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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 177 – 26 de Septiembre del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La nubecita Duda

 

Era una vez una nubecita que se llamaba Duda.

A ella le gustaba jugar en el cielo junto con las otras nubes, sus amiguitas.

Cierto día, Duda decidió pasear sola y fue volando... volando…

Pasó por una hacienda donde los animales

estaban delgados por no tener que comer. Una vaquita le pidió:

— Oh, nubecita Duda, ¿tú podrías ayudarnos, haciendo llover?

Duda se exprimió, se exprimió... pero no salió una gota de agua. Ella se disculpó y se fue aunque muy

triste.

Llegando a otro lugar, vio unas plantitas marchitas y casi secas, que le dijeron:

— Amiga nube, ¿tú podrías mandar unas gotas de lluvia para aplacar nuestra sede?

Duda dijo con buena voluntad:

— ¡Voy a intentarlo!

Se exprimió... se exprimió... y no cayó nada. Ni una gotita.

Más adelante vio un riachuelo casi seco, que le pidió:         

— ¡Oh, nubecita! Estoy casi seco, las plantitas a mi margen están muriendo, los animales pasando sed y los peces ya no tienen condiciones de vivir en mi lecho. ¿Tú puedes socorrerme?

Duda se quedó aun más triste. Ella quería ayudar tanto a los otros, ser útil, ¿pero cómo? ¡Era tan débil!

Pensó... pensó... y decidió:

— ¡Ya sé! ¡Voy a pedir ayuda!

Anduvo... anduvo... y encontró otras nubes. Explicó la situación y pidió que la ayudaran, pero ellas le respondieron:

— ¡No podemos! Dependemos del viento.

Duda, llena de buena voluntad, fue a hablar con el viento.

El amigo viento dijo que le gustaría colaborar, pero que solo nada podía hacer.

— ¿Por qué? — preguntó Duda.

— Porque dependo de Dios para tener fuerza y poder soplar.

Entonces, Duda hizo una oración y pidió a Dios que lo ayudase.

Luego el viento comenzó a soplar con fuerza, todo feliz. Sopló... sopló... sopló... Quedó hinchado de tanto soplar. Y las nubes fueron siendo llevadas. En el camino iban engrosando cada vez más, hasta que, al llegar a la región seca, quedaron tan pesadas, tan pesadas, que no aguantaron más.

Y el agua cayó en forma de lluvia.

¡Fue aquello fiesta! Las plantitas, los animales, los pececitos y el riachuelo quedaron muy contentos y agradecieron a Dios el auxilio que recibieron — ¡la bendición de la lluvia!

En nuestra vida, también somos débiles, como la nubecita Duda. Sin embargo, con la colaboración de todos y el amparo de Dios, podremos realizar

mucho, porque la unión hace la fuerza.

Si todos nos ayudamos mutuamente, seremos más felices y haremos felices a aquellos que nos rodean. Y Jesús quedará contento con nosotros porque Él desea que nos amemos unos a los otros.

          
 
                                                                   Tía Célia 


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita