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Año 2 - N° 84 - 30 de Noviembre del 2008


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

El derecho de la enferma
de ser madre

 
Algún tiempo atrás el periódico de la Asociación Médica Norte-Americana reveló la historia de una mujer que había dado a luz una niña saludable, libre de genes del mal de Alzheimer. El bebe, sin embargo, casi con seguridad no escapará al hecho de ver a su madre enferma y morir, probablemente antes de conmemorar 10 años de edad.

Profesional de la genética, la madre tenía perfecta conciencia de los daños que la enfermedad traería a su cerebro y a su familia. Su padre había muerto a los 42 años; la hermana comenzó su declive a los 38 años y falleció cinco años después; el hermano sintió que la memoria comenzó a fallarle a los 35. A los 33 años de edad, sabía ella que le era posible tener un bebé saludable. Bastaría escoger los genes sanos en la selección de óvulos y, procediendo así, los médicos tendrían la posibilidad de implantar en su útero embriones libres de la enfermedad, valiéndose de la técnica de la fertilización in Vitro. La experiencia, como se vio, fue un éxito.

Divulgada la noticia, vino a discutirse una pregunta intrigante: ¿Obra correctamente la mujer que embarazada, segura de que su hijo podrá perderla aun en la infancia?”

Para muchos, como Nancy Gibbs, en un artículo publicado en la revista Time, el caso es más ético que científico.

A la luz del Espiritismo, que nos reveló con claridad la importancia del proceso reencarnatorio, no se puede condenar jamás la gestación responsable. La venida de un hijo al mundo es, en estos tiempos difíciles en que nadie quiere hijos, algo que sólo podemos aplaudir. Además, si el Padre permite que nazcan hijos en experiencias de esa naturaleza, es porque el hecho no atenta contra la ley natural, sino al contrario, se da en consonancia con ella.

Allan Kardec no trato, evidentemente del asunto, del mismo modo que no trató el tema de los trasplantes. Podemos, sin embargo, afirmar que los Espíritus Superiores, decididamente contrarios al aborto, a la eutanasia y a la pena de muerte, no son contrarios a la vida y al notable instrumento de progreso que es el proceso reencarnatorio.

Como sabemos, la encarnación es indispensable al progreso del ser humano, y no se da sólo por castigo, como defienden los partidarios del roustainguismo.

Conforme es dicho claramente en la cuestión 132 del El Libro de los Espíritus, la finalidad de la encarnación es permitir a los Espíritus que progresen y, al mismo tiempo, que participen de la obra de la creación, razón por la cual la venida de un niño al escenario terrestre sólo puede recibir aplausos, jamás la condenación.
 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita