WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 134 – 22 de Noviembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El astronauta del futuro

 

Lucas, un niño de siete años, andaba siempre mirando para el cielo, admirando las estrellas y soñando despierto.

Adoraba el espacio y le gustaba imaginar que era un astronauta. Siempre que se reunía con amiguitos, en su casa, el juego más frecuente era que estaban en una nave espacial, en viaje por  las   galaxias.    Inventaban   dificultades,

obstáculos y problemas, que ellos mismos resolvían, volviendo siempre con seguridad para el planeta Tierra.


Cuando a Lucas le regalaron un traje de astronauta, quedó eufórico. Así no conseguía hacer más nada. Pasaba todo el tiempo dentro de la ropa, viviendo en su mundo de fantasía.

En la escuela, tenía dificultad en mantener el pensamiento en el aula. Estaba siempre viajando.

Cierto día, él no consiguió hacer los deberes de casa, y la profesora preguntó:


— ¿Por qué no hiciste las tareas, Lucas?

Con la cabeza baja, avergonzado por ser reprendido frente a los compañeros, él respondió:

— Lo olvidé, profesora.

Daniel, un chico que estaba siempre jugueteando y haciendo bromas acerca de todo, sugirió:

— Va a ver que estaba viajando por las estrellas, profesora.

Todos rieron a carcajadas.

— ¡Silencio! — ordenó la profesora.

Después, mirando para el bromista preguntó:

— ¿Por qué dijiste tú eso, Daniel?

El niño, avergonzado, respondió:

— Discúlpeme, profesora, ¡pero Lucas está siempre jugando a viajes espaciales!

— ¡Ah! ¿Entonces por eso es por lo que tú no hiciste las tareas, Lucas?

— Es verdad, profesora. Cuando juego no veo el tiempo que pasa. Adoro colocarme mi ropa de astronauta e imaginar que estoy en el espacio en una misión.

— Entiendo. ¿Pero por qué tanto interés? ¿Qué esperas tú con eso?

Delante de la atención de la profesora, Lucas explicó:

— Tengo ganas de conocer otros planetas, de encontrar vida en otros mundos, de conocer seres diferentes. ¡Cuando crezca, voy a estudiar bastante y quiero ser un astronauta! 

La profesora, que lo miraba seria, consideró:

— ¿Pero no sabes que ahora, tú puedes perjudicarte, y hasta ser reprobado, si no estudiaras? Además de eso, Lucas, todo eso es tontería. Hasta ahora nadie probó que existe vida en otros mundos. Creo mejor olvidar esas tonterías y tratar de estudiar.

¡Vamos a la clase!

La profesora se volvió para la pizarra, escribiendo la materia del día, y nadie más habló  del asunto.

Lucas, sin embargo, estaba profundamente molesto. Se sentía humillado ante los compañeros.

La profesora había acabado con sus sueños, con sus planes para el futuro.

Triste y desilusionado, con la cabeza baja, Lucas volvió para casa.

Al verlo llegar desanimado, la madre le preguntó:

— ¡Hola, hijo mío! ¿Qué pasó? Parece que tú estés un poco triste. Ven aquí, te sientas cerca de la mamá y me cuentas lo que ocurrió:

El chico relató lo ocurrido en la sala de aulas y, con lágrimas en los ojos, quiso saber:

— Mamá, ¿es verdad que no existe vida en otros planetas?

La madrecita abrió los ojos, sorprendida:

— ¿Cómo no, hijo mío? El hecho de aún no haber encontrado vida no significa que no exista. Los viajes espaciales son hechos exactamente para encontrar vestigios de vida en otros mundos.

— Ah, ¿es verdad? Estoy más tranquilo — respondió el niño, aliviado.

La madre pensó un poco, y prosiguió:

— Además de eso, hijo mío, juzgo que tu profesora no conoce bien el Evangelio de Jesús.

Y, delante del chico maravillado, la madre explicó:

— Cuando Jesús dijo: Hay muchas moradas en la Casa de mi Padre, habló exactamente sobre ese asunto. ¿Cuál es la Casa del Padre, Lucas?

— ¡Aprendí que es todo lo que existe!

— Exacto, hijo mío. Entonces, la Casa de Dios, nuestro Padre, es el Universo, con todo lo que él contiene: el Sol, la Luna, las Estrellas, los Planetas y todo lo más. ¿Tú crees que el Creador, que es la sabiduría suprema, crearía todo eso para nada? Por ejemplo, ¿tú crearías una ciudad para colocar vida inteligente sólo en una pequeña barraca, de un barrio muy distante?

— ¡Claro que no, mamá!

— Entonces, Lucas, nuestro Padre Celeste tampoco no haría eso.

Aun preocupado, el niño replicó:

— Entonces, ¿por qué hasta ahora no fue encontrada vida en otros mundos, mamá?

La madre pensó un poco y concluyó:

— Tal vez aún sea pronto, hijo mío. La cantidad de planetas que existe en el Universo es inmensa, lo que hace la búsqueda más difícil. Ocurre también, que nuestros aparatos y naves no son equipados de manera a realizar esa hazaña, por el momento. Además de eso, con la violencia que existe en nuestra sociedad, las guerras, que son fruto del orgullo, del egoísmo y de la ambición de los hombres, ¿qué crees que iba a ocurrir si Dios permitiera que el ser humano desembarcara en un otro planeta?

  ¡Llevaría peleas para allí! – respondió el chico.

— Eso mismo, hijo mío. Llevaría confusión, desorden, agresividad, violencia, y mucho más. Todo lo que existe aquí en nuestro mundo. Y eso Dios no puede permitirlo.

Lucas quedó callado, reflexionando en lo que la madre le había dicho.

Viendo al hijo pensativo, la madre concluyó:

— Pero no pierdas la esperanza, hijo mío. Confía en Dios. Todo eso va a cambiar. En el futuro, cuando el hombre sea mejor, cuando consiguiera vivir en paz con sus hermanos, cuando sepa respetarse a sí mismo, a su semejante y a la propia naturaleza, Dios permitirá que realice su deseo y encuentre vida en otros mundos. Hasta entonces, no dejes de soñar, pero prepárate y estudia bastante.

Lucas se llenó de alegría y de renovadas esperanzas ante las palabras de la madrecita y continuó mirando para el espacio infinito, admirando las estrellas y soñando con el día en que sería un astronauta, para llevar la paz a otros planetas.                          

                                                                 
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita