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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 132 – 8 de Noviembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

El niño perezoso

 

Rogério era un niño de familia buena y preocupada con su educación.

Vivía en un sitio muy bonito, cerca de la ciudad, donde había muchos animales.

Notando que Rogério no le gustaba trabajar, la madre lo orientaba con cariño:

— Mi hijo, en esta vida todos nosotros tenemos que ser útiles de alguna forma. Dios no nos concedió la vida para que seamos un peso para la naturaleza.

Pero el chico huía a todo esfuerzo noble y útil, como hacer los deberes de la escuela, estudiar las lecciones, leer, arreglar sus cosas, guardar los juguetes.

Cierto día, él escapó de casa, bastante contrariado, porque la madre le pidió que ayudara barriendo la casa.

Andando por un camino, Rogério iba murmurando. Como era muy perezoso, tras caminar un poco se sintió cansado y se sentó a la sombra de un árbol al margen de un río.

Acomodado confortablemente, Rogério suspiró y dijo:

— ¡Ah! ¡Me gustaría ser como este río que no hace nada!

Para su sorpresa, oyó una voz que le dijo:

— Tú estás muy engañado. Trabajo bastante. Transporto con mucho cuidado el agua que irá a beneficiar a las plantaciones y que es utilizada por las criaturas humanas en los más diversos servicios; las aves y los animales vienen hasta mí para saciar la sed. Además de eso, sirvo de vivienda para muchos peces.

Asustado, Rogério pensó un poco y, contemplando una vaca marcada que rumiaba en el pasto, allí cerca, consideró:

— Bien, entonces me gustaría ser como aquella vaca que pasa todo el tiempo sin hacer nada. Sólo come y duerme.

La vaquita, que oyó las palabras del niño, se aproximó a la cerca y mugió:

— Muuuu... muuuu.... ¿Cómo que no hago nada? Suministro la leche que tú tomas todas las mañanas.

Sin contar que muchas de mis hermanas dan hasta la vida para alimentar a los hombres y, de nuestro cuero, aun hacen zapatos, bolsas y cinturones.

Decepcionado por la reacción del animal, el niño miró a su alrededor buscando a quién no hiciera absolutamente nada.  

El árbol, que se conservó callado hasta aquel instante, entró en la conversación afirmando:

— También trabajo. Doy flores y frutos que sirven de alimento. Cobijo pájaros, pequeños animales e insectos en mis ramas fuertes. Además de eso, a todos les gusta descansar a mi sombra acogedora. ¡Como tú, por ejemplo!
 

El carnero, que se había aproximado para participar de la conversación, dijo que su tarea era suministrar la lana; la gallina afirmó que producía los huevos, y hasta una araña, que tejía su tela, tenía una tarea:

— Si no fuera por mí, que me alimento de las moscas y pequeños insectos  que  existen  en  el  aire, ¡tú  vida  sería

imposible! — afirmó orgullosa.  

El niño estaba avergonzado. Sólo a él no le gustaba trabajar.

Pensativo, Rogério volvió para la casa.

Encontró a la madre atareada en hacer el almuerzo para la familia.

Sin decir nada, Rogério cogió la escoba y se puso a barrer.


 
                                                                   Tía Célia 


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita