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Estudio Sistematizado del Nuevo Testamento Português   Inglês

Año 4  158 – 16 de Mayo del 2010

THIAGO BERNARDES
thiago_imortal@yahoo.com.br

Curitiba, Paraná (Brasil)  
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

 

El Evangelio según Mateo

Primer libro del Nuevo Testamento

(Parte 11)

Damos continuidad en esta edición al Estudio Sistematizado del Nuevo Testamento, que comprenderá el estudio de los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y del libro Actos de los Apóstolos. El estudio está basado en la versión del Nuevo Testamento que el lector puede consultar a partir de este link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.

Las respuestas correspondientes a las cuestiones presentadas se encuentran a finales del texto de abajo. 

Cuestiones para el debate 

1. ¿Qué respuesta dio Jesús a los fariseos que le preguntaron si era lícito pagar el tributo a César?

2. Un doctor de la ley, para probarlo, preguntó a Jesús: Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento en la ley? ¿Como le respondió Jesus?

3. Hablando a la multitud, Jesús dio al pueblo un curioso consejo relativamente a la doctrina enseñada por los escribas y fariseos. ¿Qué consejo fue ese?

4. En el mismo discurso, Jesús habló duramente a los escribas y fariseos, a quienes llamó  hipócritas. ¿Qué procedimientos erróneos y condenables el Señor les imputaba?  

5. Estando sentado con sus discípulos en el Monte de los Olivos, Jesús se refirió a varios acontecimientos que se realizarían en tiempos futuros, en un pasaje conocido por el nombre de sermón profético. ¿Qué profetizó Jesús, entonces, acerca del fin del mundo?   

Texto para la lectura 

59. Una cuestión sobre la resurrección - Después de decir a los fariseos: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios, Jesús fue visitado por unos saduceos (que decían no existir resurrección), los cuales lo interrogaron, diciendo: “Maestro, Moisés dijo: Si muriera alguien, no teniendo hijos, se casará su hermano con la mujer de él, y suscitará descendencia a su hermano. Ahora, había entre nosotros siete hermanos; y el primero, habiéndose casado, murió, y, no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma suerte el segundo, y el tercero, hasta al séptimo; por fin, tras todos, murió también la mujer. ¿Por lo tanto, en la resurrección, de cuál de los siete será la mujer, ya que todos la poseyeron?” Jesús les respondió: “Erráis, no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios. Porque en la resurrección ni casan ni son dados en boda; sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Y, acerca de la resurrección de los muertos, no habéis leído lo que Dios os declaró, diciendo: ¿Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Ahora Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos”. (Mateo, 22:21 a 22:33.) 

60. Jesús y el rey David - Estando reunidos los fariseos, Jesús los interrogó, diciendo: “¿Qué pensáis vosotros de Cristo? ¿De quién es hijo?” Ellos respondieron: “De David”. A La vista de eso, Jesús indagó: “Como es entonces que David, en espíritu, le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: ¿Te sientas a mi derecha, hasta que yo ponga a tus enemigos por escalón de tus pies? Si David, pues, le llama Señor, ¿cómo es él su hijo?” Nadie fue capaz de responderle nada. Y de aquel día en delante nadie más tuvo coraje de hacerle nuevas preguntas. (Mateo, 22:41 a 22:46.) 

61. Quién quiera ser el mayor, sea de todos el menor - Después de censurar los procedimientos de los escribas y fariseos, Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: “No queráis ser llamados Rabí, porque uno sólo es vuestro Maestro, a saber, Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y a nadie en la tierra llaméis vuestro padre, porque uno sólo es vuestro Padre, el cual está en los cielos. Ni os llaméis maestros, porque uno sólo es vuestro Maestro, que es Cristo. El mayor de entre vosotros sea vuestro siervo. Y el que a sí mismo se exaltara será humillado; y el que a sí mismo se humillase será exaltado”. (Mateo, 23:8 a 23:12.) 

62. Jesús prevé las persecuciones que sufrirán sus emisarios - Finalizando su censura a los escribas y fariseos, Jesús afirmó: “He ahí que yo os envío profetas, sabios y escribas; a unos de ellos mataréis, y crucificaréis; y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad; para que sobre vosotros caiga toda la sangre justa, que fue derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel, el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquias, que matasteis entre el santuario y el altar”. Después de decir esto, el Señor añadió: “En verdad os digo que todas estas cosas han de venir sobre esta generación. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise yo juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, y tú no quisiste! He ahí que vuestra casa va a quedar desierta; porque yo os digo que desde ahora no me veréis más, hasta que digáis: Bendito lo que viene en nombre del Señor”. (Mateo, 23:34 a 23:39.) 

63. El Señor prevé la destrucción del templo - Cuando Jesús salía del templo, se aproximaron a él sus discípulos para mostrarle la estructura del majestuoso edificio. El Señor, sin embargo, les dijo: “¿No veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. (N.R.: De hecho, algunos años después, en la sangrienta batalla trabada entre judíos y romanos, el templo de Jerusalén fue destruido.) (Mateo, 24:1 y 24:2.) 

64. El final de los tiempos -  La descripción del final de los tiempos, hecha por Jesús, es formada de imágenes fuertes, como las que  siguen: “Cuando, pues, veáis que la abominación de la desolación, de que habló el profeta Daniel, está en el lugar santo: quién lee comprenda; entonces, los que estén en Judea huyan para los montes; y quien esté sobre el tejado no descienda a quitar alguna cosa de su casa; y quien esté en el campo no vuelva atrás a buscar sus vestidos. ¡Más ay de las embarazadas y de las que amamantaran aquellos días! Y orad para que vuestra fuga no acontezca en el invierno ni el sábado; porque habrá entonces gran aflicción, como nunca hube desde el principio del mundo hasta ahora, ni tan poco ha de haber”. (Mateo, 24:15 y 24:21.) 

Respuestas a las preguntas propuestas 

1. ¿Qué respuesta dio Jesús a los fariseos que le preguntaron si era lícito pagar el tributo a César?

Jesús, conociéndoles la malicia, dijo: ¿Por qué me probáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Ellos inmediatamente la presentaron. Jesús preguntó: ¿De quién es esta efigie y esta inscripción? Le dijeron: De César. Entonces el Maestro les dije: De ahí, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. (Mateo, 22:15 a 22:21.)

2. Un doctor de la ley, para probarlo, preguntó a Jesús: ¿Maestro, cuál es el grande mandamiento en la ley? ¿Cómo le respondió Jesús?

La respuesta de Jesús fue clara y directa: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, de toda tu alma y de todo tu pensamiento. Este es el primero y gran mandamiento. Y el segundo, semejante a este, es: Amarás a tú prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas. (Mateo, 22:35 a 22:40.)

3. Hablando a la multitud, Jesús dio al pueblo un curioso consejo relativamente a la doctrina enseñada por los escribas y fariseos. ¿Qué consejo fue ese?  

Jesús dijo al pueblo: En la silla de Moisés están sentados los escribas y fariseos. Todas las cosas, pues, que os digan que observéis, observadlas y hacedlas; pero no procedáis en conformidad con sus obras, porque dicen y no hacen, pues atan fardos pesados y difíciles de soportar y los ponen a los hombros de los hombres. Ellos, sin embargo, ni con el dedo quieren moverlos; y hacen todas las obras a fin de ser vistos por los hombres; y aman los primeros lugares en las cenas y las primeras sillas en las sinagogas, así como los saludos en las plazas, y aprecian ser llamados por los hombres como Rabí. (Mateo, 23:1 a 23:7.)

4. En el mismo discurso, Jesús habló duramente a los escribas y fariseos, a quienes llamó  hipócritas. ¿Qué procedimientos erróneos y condenables el Señor les imputaba?

Jesús les imputó una serie de procedimientos condenables, seguidamente resumidos: devoraban ellos las casas de las viudas, bajo pretexto de prolongadas oraciones; recorrían el mar y la tierra para hacer un prosélito, pero, después de haberlo hecho, lo hacían hijo del infierno dos veces más que ellos mismos; daban importancia muy grande a los diezmos recibidos pero despreciaban lo más importante de la ley, el juicio, la misericordia y la fe; conductores ciegos, eran capaces de coronar a un mosquito y tragar un camello; limpiaban el exterior del cuerpo y del plato, pero su interior continuaba lleno de rapiña y de iniquidad; se asemejaban a los sepulcros blanqueados, que por fuera realmente parecen hermosos, pero interiormente están llenos de huesos y podredumbre. (Mateo, 23:13 a 23:33.)

5. Estando sentado con sus discípulos en el Monte de los Olivos, Jesús se refirió a varios acontecimientos que se realizarían en tiempos futuros, en un pasaje conocido por el nombre de sermón profético. ¿Qué profetizó Jesús, entonces, acerca del fin del mundo? 

He ahí lo que Jesús profetizó al respecto: Acautelaos, que nadie os engañe; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy Cristo; y engañarán a muchos. Y oiréis de guerras y de rumores de guerras; mirad, no os asustéis, porque es menester que todo eso ocurra, pero aun no es el fin. Por cuanto se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá hambre, y pestes, y terremotos, en varios lugares. Pero todas estas cosas son el principio de los dolores. Entonces os han de entregar para ser atormentados, y os matarán; y seréis odiados por todas las naciones a causa de mí nombre. En ese tiempo muchos serán escandalizados, y se traicionarán unos a los otros, y unos a los otros se odiarán. Y surgirán muchos falsos profetas, y engañarán a muchos. Y, por multiplicarse la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Pero aquel que persevera hasta al fin será salvado. Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo, en testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. Más adelante, el Maestro concluyó: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no han de pasar. Más en cuanto a aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, sino únicamente mi Padre. (Mateo, 24:3 a 24:14 y 24:32 a 24:36.)

 

 

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