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Editorial Português Inglês    
Año 4 176 – 19 de Septiembre del 2010


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 


Nuestros muertos trajeron
y aun traen noticias
del Más Allá


De vez en cuando se oyen frases como esta: “Nadie jamás volvió para decir si la vida continua”.

Afirmaciones de ese tipo son comprensibles cuando dichas por quien no profesa el Cristianismo, pero absolutamente impertinentes se apartan de los que aceptan el Nuevo Testamento como obra confiable y depositaria de la fe cristiana. Finalmente, es en él que leemos la descripción detallada de la vuelta de Jesús a la convivencia de los discípulos después de su muerte en el Gólgota y, antes de eso, su recepción a dos personajes del Antiguo Testamento – Moisés y Elías – que vinieron a confortarlo momentos antes de su prisión.

No queremos aquí mencionar los hechos contenidos en el Antiguo Testamento, que son incontables y expresivos, ya que vivimos en un país que se enorgullece de decirse cristiano y tiene en el Nuevo Testamento el libro que da base a su fe.

Las criaturas mínimamente informadas saben que fueron exactamente las comunicaciones de los llamados muertos que dieron y continúan dando fuerza al Espiritismo, por cuanto los principios espíritas no se basan en opiniones ni en concilios, sino en hechos, como los que el profesor Carlos Augusto Perandréa mostró en sus investigaciones sobre mensajes psicografiadas por Chico Xavier, de lo que resultó un trabajo científico inédito hasta aquella oportunidad, publicado inicialmente en la revista científica Semina, de la Universidad Estatal de Londrina, y después transformado en el libro “La Psicografía a la Luz de la Grafoscopia”.

En el referido trabajo, el autor comprobó la realidad de las comunicaciones mediúmnicas comparando la letra patrón del individuo antes de la muerte con su firma puesta en el mensaje psicografiado, con que llegó, por medio de análisis técnicos, a la verificación de la autenticidad gráfica en incontables casos.

Para quien aún no sabe, informamos que Perandréa no era espírita hasta que los hechos y su propia experiencia en el campo de la mediumnidad modificaron su concepción religiosa.

Los Espíritus, por lo tanto, ya volvieron, sí, y continúan volviendo del Más Allá, trayendo noticias sobre la vida extrafísica, en la cual, según dicen, son muchas las ocupaciones y misiones a desempeñar.

Además del trabajo de mejorarse personalmente, les incumbe – conforme ellos mismos revelan – la tarea de ejecutar la voluntad de Dios, concursando, de ese modo, para la armonía del Universo.

La ocupación de los Espíritus es, según comprueban los hechos, continua en el mundo espiritual, pero nada tiene de penosa, una vez que no están ellos sujetos a la fatiga ni a las necesidades propias de la vida terrestre. Y, cosa curiosa, hasta los Espíritus inferiores e imperfectos desempeñan funciones útiles en el mundo en que viven, si bien muchas veces no tengan conciencia de eso.

De acuerdo con las enseñanzas espíritas, deben los Espíritus recorrer todos los grados de la escala evolutiva para perfeccionarse, y por eso es por lo que habitan en todas partes y adquieren por el estudio y por la experiencia el conocimiento gradual de todas las cosas. Hay, sin embargo, tiempo para todo, y cada cosa viene en el momento propio, de modo que la experiencia por la que un Espíritu está pasando hoy, otro ya superó y otros deberán más tarde enfrentar.

Las misiones de los Espíritus buscan siempre el bien. Estando encarnados o desencarnados, son ellos incumbidos de auxiliar el progreso de la Humanidad, de los pueblos y de los individuos, dentro de un círculo de ideas más o menos amplias, más o menos especiales, cabiéndoles aún velar por la ejecución de determinadas cosas. Algunos desempeñan misiones más restringidas y, de cierto modo, personales o enteramente locales, como asistir a los enfermos, los agonizantes, los afligidos, velar por aquellos de quienes se constituyeron guías y protectores, dándoles consejos o inspirándoles buenos pensamientos.

Hay tantos géneros de misiones como las especies de intereses a resguardar, tanto en el mundo físico como en el moral, y el Espíritu se adelanta conforme la manera por la cual desempeña su tarea.

En lo tocante al mundo de los encarnados, los Espíritus se ocupan con las cosas que nos hablan de respeto, de conformidad con el grado de evolución en que se hallan. Los superiores sólo se ocupan con lo que sea útil al progreso. Los inferiores se conectan más a las cosas materiales y de ellas se ocupan.

La felicidad de los Espíritus bienaventurados no consiste, pues, en la ociosidad contemplativa, que sería una eterna y fastidiosa inutilidad.

Sus atribuciones son proporcionadas a su grado evolutivo, a las luces que poseen, a su capacidad, experiencia y al grado de confianza que inspiran al Supremo Creador.

Por todas partes, como se ve, la actividad es constante, de la base al ápice de la escala, lo que enseña a todos, sin ninguna excepción, oportunidad de instruirse y alcanzar la meta, que es la perfección. 



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita