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Año 3 105 – 3 de Mayo del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 


La felicidad en el mundo
en que vivimos

 

La cuestión de la felicidad, que es sin contestación, la gran aspiración de la inmensa mayoría de las personas, es tratada en varios textos de las obras espíritas, sobre todo en las de autoría del Codificador del Espiritismo.

¿Es posible ser feliz en el mundo en que vivimos?

El asunto es centrado en las preguntas 920 a 922 del Libro de los Espíritus, en las cuales encontramos las siguientes informaciones:

  • El hombre no puede gozar de completa felicidad en la Tierra, porque la vida aquí generalmente le es dada como prueba o expiación, pero depende sólo de el la suavización de sus males y puede ser tan feliz como sea posible en la Tierra.
     

  • El ser humano es casi siempre el obrero de su propia infelicidad; con todo, practicando la ley de Dios, de muchos males puede ahorrarse y proporcionar a sí mismo una felicidad tan grande como le comporte su existencia en este globo.
     

  • La felicidad terrestre es relativa a la posición de cada uno. Lo que basta para la felicidad de un individuo contituye, muchas veces, la desgracia de otro. Hay, sin embargo, un patrón de felicidad común a todos los hombres – con relación a la vida material, la posesión de lo necesario; con relación a la vida moral, la conciencia tranquila y la fe en el futuro.

Se tiene como cierto, a la vista de las enseñanzas espíritas, que nuestra felicidad futura será el resultado directo de nuestras realizaciones y actitudes del presente. No es difícil comprender semejante idea. “A cada uno según sus obras”, enseñaba Jesús, que también nos dice que aquel que matara con la espada de esta será víctima.

El destino será así, a la vista de eso, definido por la propia persona, que cogerá en las experiencias reencarnatorias futuras exactamente el fruto de su siembra.

El entendimiento acerca de este tema es importante porque puede influir directamente en la conducta de los individuos.

Veamos algunos ejemplos.

A los que encuentran que la felicidad está en la posesión de un cuerpo bello sugerimos que vean como están nuestros amigos que ya doblaron el cabo de la esperanza, mucha veces envueltos en dolencias y limitaciones orgánicas anunciando que el fin de la existencia está próximo.

A los que entienden que la felicidad se encuentra en la posesión del dinero abundante, proponemos que visiten a nuestros hermanos en abundancia que, al final de la existencia, darían todo para readquirir la salud y poder disfrutar lo que un día imaginaron que fuese la felicidad soñada por los hombres.

En una de sus obras más importantes, Kardec escribió: “Si el Espiritismo debe, como fue anunciado, realizar la transformación de la humanidad, sólo podrá hacerlo por el mejoramiento de las masas, lo que sólo se dará gradualmente, poco a poco, por el mejoramiento moral de los individuos” (El Libro de los Médiums, cap. 29, ítem 350). “Ahí es que se encuentra el principio, la verdadera llave de la felicidad del género humano – añadió el Codificador, en Obras Póstumas – porque entonces los hombres no dudaran más de perjudicarse reciprocamente.”

Podemos afirmar, entonces, que la felicidad en la Tierra es, así posible, pero ella no será encontrada en las cosas, en los objetos, en aquello que el hombre puede tener o comprar. La felciidad será encontrada, sea aquí, sea en el mundo espiritual, en aquello que el hombre puede ser, ya que la persona buena, serena, pacífica, de conciencia tranquila y fe en el futuro será feliz donde quiera que esté, mientras el individuo malo, perturbado, intranquilo y violento será infeliz incluso que su casa sea la masión más bella y codiciada.

Si recurrimos a la memoria, recordaremos que el papa Juan Pablo II dijo cierta vez, en plena Plaza de San Padro, exactamente eso, o sea, que el infierno, tal como el paraíso, no es un lugar físico, sino un estado del alma.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita