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Entrevista Português Inglês    
Año 3 152 – 4 de Abril del 2010
ORSON PETER CARRARA      
orsonpeter@yahoo.com.br   
Matão, São Paulo (Brasil)
Traducción:
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org  

 
Rogério Coelho:

“Jesús fue el estandarte mayor de la tumba vacía”

El compañero habla sobre el miedo y el dolor de la separación causada por la muerte y dice que es plenamente posible vencer
el recelo de la muerte y asimilar las aflicciones traídas por la aparente pérdida de nuestros entes queridos 

 

Rogério Coelho (foto), conocido articulista y escritor espírita, lanzó el libro ¿Y tras la muerte que ocurre? Se trata de una valiosa obra cuyo principal perfil es transmitir bienestar a los corazones que se sienten despedazados por el fenómeno natural de la muerte, que, del punto de vista humano, separa criaturas que se aman, trayendo el sufrimiento, muchas veces la desesperación y, en algunos casos, la depresión.

Utilizándose de la claridad y de la lógica del pensamiento espírita, Rogério desarrolló el libro, todo él estructurado sobre las bases de la inmortalidad del alma. Por ocasión del lanzamiento, nos

concedió la entrevista que sigue abajo. El libro fue publicado por Mythos.

El Consolador: ¿Por qué un libro para abordar la muerte, ese temido hecho de la vida humana?

La finalidad de este libro es eludir o por lo menos ablandar los temores y desesperaciones que envuelven ese evento natural, y para no sólo desmitificar el aspecto desolador y el cuadro de dolores acerbados que envuelven el fenómeno natural de la muerte, sino también guiar los conceptos espiritistas extremadamente consoladores, colocándola como Portal de la Inmortalidad que da acceso a la verdadera vida, buscando abrir la visión de las criaturas para los paneles del Infinito, en los cuales se desdobla – actuante – la vida normal y natural, la vida abundante de la referencia evangélica.

El Consolador: ¿Qué inspiración lo guió en la selección de los textos, en la configuración de los capítulos y su secuencia?

No nos preocupamos con la configuración de los capítulos y su secuencia, ya que el tema fluiría normalmente cualquiera que fuera la disposición de los mismos.  Pero, lo que nos llevó a seleccionar los textos fue un hecho ocurrido en Ecuador: Una conocida nuestra quedó totalmente alucinada y confundida con la “muerte” de su hijo durante una operación que se figuraba simple.   Su aflicción era tan grande que durante seis meses otra cosa no hizo sino quedar mirando la fotografía del hijo, sin interesarse por nada más...  Decidí enviarle algunas páginas que escribimos para la prensa espírita sobre el tema: “Muerte e Inmortalidad”.  El impacto de esa lectura en nuestra conocida fue extremadamente benéfico.  Ella logró salir de la crisis.  Sólo ahí me di cuenta de que andaba con un nuevo libro en mis manos. Si la lectura fue buena para ella, podría ser también para cualquier otra persona que estuviera en la misma situación de dolor y desesperación...  No es sin motivo que el Espiritismo tiene por alias el lema “Consolador”.

El Consolador: En el amplio abordaje sobre la Inmortalidad usted se preocupó en el bienestar ofrecido por la Doctrina Espírita para aquellos que se vuelven de un momento para otro sin la presencia física material de sus entes queridos.  ¿Cómo sitúa usted en el contexto de la actualidad ese bienestar ofrecido por las enseñanzas espíritas?

Es un consuelo tan bueno para los tiempos actuales y también futuros como lo fue en el pasado desde el surgimiento del Espiritismo...  Mientras las religiones de antaño y las variados aspectos de la filosofía dejan vacíos e incertidumbres de varios matices acerca de la “post mortem”, la Doctrina Espírita desvela los paneles de la Inmortalidad con hechos y testimonios verdaderos de la realidad del Mundo Espiritual del cual venimos y para donde, naturalmente, volveremos. ¡¡En ese campo el Espiritismo es singular e imbatible!

El Consolador: ¿Cuál es la mejor preparación que se puede hacer para el inevitable hecho de la muerte?

La práctica del bien y la conciencia pura constituyen, según los Espíritus, (El Libro de los Espíritus, q. 165), la mejor preparación que se puede hacer para encarar ese inevitable hecho, además, es claro, del conocimiento del Espiritismo.

El Consolador: Para los que aun dudan de la inmortalidad, ¿que diría usted?

Para los incrédulos aconsejaríamos que descendieran del pedestal del orgullo, de la presunción y de la soberbia y buscaron – humildemente y sin prejuicios – estudiar los conceptos espiritistas, no olvidando que la clase médica un día dudó de la existencia de los micro-organismos hasta que el microscopio probó su existencia. Paradójicamente, la “muerte” es el “microscopio” que revela la inmortalidad del alma.  Pero, no hay necesidad de esperar por ella para creer: Basta conocer lo que enseña el Espiritismo, que comenzó con fenómenos ostensivos justamente para sacudir el escepticismo de los materialistas e incrédulos.

Léon Denis en su extraordinario libro “El Problema del Ser, del Destino y del Dolor”, editado por la FEB, explica – en las páginas iniciales – que “a la vista de tantos fenómenos verificados experimentalmente, en presencia de testimonios que de todas partes se acumularon, ningún Espíritu perspicaz puede continuar negando la realidad de la otra vida,  esquivándole las consecuencias y a la responsabilidades que ella acarrea.  (...) El Cristianismo tuvo como punto de partida fenómenos de naturaleza semejante a los que se verifican en nuestros días, en el dominio de las ciencias psíquicas. Es por esos hechos que se revelan la influencia y la acción de un mundo espiritual, verdadera morada y patria eterna de las almas.  Por medio de ellos se rasga un claro azul en la vida infinita.  Va a renacer la esperanza en los corazones angustiados y la Humanidad va a reconciliarse con la muerte”.

El Consolador: ¿Es posible vencer el miedo a la muerte?

En general nosotros tenemos miedo de lo desconocido; y de la muerte, entonces, ¡ni se habla! ¡Causa pavor a mucha gente!  Eso es natural, y forma incluso parte del instinto de conservación de la especie, con la agravante de que durante siglos nuestro discernimiento fue cocinado en el caldo cultural judaico-cristiano.  Pero, una vez conocido y entendido nuestro destino espiritual, el miedo desaparece o como mucho puede quedar un inofensivo y comprensible “recelociño”.  Allan Kardec aborda con peregrina claridad y objetividad la cuestión del “temor de la muerte”.  Basta verificar allá en el libro “El Cielo y el Infierno”, 1ª parte, cap. II, y constatar que “la vida futura deja de ser una hipótesis para ser una realidad, en la cual el mundo espiritual nos aparece en la plenitud de su realidad práctica.  (...) No más permisible siendo la duda sobre el futuro, desaparece el temor de la muerte; se encara su aproximación con sangre fría, como quién aguarda la liberación por la puerta de la vida y no de la nada”.

El Consolador: ¿Qué palabras pueden ser dirigidas para los que enfrentan la realidad de la separación de sus entes queridos?

Palabras de solidaridad y aprecio, un bueno, largo y cariñoso abrazo y, en la primera oportunidad que surja, ofrecer un ejemplar del Evangelio según el Espiritismo, recomendando en especial la lectura de los capítulos V y VI, cuyos contenidos son bálsamos para los corazones dilacerados por el dolor. Orar por los que se fueron y por los que quedaron también es una actitud de alta significación y de efectos extremadamente positivos.

El Consolador: ¿Y cómo situar en todo ese contexto de reflexiones el binomio inmortalidad/reencarnación?

Podríamos mejorar esta ecuación transformando ese binomio en un trinomio: Inmortalidad, Comunicabilidad de los Espíritus y Reencarnación.  Esos elementos realzan y consolidan el aspecto consolador del Espiritismo, ofreciéndonos la seguridad de que “Dios no es Dios de los muertos, sino de los vivos”, una vez que prueban experimentalmente que la vida continúa activa después del pasaje por el lado de la tumba.

El Consolador: Pero, ¿que ocurre realmente después de la muerte?

Tras la muerte seremos alocados en algún lugar del Mundo Espiritual compatible con nuestro grado evolutivo, en el cual vamos a enfrentar la cosecha de nuestra plantación, de acuerdo con nuestras obras, conforme la afirmación de Jesús incluida en el capítulo 16, versículo veintisiete del Evangelio de Mateo. Es evidente que todo ese proceso estará envuelto en el algodón de la misericordia divina y no faltarán apoyo y asistencia a quién haya hecho por merecerlos. En ese momento lo que va a hablar alto será la práctica del bien y la conciencia pura, conforme vimos arriba.

El Consolador: ¿De qué forma incorporamos en nosotros mismos la convicción de que somos seres inmortales?

Por el estudio, por el razonamiento, por la lógica...  Jesús fue el estandarte mayor del túmulo vacío y finalmente, ¿no fue Él quien dijo que iba a prepararnos el lugar?  Ahora, si Él se dispuso a eso sabiendo que nuestro cuerpo físico se destruye, es porque algo que existe en nosotros de inmortal irá a ocupar el lugar que Él iba a preparar. ¿Por qué Él iba a preparar lugar para nosotros si no hubiera vida post-mortem?  Dudar, ¿quien ha de?

El Consolador: Sus palabras finales.

Me gustaría dejar para los queridos lectores nuestros fraternales saludos y un estímulo para el estudio serio y perseverante del Espiritismo, esa Doctrina maravillosa que nos llena de alegría de vivir, dinamiza nuestra fe y guía nuestros pasos, además de explicarnos cómo ninguna otra – de manera clara e incuestionable – nuestro origen y destino o sea: de dónde venimos, qué estamos haciendo aquí y para dónde vamos...  Nos enseña, también, a trabajar – desinteresadamente – en los surcos de la Caridad, fuera de la cual no hay salvación, enseñándonos, desde ya, la definitiva liberación espiritual.

Teniendo cómo balizas el “amaos e instruiros” sugeridos por el Espíritu de Verdad, no tendremos motivos para temer la muerte, que otra cosa no es sino simple y feliz transición de uno para el otro plano de la vida inmortal, en el cual continuaremos nuestra ascensión evolutiva. Hago votos que la lectura de nuestro nada pretensioso librito pueda suavizar los corazones ulcerados por el dolor y por la nostalgia de los entes queridos que se fueron, tal como lo hizo con nuestra querida amiga ecuatoriana. 


 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita