WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 4  163 – 20 de Junio del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El árbolito arrogante

 

A la vera de un río existía un pequeño árbol muy vanidoso y consciente de su belleza.

Era un árbol trompeta amarillo.

Cuando su tronco largo y estrecho comenzó a desarrollarse, creciendo flexible, y las primeras hojas empezaron a nacer verdes y brillantes, él se llenó de admiración. Pero cuando en la primavera las primeras flores se abrieron, el pequeño Ipê se dejó envolver por el orgullo y por la vanidad.

Cerca  de  de  allí,  distante sólo algunos metros,

vivía un gran Jequitibá. Su tronco era grueso, fuerte y nudoso. Las marcas en su tronco hablaban de las experiencias que había tenido y de las dificultades que había enfrentado en la vida.

El pequeño Ipê, engreído y arrogante, lo miraba con desprecio, haciendo comparaciones entre su juventud y la vejez del respetable Jequitibá.

— ¡Tú  estás viejo y feo! ¡Mira como tus hojas están opacas y descoloridas! Yo no. Soy joven y bello, mis hojas lisas y brillantes. ¡Tú ya ni floreces más! ¡Yo, al contrario, encanto a todos con mi amarillo color del sol!

El viejo Jequitibá lo miraba sereno, como si estuviera delante de un niño querido, sin embargo sin educar, y decía:

— Cuidado, belleza no es todo. La vida es excelente maestra y tú tendrás que vivir mucho aún, mi joven y petulante amigo. Nada como un día detrás del otro...

El tiempo fue pasando. Cierto día, los árboles oyeron un ruido extraño. Era el estruendo de un trueno.

El pequeño Ipê se asustó. Nunca antes había oído un trueno. ¡En verdad, ni siquiera sabía lo que era un trueno!

Había llegado el tiempo de las aguas. Las nubes se fueron acumulando en el cielo, cada vez más oscuras y aterradoras. Un viento fuerte comenzó a soplar amenazando tempestad.

En ese momento pasó volando un pajarito asustado, pidiendo socorro. Aterrado y luchando para mantenerse de pie, el pequeño Ipê le gritó:

— No puedo. ¡Ves, necesito salvarme a mí mismo!
 

Pero el Jequitibá, amable, lo invitó:

— Escóndete aquí en mis hojas y estarás seguro.

Después pasó un conejo saltando, gritando:

— ¡Mi amigo, socórreme!

Y el Ipê no pudo ayudarlo por ser muy débil. Pero el generoso Jequitiba le habló con cariño:

— Existe un agujero en mi tronco. Entra y escóndete.

En poco tiempo, el gran Jequitibá tenía bajo su protección una montaña de animales: ardillas, monos, conejos, pajaritos, guacamayos y hasta un perezoso.

Después, gruesss gotas de lluvia comenzaron a caer, y llovió mucho. El agua del río creció terriblemente, inundando el margen y llevando todo lo que encontraba en el camino.

Las tierras en los márgenes del río amenazaban desbordarse y el pequeño y frágil Ipê se sintió perdido.

Las aguas agitadas bañaban las raíces y él notó que sería arrancado del suelo y arrastrado por la violencia de la corriente. Entre despechado y atemorizado, tuvo que gritar por ayuda:

— ¡Socorro, viejo Jequitibá! ¡Las aguas están llevándome!

Y el Jequitibá, que era muy bueno y generoso, bajó sus ramas, gritando:

— Cógete fuerte a mí. Nada te ocurrirá. ¡No tengas miedo!

Y el pequeño Ipê se agarró a las ramas fuertes del viejo árbol y se sintió muy seguro.

Cuando la tempestad pasó y el sol volvió a brillar, después de muchas horas, el Ipezinho despertó. Viendo que estaba bien, sano y salvo, agradecido y avergonzado, confesó:

— Tú fuiste muy bueno conmigo, ayudándome en un momento de peligro. He sido orgulloso y malo. Disculpa mi comportamiento insensato. Ahora reconozco que sin tú fuerza y experiencia yo no habría sobrevivido.

El Jequitibá sonrió:

— No tiene importancia, mi amigo. Hoy tú tuviste una experiencia difícil. Que ella te sirva de lección.

— ¡Yo creía que juventud y belleza era todo! ¡Ahora sé que existen cosas mucho más importantes!

Y de aquel día en delante, el pequeño Ipê aprendió a respetar a los más ancianos, y se hizo gran amigo del viejo y nudoso Jequitibá. 

                                                                  
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita