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Año 4  158 – 16 de Mayo del 2010


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

La contribución mayor de Chico Xavier
 

Se evalúa la importancia de Chico Xavier por el juicio que hacen de él los que no son espíritas: “Un hombre bueno”. Pero bueno, cuando se refiere a un hombre, tiene una magnitud especial e inmensa. Jesus, por ejemplo, decía que sólo Dios es bueno.  

Mucho más allá de su actuación en el área de la mediumnidad, esta es, tal vez, la mayor contribución traída hasta nosotros por Chico Xavier: haber mostrado que es posible ser cristiano en estos tiempos tan conturbados, en que el materialismo ha ganado fuerza, sobre todo en los países que la política mundana convino llamar como primer Mundo.

La humildad de Chico Xavier, que la película de Daniel Filho pudo mostrar a todos nosotros, era algo realmente cautivadora.

La humildad es, como sabemos, la virtud más importante para nosotros y para los médiuns, porque es ella, en la concepción espírita, la madre de todas las virtudes. Ocurre que en Chico Xavier a esa humildad se unieron la disciplina y una disposición impresionante para el trabajo en el bien.

Esas tres virtudes – humildad, disciplina y trabajo en el bien – constituyen los principales  requisitos a ser observados por quién quiera dedicarse a la mediumnidad y, por medio de ella, subir algunos escalones en el camino de la evolución.

La humildad permite que el médium se ofrezca al comunicante como instrumento pasivo y se presente, para los que sufren, como socorro y puerta de esperanza.

La disciplina garantiza al medianero el equilibrio y la productividad. Sin ella, Chico Xavier jamás podría haber producido la obra que nos legó, constituida por más de 400 libros y miles de mensajes que trajeron paz y luz a mucha gente.

Y, por fin, el trabajo en el bien observa un principio espírita hoy consagrado, al cual Cairbar Schutel ya se había referido cuando Chico era aún niño, o sea, que las facultades mediúmnicas se desarrollan en el trabajo de la caridad, porque es actuando en la caridad que se adquieren las cualidades que atraen la asistencia de los buenos Espíritus.

Un hombre llamado amor, he ahí un título que ha sido usado con frecuencia en nuestro país en la referencia al saudoso médium, título más del que adecuado porque Chico Xavier era, efectivamente, la personificación del amor corporificado en un ser humano.

El añorado médium, como nadie ignora, abrigaba en el corazón a las personas que lo buscaban, prodigaba a ellas toda la atención que sus problemas exigían y les ofrecía su tiempo, su apoyo y su comprensión. Paciente, servicial, justo, deseaba el bien y también lo practicaba. Si erró, lo que probablemente puede haber ocurrido, supo superar, como verdadero espírita, sus errores, reparándolos con mucho amor y trabajo.

El tutelado de Emmanuel fue creciendo, ascendiendo, desde la orfandad dolorida a la fase última de su existencia, conquistando, al cabo de ella, la merecida honra de tener un lugar especial en millones de corazones agradecidos. Como Francisco de Asís, amó tanto que su amor superó los límites estrechos de la religión y, como Francisco de Asís, mostró que el Evangelio de Cristo es fuente viva en los corazones de los hombres y que es posible seguir a Jesús en los mínimos actos de nuestra vida.

 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita