WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 133 15 de Noviembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Respuesta de Dios

 

Jandira, una niña de ocho años de edad, desde muy pequeña se había acostumbrado a pasar por toda suerte de privaciones.

No hubo conocido al padre, y la madre la había abandonado cuando tenía poco más de cuatro años.

Una vecina, apiadándose de ella, la llevó para casa. Pero la vecina tenía muchos hijos e inmediatamente Jandira percibió que no podría vivir allí, que no era bienvenida.

Con cinco años salió de la casa que la había acogido, cansada de trabajar, y fue para la calle, acompañando a unos niños que conoció y que tampoco tenían familia. Así, Jandira fue a vivir con los nuevos amigos en una cabaña abandonada.

Aprendió a pedir limosnas para poder sobrevivir. Comía de lo que le daban. A pesar de todas las dificultades de su corta vida, Jandira jamás fue una niña rebelde. Tenía el corazón amoroso y bueno, y todos la estimaban. Creía en Dios y tenía certeza de que Él no la dejaría desamparada, conforme oyó a alguien enseñar cierta vez.

Cierto día, mientras pedía limosna en la ciudad, Jandira vio aproximarse a un hombre de aspecto distinguido, muy bien vestido.

– ¡Por caridad, una limosna! – pidió.

Oyendo la voz de la niña, Manoel miró y vio una niña de rostro sucio, ropas rasgadas, que el miraba con grandes ojos vivos y confiados. Como andaba con prisa, dio una moneda sin detenerse.

Al día siguiente, encontró a la chica en el mismo lugar. Ella sonrió y extendió la manita pidiendo una limosna. Nuevamente Manoel dio una moneda, contra sus hábitos, y oyó el agradecimiento de la niña.
 

– Que Dios lo bendiga y que nunca le falte nada.

Impresionado, siguió adelante con pasos rápidos, pero no consiguió olvidar el rostro de la chica durante todo el día.

A la mañana siguiente, allá estaba ella en el mismo lugar. La niña se aproximó a él con una florecita en la mano, sonriente.

– Es suya. La traje para el señor.
 

Sorprendido, Manoel sintió necesidad de parar para charlar.

– ¿Como te llamas? – preguntó.

– Jandira.

– ¿Cuántos años tiene, Jandira?

– Creo que tengo ocho o nueve años, señor. No sé con seguridad.

– ¿Nos vas a la escuela? – indagó él.

– No. Nunca pude estudiar, a pesar de tener mucha voluntad de aprender a leer y a escribir.

– ¿Dónde vives tú, Jandira? – preguntó, impresionado.

– En un barraca, con otros niños.

– ¿Por qué? ¿No tienes familia?

– Mi madre se fue cuando yo era muy pequeña. Tengo sólo padre.

– ¿Cómo se llama tu padre? – quiso saber él.

La niña respondió con seriedad.

– Dios.

– ¿Dios? ¿Este es el nombre de tu padre? – él preguntó, pensando no haber entendido bien.

– Sí. ¿Dios no es el Padre de todo el mundo? – respondió ella con simplicidad.

– ¡Ah! Es verdad.

– Entonces, Él no deja que me falte nada. Tengo todo lo que necesito. Un techo para abrigarme de la lluvia y del frío, tomo un baño en una fuente y, cuando siento hambre, pido una limosna y gano dinero para comprar algo que comer. A veces gano comida y no preciso pedir limosnas, y aún puedo repartir con los otros lo que recibo.

Sensibilizado, Manoel preguntó:

– ¿Qué es lo que más te gustaría tener, Jandira?

– Nada. Yo no preciso de nada.

– Di. Me gustaría poder ayudarte – insistió Manoel.

La niña pensó un poco y, con los ojos rasos de lágrimas, respondió en voz baja:

– Me gustaría tener una familia de verdad.

Manoel sintió una presión en el corazón y las lágrimas afloraron a sus ojos. Se sentía culpable. Era rico, tenía todo. Una casa grande, empleo bueno y no tenía hijos. Vivía sólo con la esposa y nunca había pensado en ayudar a nadie. ¡Y aquella niña pedía tan poco de la vida!

Tomó una resolución. Su esposa siempre había querido hijos e le gustaría.

Miró a la niña a su frente, y dijo:

– Ahora todo va a ser diferente, Jandira. Dios, a pesar de darte todo, como tú afirmaste, me encargó de ser tu padre aquí en la Tierra. ¿Aceptas? Además de un padre, tendrás también una madre.

Sin poder creer en tamaña felicidad, Jandira saltó a los brazos de Manoel, llena de alegría.

– ¿Dios lo mandó? ¡Acepto! Yo sabía que él no dejaría de atender a mis plegarias. Antes de dormir – explicó – siempre pedía al Padre del Cielo que me diese un padre de verdad aquí en la Tierra.

En ese momento, Jandira se acordó de los compañeros:

– ¡Ah!... ¿Y mis amigos? ¡No puedo abandonarlos!

– No vas a abandonarlos, Jandira. Como mi hija, tendrás oportunidad de ayudarlos. Tengo dinero. Arreglaremos una casa de verdad, alguien que cuide de ellos y tendrán tiempo de estudiar para ser más tarde criaturas dignas y útiles a la sociedad.

La niña tocaba las palmas de alegría.

– ¡Qué bueno! ¡Qué bueno!

Enseguida miró a Manoel con mucho cariño y, cogiéndose a la mano de él, preguntó:

– ¿Puedo llamarte papá?

                                                                 
 
                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita