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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 – Nº 141 17 de Enero del 2010

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La oveja perdida

 

Hace mucho tiempo vivía en Palestina, tierra donde Jesús nació, un pastor que poseía cien ovejas.

Ese hombre era muy bueno y cuidaba siempre con cuidado de sus ovejitas, dándoles agua fresca y limpia y llevándolas a pastar a campos verdes y soleados.

A las ovejitas les gustaba mucho su pastor, pues él era siempre cariñoso y amable con ellas.

Cierto día una ovejita decidió huir de casa. Estaba cansada de ver siempre las mismas caras y el mismo pasto. Deseaba conocer el mundo, ver otros lugares, otras personas y no tener que obedecer a nadie. ¿Quién sabe si además de aquellos campos donde vivía encontraría pastos mejor y más rico?

¿Saben lo que ella hizo? Después que volvieron para casa y la noche cayó sobre la Tierra, esperó que todo el rebaño adormeciera y huyó sin hacer ruido. No quería despertar a su dueño ni a sus hermanitas.

No pensó que podría encontrar peligros en una noche oscura y por caminos desconocidos. No

pensó siquiera que podría encontrar algún lobo malvado y hambriento en el camino. No. Ella quería ser libre, correr por los campos, comer cuando tuviera gana, no tener que obedecer órdenes y no tener a nadie vigilando sus pasos. ¡Pobrecita!

El día siguiente, el pastor, que me gustaba mucho de sus ovejas y tenía cuidado con ellas, notó la falta de la ovejita. En el aprisco, lugar donde quedan las ovejas, él contó, contó y contó... ¡Pero sólo había noventa y nueve ovejas!  

¿Saben lo que él hizo? Muy triste y preocupado, dejó las noventa y nueve ovejas en seguridad y partió en busca de la ovejita huída.

Anduvo, anduvo, anduvo... ¡Buscó por todos los lugares donde sabía que a ella le gustaba  esconderse, pero nada! Anduvo por los campos, por los montes, en el margen de los riachos, pero no consiguió hallarla.

¡Cuando ya estaba cansado de tanto buscar, acabó por encontrarla!

¡Se sintió muy feliz! Ciertamente, ella había resbalado en las piedras y había caído en un agujero, en medio de un espinar. Estaba toda golpeada, cansada de tanto berrear y pedir ayuda. La pobrecita estaba sufriendo bastante; sentía frío, hambre y sed.  

Se sintió muy contenta cuando vio a su buen pastor que venía a salvarla. Estaba bastante arrepentida de haber huido de casa

El pastor, con mucho cariño, le dio agua, la curó de sus heridas y después, con cuidado, la cogió en los brazos amorosos y la llevó para la casa muy feliz de la vida.

Al llegar a casa, lleno de alegría, llamó a sus vecinos y amigos, diciéndoles:

— ¡Vean! ¡Encontré a mi ovejita perdida! Alégrense conmigo.

Y la ovejita, también feliz por estar de vuelta a casa y segura, nunca más pensó en huir. ¡Al final, nuestro hogar es el mejor lugar para vivir!

Esta parábola fue contada por Jesús para mostrarnos la bondad de Dios, nuestro Padre.

El pastor es Jesús, que tiene tantos cuidados para con nosotros, que somos sus ovejitas.

Lejos del amparo de Jesús, nosotros sólo encontraremos sufrimientos, peligros y miseria.

Como la ovejita de la parábola, también nosotros, muchas veces, deseamos huir de casa, de nuestras obligaciones, de los cuidados del papá y de la mamá, que nos llaman la atención cuando hacemos algo equivocado. Pero... todo lo que hacen es por nuestro bienestar.

La parábola nos muestra que siempre encontraremos amparo y asistencia en Jesús. No importa lo que hayamos hecho, siempre podremos arrepentirnos, volver atrás en nuestras decisiones, y seremos muy bien recibidos, como la ovejita huída.

Y si así actuáramos, daremos mucha alegría a todos aquellos que nos aman, familiares, amigos, nuestros ángeles de la guarda — que son Espíritus muy elevados que velan por nosotros —, y también para Jesús, que es nuestro amigo de corazón.      
 

(La adaptación de la Parábola de la Oveja Perdida, de Mateo, 18:12 a 14, y Lucas, 15: 3 a 7.)

                                                                 
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita