WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4 175 – 12 de Septiembre del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Amor y disciplina

 

Golpeando el pie en el suelo, Verinha rechazaba el vaso de leche que su madre amorosamente le ofrecía.

— No voy a tomarla. No me gusta la leche.

Intentando convencerla, con cariño, la madre hablaba de la importancia de la leche en la alimentación de los niños en crecimiento. Mimada, la pequeña empujó el vaso, que tiró.

Doña Dalva cogió un paño y limpió el suelo, con paciencia.

Después sugirió .... sandwichs, bizcocho.

Verinha se tapó el rostro con las manos, gritando:

— ¡No, no, no!

Cansada de insistir, doña Dalva se resignó. No sabía más que hacer con la hija. Verinha tenía sólo cuatro años, pero 

era obstinada y hacía sólo lo que quería. Si su voluntad no fuera obedecida, contrariada ella hacía el mayor drama. Tenía crisis de rabia y se tiraba al suelo a patalear y a gritar, donde estuviese.

En relación a la alimentación, era siempre así. Nunca quería comer lo que le era ofrecido, pero, si le preguntaran lo que quería, estaba siempre dispuesta a comer: palomitas, helado, chocolate, bolas.  

— Pero, hijita, ¡ahora es la hora del almuerzo! —  Decía doña Dalva.

Y, si no le daban lo que pedía, no comía nada, dejando la madre preocupada con su salud.

La situación estaba tan seria que la madre no

sabía más que hacer. Buscó amparo en la oración.

Doña Dalva elevó el pensamiento a Jesús, suplicándole la orientara en la mejor manera de educar a la hijita. No sabía que actitud tomar. Había aprendido que la doctrina de Cristo es toda basada en el amor, y era exactamente lo que ella intentaba hacer. ¡Educar a la hija con amor!

En ese momento, abrió al acaso un libro de mensajes, y leyó: El amor no dispensa la disciplina. Entendió que era una respuesta a sus súplicas.   

Doña Dalva reflexionó bastante y decidió cambiar de táctica.

Al día siguiente, en el desayuno, colocó delante de la hija un vaso de café con leche y pan con manteca.

Cuando la niña empujó el copo y el pan, afirmando que no quería comer, doña Dalva dijo sólo:

— Está bien. Pero tú no comerás más nada hasta la hora del almuerzo.

Verinha se levantó y fue a jugar. No tardó mucho y ella volvió pidiendo bizcocho.

— No, hija mía. Tú tendrás que esperar hasta la hora del almuerzo.

La niña protestó, pero la madre no cedió.

Al mediodía, doña Dalva sirvió el almuerzo. ¡Estaba apetitoso!

Verinha miró los platos. Arroz, alubias, filete y ensalada. Torció la nariz:

— No quiero nada de esto. Quiero patatitas frita.

Sentados a la mesa, doña Dalva no dio atención a la hija y comenzó a conversar con el marido que había llegado para el almuerzo y tenía prisa de volver al trabajo.

— Mamá, ¿tú escuchaste lo que yo dije? No quiero comer lo que tienes en la mesa. ¡Quiero patatita frita!  

Doña Dalva miro a la hija, y respondió firme:

— Escuché, sí. Si no quieres comer, no comas. Sin embargo no comerás otra cosa, mucho menos patatita frita. Y no sirve que tú busques en el armario galletas, chocolates y otras cositas más, porque allí no hay nada de eso.

Verinha, sorprendida, abrió los ojos; después, hizo gestos, como se estuviera herida; enseguida, se tiró en el suelo llorando.  

Doña Dalva continuó conversando con el marido, sin mirar para ella, fingiendo ignorar la escena. Al notar que nadie le prestaba atención, Verinha paró de llorar. Se levantó del suelo y se aproximó a la madre.

— ¿Por qué estás haciendo esto conmigo, mamá? ¿No me ama más? — lloriqueando la chica, enjugando las lágrimas.

La madre abrazó a la hijita con cariño, explicando:

— La mamá te ama mucho, querida. Pero exactamente por mucho amar tengo que enseñarla a ser una niña mejor, más disciplinada. ¿Entendiste? Todo tiene una hora correcta. Hora para dormir, para tomar un baño, para ir a la escuela, para tomar la cena, para almorzar, para comer postre. Nuestro organismo necesita de una porción de substancias para vivir bien y con salud. Si comes sólo tonterías, podrás quedar débil y enfermar. ¿Entendiste? Además de eso, ¿tú sabes que existen niños pobres que no tienen nada para comer en casa? Ellos quedarían muy felices con lo que tenemos aquí en nuestro hogar, y que tú rechazas.

Verinha pensó un poco y respondió:

— Entendí, mamá. Yo tengo una amiguita,  Ester, que es bien pobre y no tiene nada. ¿Puedo comer ahora?

La madre hizo el plato de la hija, que andaba con hambre y comió con gusto. Después, cuando Verinha 

acabó, la madre ofreció:

— Ahora podrás comer postre, si quieres.

La niña aceptó con satisfacción. Comió una banana.

Mientras la madre arreglaba su sándwich, colocándola en la sanwichera, la niña sugirió:

— ¿Mamá, puedo llevar una banana para mi amiga Ester? A ella le gustan mucho las bananas. ¡Le va a encantar!

La madre abrazó a Verinha con amor, agradeciendo a Jesús por el socorro que le había enviado. Era exactamente lo que necesitaba para educar a la hija: amor con disciplina.

Entendía cuanto había errado, pero estaba segura de que todo ahora caminaría bien, para felicidad de todos.

                                                                  
 
                                                                   Tía Célia 

 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita