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Año 2 – 91 25 de Enero del 2009

LEDA MARIA FLABOREA  
ledaflaborea@uol.com.br     
São Paulo, SP (Brasil)  

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


Los Sermones de Jesús

En su mesianato, Jesús profirió sermones, públicos y privados, pero el primero de ellos y también el más importante es aquel que quedó conocido como el Sermón de las Bienaventuranzas

 
Sermón es, conforme los diccionarios, discurso religioso, doctrinario o moral; reprende con intención de moralizar; amonestación y crítica. En su mesianato, Jesús profirió cuatro sermones, públicos y privados, con destino seguro y procurando alcanzar sus objetivos. Los públicos eran hechos en lugares que marcaron el paso del Maestro, que enseñaba caminando. Los privados, hechos en reuniones cerradas con sus discípulos. El primero de ellos – y el más importante – es el Sermón de la Montaña, también llamado de las Bienaventuranzas. El segundo es el Sermón profético. El tercero es denominado Sermón del Cenáculo, y el último representa una reprimenda y severa amonestación a los escribas y fariseos: es el Sermón de los ocho “Ays”.

Sermón de la Montaña

Narra el Nuevo Testamento que, antes de iniciar su vida pública, Jesús fizo 40 días de silencio y meditación en el desierto. Ese sermón es el primer mensaje que, luego al principio, dirigió al pueblo y es llamado Sermón de la Montaña por haber sido proferido en las colinas de Kurun Hattin, al sudoeste del lago de Genesaré. Esas palabras pueden ser consideradas la “plataforma del  Reino  de Dios”, usando

un lenguaje político1 porque: 1 – trajo los fundamentos del Cristianismo; 2 – nos dio un código moral que, sólo, nos orienta; 3 – afirmó que el Reino de Dios no es de este mundo; 4- contradice la suposición de ser un Mesías político.

Al inicio, viene las ocho Bienaventuranzas, en las cuales el Maestro proclama felices, precisamente a aquellos, que el mundo consideraba infelices: los pobres, puros, mansos, pacificadores, perseguidos, etc. Enseguida, llama nuestra atención para la necesidad de la práctica de las enseñanzas que trasmitía, estimulando en nosotros, lo que tenemos de mejor, invitándonos a ser perfectos como el Padre Celestial lo es. Notamos, claramente, con eso, que la distinción entre felicidad y gozo, infelicidad y sufrimiento es encontrada en todo el Evangelio, y sólo comprendida por aquellos que ya despertaron para la conciencia de su condición de Espíritus inmortales.

El Sermón de la Montaña representa así, el más violento contraste entre los patrones del hombre material y el ideal del ser espiritual. Por ex: el hombre material encuentra absurdo amar a los que no le quieren bien, hacer bien a los que lo calumnia; sufrir una injusticia más que devolver la sufrida. Bajo la perspectiva del hombre que vive, esencialmente, las experiencias materiales, él tiene razón. Pero Jesús nos invita a irnos más allá. Pide para entrar en una nueva dimensión de conciencia, trasponiendo la materialidad y entrar en un campo inédito, grandioso, con la visión cósmica del otro – práctica de la indulgencia -, porque sólo así entenderemos la constante transitoriedad de todo lo que sea material, para atenernos a aquello que es esencial y perenne: la vida del Espíritu.

¿Cómo entender el advenimiento del Reino de Dios, por ejemplo, si cada hombre, individualmente, no lo realizó dentro de sí mismo? Somos ese hombre y podemos hacer eso. ¿Qué tal reservar, cada día, un tiempo “para interiorizarse en su Yo Divino, en su Cristo interno”4, examinando ideas, actitudes, buscando pensar y hacer mejor de lo que pensó e hizo ayer? ¿Qué tal sustituir valores materiales por valores divinos, vaciándose de lo humano y abasteciéndose de Dios, como en la Parábola del Hijo Pródigo, que se aparta del padre y, después, arrepentido, busca reencontrarlo, venciendo sus imperfecciones? (Lucas, 15: 11-32).  Si deseamos vivir con y como el Cristo, necesitamos vivir una vida 100% sincera con nosotros mismos. Y por tener esa dificultad es que Jesús, lleno de compasión por el mundo, descendió de las alturas y dejó su sermón con consoladoras promesas, trayendo fe, resignación en las adversidades, mansedumbre en las luchas redentoras, misericordia en medio de la tiranía y de la locura. Sabiendo, por antelación, que todo aquel que siguiese Sus palabras sería injuriado y perseguido, recomendó que no nos encolericemos contra el mal que nos hicieron, para que pudiésemos ejemplificar nuestra existencia.

Terminadas las “Bienaventuranzas”, Jesús nos alerta para vivir esas enseñanzas, y por eso nos exalta, procurando destacar lo que tenemos de mejor, mostrando que aquellos que siguen Sus palabras, que las ejemplifican, son considerados la sal de la tierra, porque están preservados de la corrupción; que Sus enseñanzas son la luz espiritual del mundo que debe ser esparcida y no escondida. La luz destruye las tinieblas. El conocimiento destruye la ignorancia. Así es el discípulo de Jesús: todos lo observan a ver si desmiente con actos lo que predica con las palabras.

Continúa el Maestro, aun, alertándonos que no vino a destruir la ley o a los profetas; al contrario, vino a darles cumplimiento, enseñando a los hombres como seguir con rigor las orientaciones. Habla del progreso continúo de aquel que se propone al entendimiento de la práctica de Sus palabras, de la responsabilidad de los que enseñan. Pide que nos reconciliemos con nuestros adversarios, mientras estuviésemos en la materia - nosotros y ellos -, cambiando acciones y no pagando el mal con el mal. Nos invita a tener la misma actitud de la viuda que da de su necesidad y no de lo superfluo, o sea, no hacer caridad con ostentación, para que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Nos lleva, por fin, a reflexionar sobre la oración. Recomienda que oremos, secretamente, dentro de nuestro cuarto y como un acto sagrado que es, que la oración sea realizada en la mayor simplicidad posible y en la más perfecta humildad y armonía. Nos deja entonces, la oración universal por excelencia: el Padre Nuestro.

Sermón Profético

Conforme El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XXI,  profeta es, sobre todo, alguien que anuncia las cosas de Dios, pudiendo o no tener la condición de predecir el futuro. Jesús era un profeta en toda la acepción de la palabra.

Proferido en el Monte de los Olivos, podemos notar, aunque de forma velada, a amargura del Cristo con la incomprensión de los hombres, delante de los mensajes de la Vida que Él vino a traer.

Pero, ¿cuál era el objetivo del Maestro con esas enseñanzas? En ellas, Jesús pronosticó una serie de acontecimientos que marcarían los siglos venideros, debido a la resistencia de los hombres en atender y aceptar el mensaje cristiano del “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”. Sus palabras dejan claras las catástrofes por las cuales el mundo pasaría, hasta despertar, de una vez, para la necesidad de amar incondicionalmente, de hacer el bien sin ostentación.

 “No quedará piedra sobre piedra, que no sea derrumbada”,2 Con esa frase, Él anuncia no sólo la ruina de Jerusalén, sino también, la de las instituciones que fallan: las de ayer y las de hoy, podemos así entender, delante de los cuadros de iniquidades futuras, habla sobre el cuidado que debemos ver en relación a los falsos profetas que surgirán, recordándonos  la necesidad de vigilancia y análisis de todo lo que vemos y oímos, para que prestemos atención a las apariencias, redoblado cuidado con las interpretaciones erróneas de las enseñanzas recibidas. Alerta para el hecho de que el no cumplimiento de la ley de la fraternidad traerá guerras, hambre, pestilencias y que mucho se matará y se hará sufrir por causa de las verdades que traía. Pero también habla del mundo nuevo que irá a surgir, advirtiendo a todos que no deberemos llevar para él las ideas viejas, los problemas del pasado. Y recuerda aun, que es preciso estar atentos, orando y vigilando para que estemos preparados a fin de pasar por las duras pruebas como verdaderos cristianos, cogiendo de ellas el máximo provecho para el perfeccionamiento del Espíritu. No habrá, por tanto, exención de pruebas, igual para aquellos que ya están estudiando y comprendiendo el Evangelio.

En ese sermón, Jesús habla sobre la Parábola de la Higuera Seca, también la Parábola de las Diez Vírgenes y la Parábola de los Diez Talentos. Ambas de orientación, pero directa a los trabajadores de la Siembra, a través de las cuales Jesús muestra las consecuencias de nuestras actitudes, con el no cumplimiento de los deberes asumidos. Las leyes de orientación general, contenidas en el, son las Leyes de Amor que abarcan los principios de la caridad. Dice que los que no se encuadran en esos preceptos, sufrirán, exhortando, por cuenta de eso, la necesidad de la vigilancia y del cumplimiento de Sus palabras, porque no sabemos cuando seremos llamados al mundo de los Espíritus. El Espiritismo entiende, en esa advertencia, la aplicación de la Ley de Reencarnación, con existencias expiatorias de grandes dificultades.

Jesús hablo, aun, de eventos que ocurrieron después de su muerte, y otros que ocurrirían a largo plazo. Dice Él que “pasara el cielo y la tierra, pero sus palabras no pasarán”. Entendemos que las enseñanzas del maestro es una ley moral universal, emanada de Dios, y que por eso las cosas materiales podrán desaparecer, sin que sus palabras dejen de prevalecer para los Espíritus, porque son palabras de Vida Eterna.

Con esas profecías, Jesús separa a los siervos de los fieles, enumerando las buenas cualidades de unos y las malas cualidades del otro. El siervo fiel, del punto de vista del Cristo, es aquel que, en cualquier circunstancia, se acuerda de cuidar de los patrimonios de Dios, o sea, del cuerpo, del Espíritus y de la responsabilidad que tiene con los familiares. Todo eso sin olvidar, aun, a los numerosos sufridores que encuentra en la existencia, pidiendo consuelo, amparo, ignorantes de la luz. En el, aun, el Maestro prodiga el cambio del planeta de pruebas y expiaciones para un planeta de regeneración, con la separación de los que practican el Evangelio, en su plenitud, de aquellos que aun se rebelan contra eso. La doctrina de los Espíritus nos enseña que cada día de nuestra existencia, tenemos oportunidad, y que cada reencarnación, nueva oportunidad de renovación íntima se nos presenta. Así, cuando nuestro mundo ascienda a la condición de mundo de regeneración, no tendrá más condición para la permanencia de Espíritus que persistan en la práctica del mal.

Es interesante notar la posición firme de Jesús en relación a su misión, incluso estando consciente de los hechos que vendrán a ocurrir. Podemos deducir de eso que, independientemente de la posición de Judas, los sacerdotes y los otros también permanecerían  firmes en el propósito de eliminar a Cristo, por el odio que sentían por Él, y por el miedo de los cambios que Él traía para las conciencias de los hombres.                

Sermón del Cenáculo

El Diccionario Aurelio – Siglo XXI –dice que cenáculo es una reunión de personas que trabajan para un fin común. Y, en una segunda definición, que es un lugar donde las personas hacen sus cenas (comedores)

El Sermón del Cenáculo quedó así designado por haber sido proferido en el recinto donde Jesús hizo la llamada última cena, antes de su prisión. Cairbar Schutel3 destaca que “el Sermón del Cenáculo es tan importante, edificante y sustancial como el Sermón de la Montaña. Este es la entrada del Espíritu en la Vida Perfecta; aquel es la fuerza, la esperanza y la fe para proseguir en esa tan gloriosa senda”.3 El objetivo de la reunión del Maestro con Sus discípulos era completar las recomendaciones y la preparación de los discípulos para las difíciles pruebas que enfrentarían, pues sabía que, en breve, no estaría más entre ellos.

Después de repartir el pan, simbolizando la doctrina que traía, y el vino (como esencia de la vida), representando el Espíritu que hay de vivirla siempre; de haber lavado los pies de los discípulos en señal de humildad y pureza de alma, inicia su discurso con memorables palabras de consuelo, esperanza y resignación: “No se turbe vuestro corazón; ¿creéis en Dios? Creed también, en mí: en la casa de mi Padre hay muchas moradas…”.5

Jesús prosigue, despertando en ellos la seguridad de la inmortalidad del Espíritu, concienciándolos de que Él es la Verdadera Cepa y que ellos, los discípulos, eran sus ramas. Las ramas salen del tronco y de las hojas, flores y frutos. Que así deberían ser los discípulos del Maestro, pues la rama que no diera frutos será cortada y lanzada fuera, mostrando la necesidad del trabajo espiritual. Pidió que permaneciesen en Su amor y que se amasen, unos a los otros, como Él los amó. Insistió que todos esperasen la venida del Espíritu de Verdad, el otro Consolador, que vendría a explicar lo que Él no pudo, y recordar lo que ellos olvidarían. Dice palabras de consuelo, antes de la partida para la casa del Padre. Se despidió de los amigos y cerró el sermón con una oración dedicada no sólo a los discípulos que lo acompañaban, si no a todos nosotros que procuramos Seguirlo y Ejemplificarlo.5

Es interesante destacar que Juan no habla de los sufrimientos de Jesús en el Jardín de Getsemaní como lo hacen los otros evangelistas. No obstante, fue el discípulo que más próximo estuvo de Él.

El Sermón de los Ocho “Ays”

En la “Introducción” de El Evangelio según el Espiritismo, Allan Kardec sustenta que los fariseos “formaban parte en las controversias religiosas. Eran serviles cumplidores de las prácticas exteriores del culto y de las ceremonias, llenos de un celo ardiente de proselitismo, enemigo de los innovadores y afectaban gran severidad de principios; pero bajo las apariencias de una meticulosa dedicación ocultaban costumbres disolutas, muy orgulloso y, por encima de todo, excesiva ansia de dominación. Tenían la religión más como un medio de llegar a sus fines, que como objeto de fe sincera. De virtud nada poseían, más allá de las exteriorizaciones y de la ostentación; entre tanto, por una u otras, ejercían gran influencia en el pueblo, a cuyos ojos pasaban por santas criaturas. De ahí el ser muy poderosos en Jerusalén”.

Jesús recomendó a Sus discípulos, cierta fecha, que se preservasen de esas doctrinas que son como el fermento que eleva toda la masa, volviéndola vistosa y voluminosa a los ojos de los hombres, pero hueca y sin consistencia por dentro.

Ese sermón es una advertencia a los escribas – enseñaban e interpretaban la ley para el pueblo y, como los fariseos, no toleraban innovaciones -, a los fariseos y a todo el pueblo, incluyéndose las autoridades, alertándolos para el hecho de que esos hombres estaban sentados en la silla de Moisés y, por esa razón, hicieron todo lo que ellos ordenasen, pero que no obrasen en consonancia con lo que practicasen, pues estaban lejos de ejemplificar lo que enseñaban. Profirió ocho “ays”, diciendo por ejemplo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Pues limpiáis el exterior del cuerpo y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapiña e iniquidad”. (Mt, 23:25.)

Recriminó el hecho de preocuparse demasiado con los bienes terrenos, explotando a quien necesitase de sus oraciones para ablandar la justicia divina y de valorar ofrendas de alto valor, prevaleciendo lo material sobre lo espiritual. Advirtió sobre la excesiva preocupación con las apariencias exteriores, descuidándose de la reforma interior, ostentando aires de bondad, siendo amables y corteses por fuera, y verdaderos lobos en pieles de cordero. Dice Jesús, en ese discurso, que se asemejan a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero, por dentro, llenos de huesos de muertos e inmundicias. Llamó la atención para la sustentación de postulados de una religión dogmática, impregnada de fanatismo y que se complacía en la observación de vanas tradiciones. Advierte sobre el diezmo (décima parte de todo o parte de lo que ganaban) que ellos daban al Templo, porque juzgaban que eso era lo suficiente para estar de acuerdo con la ley divina, mostrando la excesiva importancia a las cosas materiales, en detrimento del Espíritu. Daban el diezmo y no ejercían la misericordia con los sufridores: veían demasiadas impurezas y herejías en los otros; humillaban y maltrataban a los subalternos; no valoraban a las personas que realmente poseían cualidades nobles. No comprendiendo la extensión del mensaje de Jesús y con sentimientos de odio en relación a Él y a sus ideas, manipulaban la verdad de forma a atender a sus intereses, colocando trabas para impedir que el pueblo, y ellos mismos, recorriesen el camino de la salvación.

Conclusión

La idea equivocada de que matando al hombre se mataría el mensaje no ocurrió, y la Doctrina de amor que Él vino a traer ahí está como un árbol frondoso cubriendo a los sedientos de justicia, afligidos, mansos, pacificadores y todos los que buscan consuelo, esperanza y el rehacimiento de sus cuerpos y Espíritus para que, fortalecidos en las palabras de vida eterna, prosigan sin obstinación en dirección al Padre.

Por esa razón, más que nunca, la alerta del Cristo es para los días actuales, porque todos esos hombres siempre existirán. Nunca se hizo tan necesario, como hoy, conocer o recordar, en régimen de urgencia, las enseñanzas dejadas por Él y, sobre todo, mantener en mente que en los Evangelios, encontramos las soluciones para los problemas que nos angustian. Siendo el lenguaje inaccesible “para una parcela de los que los manosean, se hace necesario que varios temas abordados por Jesús sean elucidados a la luz del Espiritismo, doctrina consoladora, que viene en una época propicia, a dar cumplimiento a sus promesas”. (…) “sobre el advenimiento del Consolador” 1, restableciendo las enseñanzas evangélicas en sus verdaderos fundamentos.


Bibliografia
:

1 - GODOY, Paulo Alves. Os Quatro Sermões de Jesus. 5ª ed., SP/SP: FEESP – 2005.

2 – MATEUS, 24:2.

3 – SCHUTEL, Cairbar. Ensinos e Parábolas de Jesus. 14ª ed., MATÃO/SP: Casa Editora O Clarim – 1997, Segunda Parte.

4 -  ROHDEN, Humberto. O Sermão da Montanha. SP/SP: Martin Claret

5 – JOÃO, 14, 15,16 e 17.

6 – KARDEC, Allan. O Evangelho Segundo o Espiritismo.

7 – MATEUS, 5, 6 e 7. 

 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita