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Año 3 126 – 27 de Septiembre del 2009

MARCELO BORELA DE OLIVEIRA    
mbo_imortal@yahoo.com.br  
Londrina, Paraná (Brasil)  

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Como se da la influencia espiritual en nuestra vida y como podemos neutralizarla


La influencia que los Espíritus ejercen sobre nuestros pensamientos y acciones en el día a día es mucho mayor de lo que imaginamos, por cuanto en muchas ocasiones son ellos quienes nos dirigen.

Leemos en el ítem 459 de El Libro de los Espíritus: – ¿Influyen los Espíritus en nuestros pensamientos y en nuestros actos? “Mucho más de lo que imagináis. Influyen hasta tal punto que, de ordinario, son ellos los que os dirigen.”

La Revista Espírita de 1858 nos presenta un ejemplo de ese hecho con el caso del Sr. F., muchacho instruido, de educación esmerada y carácter suave y benevolente, víctima de un proceso de fascinación que sólo llegó al fin con la ayuda de los buenos Espíritus.

Inspirado por el Espíritu de su padre, el muchacho fue hasta Kardec y buscó seguir el consejo de los Espíritus, que le recomendaron entregarse a un trabajo rudo que no le dejara tiempo para oír las sugerencias malas.

Al fin del tratamiento, el Espíritu que actuaba sobre F., que se identificó con el nombre de François Dillois, acabó confesándose vencido y expresó el deseo de progresar. Comentando el caso, Kardec hizo en la Revista Espírita las siguientes observaciones:

1. Los Espíritus ejercen sobre los hombres una influencia saludable o perniciosa; no es preciso, para esto, ser médium.

2. No teniendo la facultad, ellos obran de mil y una maneras.

3. La influencia de los Espíritus sobre nosotros es constante, y todos se hallan expuestos a ella, quieran creer o no.

4. Tres cuartas partes de nuestras acciones malas y de nuestros malos pensamientos son frutos de esa sugerencia oculta.

5. No hay otro criterio, sino el buen sentido, para discernir el valor de los Espíritus. Cualquier fórmula dada para ese fin por los propios Espíritus es absurda y no puede emanar de Espíritus superiores.

6. Los Espíritus inferiores recelan de los que les analizan las palabras, desenmascarando las torpezas y no se dejan prender por sus sofismas.

La influencia espiritual sólo se concreta en virtud de la sintonía que se establece entre nosotros y los Espíritus

Conforme las enseñanzas espíritas, la influencia espiritual sobre nosotros puede ser buena o mala, oculta u ostensiva, fugaz o duradera, pero en toda y cualquier situación sólo se concreta en virtud de la sintonía que se establece entre nosotros y ellos.

En muchos de los pensamientos que tenemos, nos surgen a veces ideas diferentes e incluso contradictorias acerca del mismo asunto. Probablemente en esos momentos estemos siendo blanco de la influencia de los Espíritus, hecho que no todos percibimos, especialmente cuando ella se da de forma sutil y oculta, como se verificó en el conocido caso Custódio Saquarema, que Humberto de Campos (Espíritu) relató en su libro “Cartas y Crónicas”, psicografiado por el médium Francisco Cándido Xavier.

Custódio Saquarema fue en la Tierra un importante abogado y, conforme sus propias palabras, obtuvo mucha  consideración  y  ganó  mucho  dinero  en  la

última existencia, volviendo, sin embargo, a la vida espiritual mucho más pobre  que cuando hubo partido, en el rumbo de la reencarnación. Él renació en un hogar espírita, pero, como sucede a la mayoría de los reencarnados, traía consigo, unidos a su clima psíquico, algunos socios de adicciones y extravagancias del pasado que, sin el vehículo de carne, se valían de él para vincularse a las sensaciones del plan terrestre.

Su programa reencarnatorio era excelente, pero sus vampirizadores, astutos e inteligentes, actuaban solapadamente, sin que él, ni de lejos, les presintiera la influencia. Y lo hacían a través de simples consideraciones íntimas. Tan inmediatamente se vio salido de la adolescencia, con buena dosis de razonamientos lógicos en la cabeza, los instructores amigos le exhortaron, por medio de sus padres, a cultivar el reino del espíritu, refiriéndose con eso al estudio, abnegación, perfeccionamiento, pero dentro de él las voces de sus acompañantes surgían de la mente, hilos del agua fluyendo de fuentes, dándole la falsa idea de que hablaba consigo mismo: "¿Cosas del alma, Custódio? Nada de eso. Tú hora es de juventud, alegría, sol... Deja la filosofía para después..."

El caso Custódio Saquarema es una prueba de que la influencia puede ser sutil y disfrazada

Esas consideraciones se repitieron a lo largo de la existencia, cambiando apenas de forma. Al concluir la facultad, las advertencias del hogar se hicieron más altas, llamándolo al deber; sin embargo, sus seguidores invisibles replicaban con la mofa inarticulada: "¿Ahora? No es ocasión oportuna. ¿De qué manera armonizar la carrera iniciada con asuntos de religión? ¡Custódio, Custódio!... ¡Observa el criterio de las mayorías, no te hagas loco!..."

Años después, Custódio se casó y, enseguida, los llamados a la espiritualización recrudecieron. Sus bellacos explotadores, con todo, comentaron, vivaces: "¡No cedas, Custódio! ¿Y las responsabilidades de familia? Es preciso trabajar, ganar dinero, obtener posición, cuidar de tú mujer e hijos..."

Cuando en la edad madura, él aún recibía los avisos de los buenos Espíritus, por intermedio de compañeros dedicados, llamándolo a la elevación moral por la ejecución de los compromisos asumidos; más en la casa mental se elevaban los argumentos de sus obsesores inflexibles: "Custódio, tú tienes más quehaceres... ¿Cómo disminuir los negocios? ¿Y la vida social? Piensa en la vida social... Tú no estás preparado para la siembra de la fe..."

Llegaron, por fin, la vejez y la enfermedad. Custódio pasó entonces, a sufrir y a desencantarse y las últimas invitaciones de la Espiritualidad Mayor aún insistían a que se consagrara a las cosas sagradas del alma, mientras que los gritos de sus antiguos vampirizadores se elevaban, irónicos, soplándole sarcasmo, como si fuera él mismo  ridiculizándose: "¡¿Tú, viejo Custódio?! ¿Que vas a hacer tú con el Espiritismo? Es demasiado tarde... Profesión de fe, mensajes de otro mundo... ¿Qué se dirá de ti, mi viejo? Tus mejores amigos hablarán de locura, senilidad... No tengas duda... Tus propios hijos te lo impedirán, como siendo un enfermo mental, inepto para la dirección de cualquier interés económico... Tú no estás más en el tiempo de eso..."

Nótese, conforme el propio Custódio Saquarema observó, que sus perseguidores no le maltrataron el cuerpo, ni le perturbaron la mente. Alentaron sólo su comodismo y, con eso, le impidieron cualquier paso renovador. Él fue víctima, a lo largo de la existencia, de una especie de obsesión disfrazada.

Los Espíritus infelices, de mente ultrajada, viven más con los compañeros encarnados de lo que se supone

Una forma, aunque precaria, de distinguir nuestros pensamientos de los que nos son sugeridos es comprender que, normalmente, pertenece a nosotros el primer pensamiento que nos ocurre. Lo importante, sin embargo, es saber que, independientemente de sugerencias o no, la responsabilidad por los actos es nuestra, cabiéndonos el mérito por el bien que de ahí resultara o el demérito si la acción es negativa.

Allan Kardec explica en la cuestión 462 de “El Libro de los Espíritus” que hacer esa distinción no siempre es posible y así lo justifica: “Si fuese útil que pudiéramos claramente distinguir nuestros propios pensamientos de aquellos que nos son sugeridos, Dios nos habría dado el medio, así como nos da el de distinguir entre el día y la noche. Cuando algo queda impreciso, es que así conviene a nuestro beneficio”.

Nos dice Rodolfo Calligaris en su libro “Páginas de Espiritismo Cristiano” que “pensar es vibrar, es entrar en relación con el Universo espiritual que nos envuelve, y, conforme la especie de las emisiones mentales de cada ser, elementos similares se le imantaron, acentuándole las disposiciones y cooperando con él en sus esfuerzos ascensionales o en sus caídas y deslices”.

No podemos, dice Calligaris, descuidar nuestra casa mental y seguir toda la vida  arrastrados por la acción maléfica de los  Espíritus  atrasados.   “Los   Espíritus

infelices, de mente ultrajada, viven más con los compañeros encarnados de lo que se supone”, acentúa Calligaris. Se mezclan en las actividades comunes, deambulan en el nido doméstico, participan de las conversaciones, siguen con los comensales, de quienes dependen en proceso legítimo de vampirización. “Se perturban y perturban. Sufren y hacen sufrir. Odian y generan odios. Si son mezquinos en sí mismos, maltratan a los otros. Infelices, hacen infelices.”

Es, sin embargo, posible neutralizar esa influencia y, para eso, la Doctrina Espírita nos indica una receta simple, sin embargo infalible: la práctica del bien y la fe en Dios.

Las influencias espirituales que nos cercan forman parte de las leyes de la vida y las tentaciones transcurren de eso

He ahí lo que, acerca del asunto, enseñaron los Espíritus Superiores en la cuestión 469 de “El Libro de los Espíritus”:

 “Haciendo el bien y poniendo vuestra confianza en Dios, repelareis la influencia de los Espíritus inferiores y destruiréis el dominio que sobre vosotros intentan ejercer. Guardaos de escuchar las sugerencias de los Espíritus que os suscitan malos pensamientos, que os insuflan la discordia y que os inducen a las malas pasiones. Desconfiad sobre todo de los que exaltan vuestro orgullo, pues os atrapan por el punto débil. Por eso Jesús os hace repetir en la Oración Dominical: No nos dejéis caer en tentación, más líbranos del mal.”

El fundamento de esa enseñanza se encuentra en la lección contenida en el ítem 122 de la misma obra, que más adelante resumimos:

1. El libre albedrío de que gozamos, apanágio del Espíritu humano, se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere la conciencia de sí mismo.

2. Las influencias espirituales que nos cercan forman parte de las leyes de la vida. Las tentaciones transcurren de eso: unos ceden a ellas; otros resisten.

3. Las buenas influencias proceden de los buenos Espíritus. Las malas influencias vienen de los Espíritus imperfectos, que buscan apoderarse de la criatura y dominarla, y la jubilan cuando lo consiguen.

4. Fue ese hecho que dio origen a dos figuras bíblicas: la caída del hombre y Satanás.

5. ¿Esa influencia sólo se ejerce sobre el Espíritu en su origen? “No. Ella lo acompaña en su vida de Espíritu, hasta que haya conseguido tanto imperio sobre sí mismo, que los malos desistan de obsesarlo.”

Conseguir imperio sobre sí mismo significa: elevarse moralmente, elevar el llamado patrón vibratorio, lo que se consigue con buenos pensamientos, buenos sentimientos y buenos actos, es decir, la práctica constante del bien y de la caridad.

 

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita