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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 125 – 20 de Septiembre del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

La lección de la naturaleza


 

Ana Luisa, de diez años, tenía gran dificultad en aceptar cambios, en aprender cosas nuevas. Le gustaba aún de todo aquello que ya había aprendido e incorporado en su existencia. Tal comportamiento era más propio de personas ancianas, no de una chica de su edad.
 

La abuela, doña Laura, de setenta años, que la observaba, le decía, jugando:

— ¡Ana Luisa, mi nieta, tú pareces más vieja que yo! ¡Es tan bueno aprender y vivir cosas nuevas! 

Sin embargo la niña balanceaba la cabeza, no estando de acuerdo. 

      No me gusta, abuela. Mi cuerpo está cambiando y tampoco quiero que él cambie. Me gusta del modo que está. No quiero mi rostro horrible y lleno de espinillas.

 — Ah!... Pero tú siempre serás bonita, querida, mía con o sin espinillas. Aprende que toda fase es única y que tiene su encanto.  

Doña Laura notó que la nieta estaba pasando por la crisis de la pubertad y deseó ayudarla. 

Un día la abuela llamó a la nieta para pasear. 

Era un final de invierno, y el viento soplaba derrumbando las hojas secas de los árboles. Doña Laura llevó a la nieta de la mano, caminando por entre los árboles del parque.  

La señora respiraba profundamente, llenando los pulmones de aire, encantada con todo. Ana Luisa, de mal humor, caminaba a su lado. De repente, la niña dijo irritada:  

— No sé por qué la abuela está tan maravillada con todo. Los árboles están desnudos, todo está feo. ¡No tiene ni flores!

 La señora, sonriente, mirando para lo alto, respondió:  

— ¡¿Tú no consigues ver la belleza de todo eso, Aninha?! Cada época del año 

representa un periodo en que la naturalezase prepara para la próxima etapa. ¡Mira! El invierno está terminando y las plantas se preparan para la primavera.

Llevó a Aninha hasta cerca de un arbusto y le mostró: 

 — ¡Repara! ¡Mira los brotes tiernos que surgen en las ramas! ¡Mira la grama seca como se llena de pequeños puntos verdes! Luego, las flores irán a colorear la naturaleza de belleza sin fin. ¡Y no es sólo eso, Ana Luisa! Los animales también se visten de ropa nueva: las aves dejan caer las plumas viejas y ganan pelaje nuevo;  los bichos  intercambian 

los pelos, sustituyéndolos por nuevo pelaje. Todo se renueva. Hasta nuestro cuerpo, en determinadas fases de la existencia se modifica, preparándose para nuevas etapas, nuevas responsabilidades. La abuela paró de hablar, miró para la nietita, y prosiguió:

— Mi caso es diferente del tuyo. Estoy en el invierno de la existencia física, preparándome para intercambiar las hojas viejas por una ropa nueva y bonita. Todo sigue su curso.

La niña miró a la abuela con los ojos húmedos. Sabía que la abuela estaba refiriéndose, con extrema delicadeza, a la transformación por la muerte física y la vuelta a una nueva existencia.  

— ¿Entendiste? Los cambios que Dios nos proporciona, Ana Luisa, tienen siempre una finalidad útil y buena. Son siempre para nuestro bien, aún cuando juzgamos lo contrario. Los cambios que están ocurriendo con su cuerpo también son para tu bien. Posibilitarán que tú crezcas, madures como mujer, y que un día vengas a casarte y a tener hijos. 

Ana Luisa sonrió para la abuela y la abrazó con inmenso cariño.

    Entendí, abuela. ¡Pero, es tan difícil!...

— Yo sé, querida mía. Sin embargo, piensa que es sólo una fase y que luego todo estará bien. Como la llegada de la primavera para la naturaleza, también su vida se llenará de flores, de belleza y de alegría.  
 

     Gracias, abuela. Yo te amo mucho. Sólo que no quiero que Dios me obligue a quedarme lejos de ti.

 —  No te preocupes. El Padre sabe lo que hace. De repente, ¡¿quien sabe volveré como tú  hija?!...  

Los ojos de la chica brillaron de satisfacción y de esperanza. Abrazadas, caminaron por el parque, volviendo para casa.

Ana Luisa ahora miraba para arriba y miraba en los árboles desnudos, los tiernos brotes que rompían de todos los lados, preanunciando la nueva estación.

                                                                   Tía Célia 


 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita