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Año 2 - N° 99 – 22 de Marzo del 2009

WELLINGTON BALBO    
wellington_plasvipel@terra.com.br     
Bauru, São Paulo (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

El Espiritismo y el carnaval

 

El carnaval es una fiesta de origen pagano que fue oficializada por la Iglesia Católica y que, por motivos políticos, permanece en los días actuales con fuerza en nuestro país, gozando de
simpatía de gran parcela de la población


 

Todos los años, en el mes de febrero o marzo, el carnaval llega hasta nosotros, por eso, hablemos un poco sobre el.
 

Los historiadores no tienen como precisar cuando se iniciaron las fiestas carnavalescas; los estudiosos del asunto hablan que su inicio aproximado fue en el IV milenio a. C., cuando en Egipto fueron creados los cultos agrarios. En esa época, se danzaba con máscaras y adornos alrededor de hogueras.


Tiempo después surge el carnaval pagano, que se inicia en el siglo. VII a.C., en Grecia. En el reinado de Pisistrato fue oficializado el culto a Dionisio, donde campesinos y labradores participaban de las procesiones dionisiacas, llevando la imagen del dios Dionisio en embarcaciones con ruedas, los llamados carrum navalis. En esas la sociedad ya está dividida, esclavos para un lado, nobleza para otro, la pesada jerarquía muestra la faceta discriminatoria del ser humano. Bebidas, orgías, sexo y permisividad ganan más y más espacio en aquel primitivo carnaval.
 

Y así camina la humanidad. Pero algunos siglos pasan y la Iglesia Católica, cansada de ver sus intenciones de prohibir los cultos paganos fracasar, porque ya estaban consagrados por la costumbre de los pueblos, decide, en el 590 d.C., oficializar el carnaval. Las células de ese carnaval están en las ciudades de Venecia  y  Niza;  en  esa  época  el

carnaval ya comienza a ganar un diseño más parecido a los días actuales; carros alegóricos, personas enmascaradas y fantasiosas comienzan a participar del ya tradicional desfile.


La Iglesia encuentra el libertinaje y la permisividad  del carnaval pagano enraizados en la cultura de los pueblos. Igual oficializando el carnaval, muchos cristianos lo combatieron, inclusive con Inocencio II (1130-1140), que se mostró contra las ideas carnavalescas.


La Iglesia y el Estado feudal intentaron combatir el carácter libertino del carnaval y poner alguna solemnidad en los desfiles, todavía, frustrado fue el intento, por cuanto el pueblo respondía de manera irónica, importándole poco las prohibiciones de carácter moral.

 

Hay un paradigma que se obstina en permanecer: la de que el carnaval y las minúsculas fantasías son algo necesario a nuestra cultura

 

Y llegamos a los días actuales, donde el carnaval, principalmente en nuestro país, ganó status de gran industria, siendo uno de los mayores divulgadores de nuestra cultura, promoviendo así a Brasil al cenit de “El País del carnaval”.


Es verdad, querido lector, el carnaval es una industria que proporciona millares de empleos directos e indirectos, mueve nuestra economía, promociona el turismo, agita en las industrias de bebidas…


Es una fiesta de origen pagano y que por motivos políticos fue traída al Cristianismo. Y aun, por motivos políticos, permanece en los días actuales con fuerza en nuestro país, gozando de simpatía de gran parcela de la población.


Dicen algunos que es una necesidad del pueblo brasileño, un pueblo sufrido, batallador que, por tanto, merece distraerse, olvidar los problemas, festejar… y el carnaval es el regalo tan esperado.


Por algunos días el pueblo se olvida de las dificultades, de los impedimentos de relacionarse, de las presiones financieras. Son momentos libertarios para todos los ciudadanos. Al final, en la avenida, pobres y ricos se encuentran en perfecta sincronía. Negros, blancos, mulatos sienten que forman parte de la misma familia.


Es la tan soñada igualdad; igualdad tan deseada por los negros discriminados de nuestro país, igualdad que los pobres quieren, igualdad con la que sueñan las mujeres… Sin embargo, en mí opinión, ¡el carnaval sólo vende ilusiones!


Hay un paradigma que se empeña en permanecer: la de que el carnaval, la avenida y las minúsculas fantasías son algo necesario a nuestra cultura. Como si Brasil, en esa inconmensurable inmensidad de valores, de personas, de habilidades, de regiones, de costumbres, referente de los festejos carnavalescos para ser mejor, más felices, más fuertes.

 

Es ilusión juzgar que seremos más o menos felices en consecuencia de los festejos carnavalescos

 

Lamentablemente, algunos brasileños no comprenden la grandeza de nuestro país y lo limitan sólo al carnaval y al fútbol.


Necesitamos romper esa idea de que Brasil es sólo el país del carnaval y del fútbol. Brasil puede ser el país de la honestidad, de la cultura, de la educación, de la salud, de la tecnología; eso sólo depende de nosotros, de una concienciación en masa de que es necesario romper con la variedad.


Brasil es el país donde hay mayor y más avanzada red de captación de leche humana.


Brasil es ejemplo en el combate al SIDA.


Somos el único país del hemisferio sur en participar del proyecto genoma.


Nuestro proceso electoral está todo informatizado, dando en tiempo record el resultado de las elecciones en un país de dimensiones continentales.


Nuestros internautas representan el 40% del mercado latino americano.


Somos el segundo mayor mercado de aviación y helicópteros ejecutivos.


Todos esos predicados y tantos otros más no enumerados aquí son motivo de orgullo para nuestro país, pues nos muestran efectivamente que somos mucho más que sólo el país del carnaval y del fútbol.


Tampoco no quiero aquí censurar a quien se complace con los festejos del rey momo, cada uno sabe la mejor forma de aprovechar la vida, pero, quiero sólo presentar otro punto de la cuestión.


Es ilusión juzgar que seremos más o menos felices en consecuencia de los festejos carnavalescos, es ilusión considerar que algunos días de bullicio irán a compensar al pueblo brasileño por faltarle educación, salud, ocio de calidad y acceso a la cultura.


El carnaval vende la ilusión de que aquellos días no se acabaran más, que son eternos, por eso mismo comienzan antes de la fecha oficial y se extiende después de su término oficial… Vende la ilusión de que aprovechar la vida es intoxicarse con exageraciones, pasando noches insomne en excesivas borracheras, donde no es raro, el sexo sin compromiso con el corazón tiene lugar cautivo.

 

Muchas personas obtienen inspiración para sus expresiones grotescas en visitas a regiones inferiores del Más Allá

Pocas son las obras espíritas que centralizan con profundidad el problema del carnaval y sus maldades. Una de ellas es el libro En las Fronteras de la Locura, escrito en 1982 por Manuel Philomeno de Miranda (Espíritu), valiéndose de la mediumnidad de Divaldo P. Franco.

El párrafo siguiente extraído del cap. 6, pp. 51 a 53, de la obra mencionada, muestra una faceta del carnaval en Rio de Janeiro, una fiesta tan publicada por los medios de comunicación, especialmente la Rede Globo de Televisión.

En los días de carnaval – relata Philomeno – la ciudad refulgente, era un pandemonio. Multitud de Espíritus, que se mezclan a la mole humana en  excitación de los sentidos físicos, dominaba el paisaje sombrío de las avenidas, calles y plazas, cuya iluminación, aunque fantástica, no conseguía vencer la psicosfera cargada de vibraciones de bajo tenor.

Grupos enmascarados eran acompañados por frenéticas masas de Espíritus voluptuosos, que se entregaban a desmanes y orgías lamentables, inconcebibles del punto de vista terreno. Algunas Entidades atacaban a los burlescos transeúntes intentando perjudicarlos con sus inducciones nefastas. Otras buscaban las víctimas en potencia para alejarlas del equilibrio, dando inicio a procesos nefastos de obsesiones largas.

Muchas personas fantasiosas habían obtenido inspiración para sus expresiones grotescas en visitas a regiones inferiores del Más Allá. Además, las incursiones a los sitios de desesperación y locura son muy comunes a los hombres que se vinculan a los allí residentes por los hilos invisibles en el mundo íntimo.

La sucesión de escenas, deprimentes unas, salvajes otras, era opresora, lo que mereció del Dr. Bezerra de Menezes el siguiente comentario: “Grande, expresiva faja de la humanidad terrena transita entre los límites del instinto y los inicios de la razón, pero sedientos de sensaciones más que ansiosos por las emociones superiores. Natural que se permitan, en estos días, los excesos que reprimen por todo el año, sintonizados con Entidades que les son afines. Es de lamentar, sin embargo, que muchos se presentan, en los días normales, como discípulos de Jesús, prefiriendo ahora, a Baco y sus asesores de orgía al Amigo Afectuoso…”

La caridad tiene todo que ver con aprovechar bien la vida, con librarse de la influencia de Espíritus menos felices

 

En ese libertinaje confundido con libertad, donde todo puede, todo es bello, todo es alto astral, promovemos en nosotros mismos desordenes físicos y psíquicos, que a lo largo de los años van minando nuestra resistencia física y nos comprome espiritualmente, por cuanto sintonizamos con Espíritus que guardan afinidad con esos ideales de desajuste. El resultado no es difícil de prever, esos Espíritus ejercen en nosotros una nefasta influencia y acaban por maximizar cada vez más nuestras tendencias menos felices.


Si no luchamos por desvencijarnos de esas cadenas de desatinos, somos fácilmente manipulados por esos Espíritus desencarnados que, resalto al querido lector, están influenciándonos sólo porque les dejamos las puertas abiertas para deleitarnos con el vicio y el desequilibrio.


En ese particular, para que no seamos influenciados por Espíritus infelices, se hace menester que observemos la sublime frase acuñada por Allan Kardec: “Fuera de la caridad no hay salvación”.


El amigo lector podrá preguntar: - ¿Pero qué tiene que ver la caridad con el carnaval, con influencia de Espíritus menos equilibrados, con aprovechar bien la vida?


La caridad, querido lector, tiene todo que ver con aprovechar la vida, con librarse de la influencia de Espíritus menos felices que nos estimulan a caer en los excesos de todos los matices.


La caridad que hacemos a nosotros mismos nos libra de los vicios, de los desajustes, de las noches sin provecho, donde castigamos nuestro cuerpo físico a pretexto de placer. Donde nos equivocamos en la mejor manera de aprovechar la vida, porque aprovechar la vida es vivir sus momentos con el mejor de los placeres: el de la conciencia en paz, en la seguridad que hicimos lo mejor por nosotros mismos y por el semejante.


La caridad nos proporciona ver también las virtudes y habilidades de nuestro pueblo, no reduciéndonos a considerar que somos sólo el país del carnaval y del fútbol.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita