dentro y habló con él. Le mostró el pomar, el papagayo y el perrito de la casa. Hablaron bastante y se hicieron amigos.

Juliano salió de la casa de Dora cargado de buenas frutas.

Llegando a la casa, avergonzado pelo que había ocurrido, contó a su madre, concluyendo:

— Tú tenías razón, mamá. La vergüenza que pasé hoy, yo jamás voy a olvidar. ¡Pero yo merecí esa lección! Tuvo su lado bueno, porque conocí a doña Dora, una señora muy especial. ¡Ah! ¡Y ella quiere conocerte!...

Juliano creció, se hizo hombre, sin embargo mantuvo en su mente la experiencia que hubo vivido, pasando siempre a guiar sus acciones para el bien, la honestidad y la verdad.                                                    

                  Meimei


(Recebida por Célia Xavier de Camargo, em 20/9/2010.)
 

                      



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Revista Semanal de Divulgación Espirita