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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 178 – 3 de Octubre del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El pastorcito desatento

 

Cierto pastor cuidaba de sus ovejas en un campo muy extenso.

Entregadas a sí mismas, las ovejitas pastaban tranquilamente.

El pequeño pastor, acomodado bajo la copa de un árbol, abrió un pequeño saco, cogió su sándwich y comió con placer. Estaba hambriento.

Enseguida, cogió su flauta y se puso a tocar dulces melodías, que invadían el campo en suaves acordes.

Envuelto por la música y por el cansancio, el pastor acabó durmiéndose.

Las ovejitas, mientras, sin tener quién cuidara de ellas, se esparcieron por los campos y por los montes.

Cuando el pastorcillo despertó, algo asustado, ya era tarde. El sol descendía en el horizonte y la noche no tardaría en llegar.

Con miedo de las reprimendas que

recibiría de su padre, y también preocupado con los pobres animales indefensos que corrían peligro, pues en la región había lobos feroces que podrían atacarlos, el pastorcito se puso a buscar, intentando reunir el rebaño.

¡Pero era muy difícil! ¡Ellas se habían esparcidos por todos lados!

Él no sabía qué hacer más. Había intentado de todo, sin resultado.

Arrepentido de su descuido, el pastorcillo suplicó ayuda a Jesús:

— ¡Oh Señor, que eres el Divino Pastor, que socorre a todas las criaturas,  ayúdame a encontrar mis ovejitas que están perdidas! No sé que hacer más y temo por la seguridad de ellas, tan frágiles e indefensas. Ayúdame, Jesús, para que yo pueda encontrarlas sanas y salvas.

El pastorcillo, con lágrimas de tristeza y preocupación, oró a Jesús varias veces.

Ya estaba cansado y casi desanimado, cuando tuvo una idea.

Él sabía que a los animalitos les gustaba oír las melodías que ejecutaba en su instrumento. Entonces, acordándose de eso, se sentó en lo alto de un pequeño monte y, cogiendo la flauta del saco, se puso a tocar.

El sonido de la música se esparció por las montañas y por las campiñas.  No

tardó mucho, él percibió que las ovejitas, atraídas por la melodía, se aproximaban.

Feliz, tocó aún con más ánimo y renovada esperanza, hasta que todas ellas estuvieran allí cerca, atendiendo a su llamado.

Y así, cercado por su rebaño, el pastorcito nuevamente oró a Jesús, agradeciendo el auxilio que le había enviado y prometiendo que, de ahora en adelante, jamás se descuidaría en el cumplimiento de sus obligaciones.

Después, volvió para casa, satisfecho y tranquilo con sus ovejitas, mientras los últimos rayos de sol teñían el horizonte de lindo coloreado.

 

                                         Tía Célia 


Nota:
Las ilustraciones, son recogidas de archivos de internet, son de Rarindra Prakarsa.          
 
                              


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita