WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 3 109 – 31 de Mayo del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Jujuba, el leoncito

 

Habitando una gran selva, Jujuba, el leoncito, crecía fuerte y sabio.

Su madre, Doña Leona, cuidaba de él con mucho cariño: le bañaba, le peinaba el pelo, le arreglaba las uñas y lo alimentaba.

Muy amorosa, su madre lo defendía contra los peligros de la selva, no permitiéndole que se apartase mucho de la gruta.

Pero Jujuba, viviendo siempre solo, sentía la falta de

amigos, deseaba tener con quien jugar.

Cierto día Jujuba decidió salir de casa para encontrar a un amigo.

Encantado con todo lo que veía, se internó en la selva, apartándose de la gruta.

Un poco adelante vio a un conejito escondido entre los árboles y preguntó:

- ¡Hola! ¿Quieres ser mi amigo?

El conejo al ver quien le dirigía la palabra abrió los ojos, asustado y gritó, escondiéndose en medio de las matas:

- ¡Un león!...

Jujuba no entendió la actitud del conejo, pero no se desanimó.

Andando un poco más encontró a un rumiante que pastaba tranquilamente. Se aproximó y dijo:

- ¡Hola! ¿Quieres ser mi amigo?

Con las piernas temblando de miedo, el animal dio media vuelta y desapareció en medio de la selva gritando:

- ¡Huyan! ¡Un león! ¡Un león!...

Jujuba triste, aun no se desanimó. Continuó andando y buscando. Más adelante miró para arriba y vio a un mono enroscado en una rama de un árbol.

- ¿Quieres jugar conmigo? – preguntó esperanzado.

Al verlo, el mono se asustó y se fue, saltando de rama en rama. El hijito del león, muy deprimido e infeliz, se puso a llorar.

- Buá... Buá... Buá.

Oyendo el llanto, algunos animales que estaban escondidos se aproximaron. El leoncito lloraba enterneciendo el corazón y ellos se compadecieron de sus lágrimas.

- ¿Por qué estás llorando? – preguntó un enorme sapo.

Al oír aquella voz, Jujuba paró de llorar y enjugó las lágrimas.

- ¿Tú estás hablando conmigo? – extrañado pues, de que quisiera hablar con él.

- ¡Sí, es contigo claro! – confirmó el sapo. - ¿Qué te pasó?

Y Jujuba, más animado, explicó:

- Salí de casa para buscar a un amigo. Alguien que quisiera jugar conmigo. Pero a nadie le gusto…

Y recomenzó a llorar: Buá... buá…

Oyendo la protesta del leoncito, hecha en voz suave y tierna, el sapo miró a los otros animales, que bajaron la cabeza.

- ¿No os avergonzáis de tener miedo de un pequeño cachorrito? – les preguntó el sapo.

El conejo, aun temblando de miedo, preguntó más valiente:

- ¿Es sólo eso lo que deseas? ¿No nos vas a atacar después?

- ¡No! ¿Por qué iría a atacaros? Quiero que seamos amigos y juguéis conmigo. ¡Me siento tan solo!

Entonces los animales notaron que Jujuba era sólo un leoncito delicado y gentil, incapaz de hacer mal a nadie. Y dijeron avergonzados:

- Perdónanos. Nosotros te juzgamos mal sin conocerte y sin saber quién eras tú. Queremos ser tus amigos, Jujuba. Puedes contar con nosotros.

Satisfecho, el leoncito agradeció a todos y miró a su alrededor, preocupado.

- ¿Y ahora? ¡Pienso que me aparté demasiado y creo que no sé volver para casa!

Pero los animales lo tranquilizaron, afirmándole:

- No te preocupes. Nosotros te llevaremos para casa.

Feliz, Jujuba volvió al hogar con un enorme acompañamiento de animales y, de ese día en adelante, se volvieron grandes amigos y siempre jugaban juntos.

Y los animales de la selva entendieron que no se debe juzgar a las criaturas por la apariencia, sin conocerlas. Que somos, en verdad todos hermanos, hijos de un mismo Padre, que nos creó, y que podremos vivir todos juntos en paz y armonía, si tuviésemos buena voluntad.

                                                                  Tía Célia 

 
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita