WEB

BUSCA NO SITE

Página Inicial
Capa desta edição
Edições Anteriores
Quem somos
Estudos Espíritas
Biblioteca Virtual
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français   
Jornal O Imortal
Vocabulário Espírita
Biografias
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français Spiritisma Libroj en Esperanto 
Mensagens de Voz
Filmes Espiritualistas
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Efemérides
Esperanto sem mestre
Links
Fale Conosco
Editorial Português Inglês    
Año 2 – 90 18 de Enero del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

Un conflicto que parece
no tener fin
 

 
El noticiario internacional en este inicio de año, se ha dividido entre dos asuntos principales: la crisis financiera bancaria americana que arrastró a la economía mundial y el nuevo conflicto – uno más – entre israelitas y palestinos, una historia que parece interminable y sin ninguna perspectiva de un breve final.

Las relaciones entre los dos asuntos con la ética cristiana son más que evidentes. La crisis financiera, que ganó proporciones inimaginables, fue fruto inicialmente de  pura ganancia y de especulación, señales de aquello que el diccionario llama avaricia, uno de los siete pecados capitales de acuerdo con la teología católica.    

La avaricia, la codicia ilimitada, las ganancias son propias de quien no tiene la menor idea de lo que significa una existencia humana, un periodo de tiempo pasajero, transitorio, del cual nadie lleva nada, salvo el conocimiento y las virtudes conquistadas.

Los que hacen la guerra y entienden que en la guerra es donde se encuentran las soluciones de los problemas humanos, muestran, de igual modo, como los avarientos, que nada entienden del significado de nuestra existencia en el mundo, ese pasaje del alma por una sucesión de experiencias cuya finalidad es el progreso de la misma y del mundo en que vivimos.

Los acuerdos internacionales, generalmente basados en intereses económicos, jamás resolverán los problemas que llevan a la guerra. Solamente el progreso del hombre y de la sociedad es que pondrán fin a ese estado de cosas en que todos pierden y nadie gana nada.

En una de las lecciones constantes de “El Libro de los Espíritus”, los inmortales enseñan que es la predominancia de la naturaleza animal sobre la naturaleza espiritual, aumentada por el abuso de las pasiones, que impele al hombre a la guerra. A medida que el hombre progresa, menos frecuentes son las guerras, porque él le evitará las causas. ¿Quiere eso decir que un día la guerra desaparecerá de la faz de la Tierra?

En otro punto de la misma obra, los inmortales informan: “De la purificación de los Espíritus deriva el perfeccionamiento moral, para los seres que ellos constituyen, cuando están encarnados. Las pasiones animales se debilitan y el egoísmo cede lugar al sentimiento de la fraternidad. Así es que, en los mundos superiores al nuestro, se desconocen las guerras, careciendo de objeto los odios y las discordias, porque nadie piensa en causar daño a su semejante” (L.E., 182).

Cierta vez, en un simposium espírita realizado en Santa Catarina, un ilustre compañero preguntó por qué, según el Espiritismo, el progreso material se hace en un ritmo más rápido que el progreso moral. Varias fueron las opiniones y, en gran parte, se dice que el progreso moral es más lento porque es más difícil. Aprender una nueva disciplina es, conforme el sentido común, más fácil que eliminar un defecto moral.

Después que todos se manifiestan, el compañero adjuntó una nueva pregunta: “¿Será que el progreso moral es más lento porque no se da a el la importancia que damos al otro?” y añadió que los padres, cuando pueden, matriculan al hijo en la mejor escuela, haciéndolo estudiar música, ballet, judo, idiomas y así sucesivamente. Diariamente, acompañan su desempeño escolar y, si el hijo no va bien, recurren a clases complementarias. Pero ese esfuerzo, con el objetivo de preparar al hijo en términos intelectuales, no se verifica en lo tocante a su preparación en términos morales. Sus tendencias negativas, sus manías, sus inclinaciones inferiores son, en muchos casos, ignoradas y a veces ampliadas por los malos ejemplos que le dan.

Es punto pacífico, según el Espiritismo, que la reforma del mundo en que vivimos pasa por la educación, no solamente por la instrucción, si no por aquello que Kardec definió como siendo el conjunto de los hábitos adquiridos, un proceso factible porque Dios estableció que todos los Espíritus, cuando reencarnan, tienen que pasar por el periodo de la infancia y, por tanto, someterse a un proceso capaz de modificarles hasta incluso el carácter.

Se puede comparar la juventud, dice Emmanuel, a la salida de un barco para un largo viaje. La vejez es la llegada al puerto. La infancia es la fase de preparación. Jamás olvidemos eso, especialmente delante del estado de violencia, de guerra y de  avaricia que vemos estampado diariamente en nuestros periódicos.
 


Volver a la página anterior


O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita