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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 119 – 9 de Agosto del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Escogiendo el regalo del papá

 

Andando por las calles de comercios de la ciudad, Julito, de ocho años, pensaba:

- ¿Qué voy a comprar como regalo para papá?

Se aproximaba el Día de los Padres y él quería dar un regalo a su padre, pero que representase su propio esfuerzo.

Consiguió ahorrar diez reais de la paga del mes y le dijo a la madre:

- ¡Mamá! ¿Puedo escoger un regalo para papá? ¡Pero quiero hacer eso solo!

Antes de responder, la madre pensó un poco, y creyó que sería bueno para el hijo: él iba a ejercitar la responsabilidad, aprender a utilizar el libre albedrío, es decir, entre varias opciones de elección, tomar la decisión adecuada a la cuantía que tenía en sus manos; además de eso, saliendo sin acompañamiento, también ejercitaría la independencia

Después de pensar, la madre decidió:

- Está bien, Julito, puedes ir. Pero espera un momento. Voy a coger el dinero para que lleves.

- No es necesario, mamá. ¡Yo tengo dinero! Ahorré en la paga del mes – afirmó el niño con satisfacción, cogiendo el billete de diez reais del bolsillo del pantalón y mostrándoselo a la madre.

Agradablemente sorprendida, la señora sonrió y dijo:

- Entonces está bien, hijo mío. Cuidado al atravesar las calles y guarda bien tú dinero. ¡Ve con Dios!

El niño se arreglo, se peino el pelo, colocó el billete en el bolsillo del pantalón y se despidió de la madre.

Anduvo por varias tiendas. Las opciones eran muchas. Miró zapatos y camisas, pero eran caros. ¡Un par de zapatos? ¡Ni pensar! No tenía dinero para comprarlos.

Cayendo en la realidad, comenzó a ver cosas más a su alcance. ¿Tal vez un pañuelo o un par de calcetines? ¿Tal vez una caja de chocolate? A su padre le gustaba la música; ¿tal vez un CD de música decidiría la cuestión?

Las dudas eran muchas, y los precios también.

En verdad, mirando las vitrinas de las tiendas, Julito pensaba... pensaba… Él quería dar algo a su padre, a quien amaba tanto, pero que él pudiese acordarse de él siempre. ¡Que el regalo lo acompañase toda la vida!

De ese modo, las cosas de comer estaban descartadas. Una corbata, una caja de pañuelos o un par de calcetines, él lo usaría por algún tiempo, después le daría de lado por haber quedado viejo. El CD, a él podría no gustarle.

Con la cabecita llena de dudas, Julito pasó por una librería y sus ojos se abrieron:

- ¡Un libro! ¿Por qué no pensé en eso antes?

Decidido, entró en la librería y, en medio de los libros que estaban en exposición, ¡halló uno perfecto y con descuento! ¡Era exactamente lo que él quería, y al precio de diez reais! ¡A su padre le iba a encantar!

Mandó envolverlo para regalo, pagó y salió de la tienda todo feliz.

El domingo, Día de los Padres, Julito se levantó pronto y, pasando la mano por el paquete, corrió a abrazar a su padre. Con el regalo escondido en la espalda, él llegó al cuarto del padre todo sonriente.

- ¡Papá, felicidades por tú día! Tengo una cosa para ti. ¡Mira!

E hinchiendo el pecho con orgullo, entregó al padre el bonito paquete amarrado con una bella cinta roja.

- Gracias, hijo. ¿Pero, qué será? – dijo el padre, mostrando curiosidad.

Al abrir el paquete se encontró con un libro.

- ¡Hijo mío! Es un regalo muy valioso. Me encanta la idea.

- Fui yo quien lo escogió, papá. Quería darte un   regalo   que   fuese   útil   en   todas  las

ocasiones y que, cada vez que lo abrieses, te acordaras de mí.

Conmovido, él exclamó:

-         - ¡Acertaste de lleno, hijo mío! No podrías haber escogido mejor. ¡Gracias!

Dio un gran y cariñoso abrazo al pequeño Julio. Después, enseñó el libro a la madre.

- Mira, querida. ¡Es un ejemplar de “El Evangelio según el Espiritismo”!

La madre, también conmovida, se abrazó a los dos y quedaron los tres entrelazados.

Sabía que te iba a gustar, papá. Cierto día, te oí a ti decir a mamá que este libro trae mucho conocimiento para quien lo lee y sirve en todos los momentos: en la alegría y en la tristeza, en la salud y en el sufrimiento. Que él consuela, alegra, da paz y esperanza a quien lo necesita.

- Eso mismo, hijo mío. Tú te acordaste muy bien. En esta obra están contenidas las lecciones que Jesús nos dejó para servirnos de guía en la existencia.

Emocionado, en aquel momento el padre pidió que orasen juntos para agradecer a Dios el hijo tan especial que le dio, y también el día que estaba sólo comenzando, pero que prometía ser feliz y lleno de bendiciones.

                                                                   Tía Célia 


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita