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Año 2 – Nº 79 26 de Octubre del 2008

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO  
aoofilho@gmail.com  
Londrina, Paraná (Brasil)

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org


El divorcio en una perspectiva espírita

Definido como la disolución del vínculo conyugal, lo que permite a las partes un nuevo matrimonio, el divorcio ya era conocido en la China antigua, en Grecia y en Roma, aunque haya sido instituido legalmente en Brasil hace poco más de treinta años
 

La institución del casamiento, que constituye una característica de este final de siglo, ha sido atribuida a factores diversos. Radbruch afirma que, con la progresiva emancipación económica de la mujer, surgió un nuevo derecho de familia, diferente al derecho clásico. Al principio, se desintegró la familia trabajadora por el trabajo de la mujer en las fábricas. Más tarde, el mismo fenómeno ocurría con la familia pequeña-burguesa, por las necesidades venidas del trabajo y de la subsistencia, en virtud de las crecientes dificultades económicas. La ausencia de la mujer en el hogar, pasando para la fábrica o la oficina, han sido reputada


 

como una de las causas fundamentales de la inestabilidad del matrimonio en diversos países y, por consecuencia, del divorcio. 

Concepto y orígenes del divorcio 

En su acepción amplía, el divorcio puede ser definido como la disolución del vínculo conyugal, habilitando las partes a nuevas nupcias. En Brasil, el fue introducido por la ley nº 6.515, de 26/12/77, cuyo art. 24 dice que el divorcio pone término al casamiento y a los efectos civiles del matrimonio religioso.

Desde la sociedad más antigua, el divorcio ha sido una viva frecuencia en las costumbres. En la China antigua, por ejemplo, se admitía la separación, pero el marido que abandonase a la esposa, sin una causa justa, recibiría ocho latigazos. En la India, el Código de Manu permitía el repudio de la mujer por el marido, desde que ella sufriese una enfermedad incurable o fuese viciosa con licores embriagantes, así como en el caso de esterilidad, después de ocho años de casamiento.

En la Grecia antigua el divorcio ya era conocido. En Roma, estaba el divortium, en que debería haber mutuo consentimiento, y el repudium, de iniciativa sólo del marido, sin necesidad de motivo. A final del Imperio romano la costumbre del divorcio se generalizó y, según algunos, la exageración de las separaciones conyugales y la poligamia fueron factores importantes en la desintegración del estatuto de la familia en la Roma imperial.

Dice Ozanam: “Estaba el divorcio de los hombres de bien, el divorcio por cansancio, el divorcio de los que cambiaban de esposa por año. Estaba el divorcio por cálculo, como lo prueba Cicerón, que repudió a Terencia, no porque le hubiese contraído esta al alma, sino porque él precisaba de nuevo dote para satisfacer a los acreedores. Existía el divorcio por generosidad, como el de Caton que, verificando que su mujer Marcia agradaba a su amigo Hortensio, le dio a ella el título de esposa”.  

Los opositores del divorcio 

La Iglesia pasó a prohibir el divorcio especialmente después del Concilio de Trento, realizado en la Edad Media. En 1930, la encíclica papal Casti Connubii reafirmó la tesis de la indisolubilidad del casamiento, con vistas así para proteger a los hijos.

Clóvis Beviláqua dice que el divorcio “avasalla los espíritus y acaba destruyendo las energías psíquicas más útiles al progreso moral de la humanidad”. Durkheim, en su famoso libro “El Suicidio”, muestra con datos estadísticos que el divorcio favorece el suicidio. De hecho, una investigación hecha en California dice que el 42% de los suicidas eran, en el inicio de los años 50, divorciados. Otros estudiosos afirman que el divorcio es hecho de locura. En Baviera, levantamiento hecho en la misma época reveló que 67% de los locos eran divorciados.   

El divorcio en la concepción espírita 

Allan Kardec indagó a los Espíritus si esta ley de la Naturaleza la indisolubilidad absoluta del casamiento. Respondieron a los inmortales: “Es una ley humana muy contrario a la de la Naturaleza. Pero los hombres pueden modificar sus leyes; sólo las de la Naturaleza son inmutables” (El Libro de los Espíritus, 697).

Jesús, tratando el asunto, enseñó: Yo os declaro que todo aquel que repudia su mujer, si no es por causa del adulterio, y casarse con otra, comete adulterio, y el que se casara con la que otro repudió, comete adulterio” (El Evangelio según Mateos, cap. 19:3 a 9).

El Codificador del Espiritismo, opinando sobre el asunto, escribió: “Día vendrá en que se preguntará si es más humano, más caritativo, más moralizador retener entre sí los seres que no pueden vivir juntos, que concederles la libertad, y si la perspectiva de una cadena indisoluble no aumentará el número de las uniones irregulares” (El Evangelio según el Espiritismo, cap. 22:4). Y, centrándose de forma directa el tema divorcio, aseveró: “El divorcio es una ley humana, que tiene por objeto separar legalmente lo que ya lo estaba de hecho, y no es contrario a la ley de Dios, por no reformar lo que los hombres hicieron, ni aplicarse sino cuando la ley divina no fueron tomada en cuenta”.

Kardec recuerda en sus comentarios que Jesús, más allá de no haber sancionado la indisolubilidad absoluta del casamiento, llegó hasta incluso a especificar el caso en que el abandono puede tener lugar, que es el adulterio. Ahora, donde exista una amistad recíproca y sincera no ronda el adulterio. Si este se da es porque el amor se encuentra distante y la estabilidad conyugal peligra.

 Conclusión

Después de Kardec, varios autores se manifestaron al respecto del asunto.

Para Emmanuel, el divorcio debe ser meditado como medida de última instancia. He ahí lo que él escribió:

“Levantaste el hogar por amor y tan sólo por el amor conseguirás conservarlo.”

“Innegablemente no se te niega el derecho de errar realizaciones o dilatar el plazo destinado al rescate de ciertos débitos, una vez que nadie puede aceptar la criminalidad en nombre del amor.”

“Entre tanto, en los días difíciles del hogar recuerda que el divorcio es justo, pero en la condición de medida articulada en última instancia.” (Emmanuel, en “En la Era del Espíritu”, cap. 11.)

José Herculano Pires trajo también su contribución sobre el asunto:

“Quien ama sabe tolerar y perdonar. Las dificultades serán superadas día a día por el cultivo del amor.”

“El cultivo del amor es como el cultivo del arte. Y quien rompiera un casamiento de amor, por simple intolerancia, no encontrará más remedio para su soledad.” (J. Herculano Pires, en “En la Era del Espíritu”, cap. 11.)

André Luiz nos presentó, acerca del tema, una visión innovadora, equiparando el divorcio a una realización errónea, como podemos ver en el texto siguiente:

 “Divorcio, edificación aplazada, resto a pagar en la balanza del espíritu deudor. Es generalmente porque uno de los cónyuges, socio en la firma del casamiento, vino a olvidar que los derechos en la institución doméstica suman deberes iguales.”

“Auxiliemos, en la Tierra, la comprensión del casamiento como siendo una unión de realizaciones y concesiones mutuas, cuya falta es preciso evitar.” (André Luiz, en “Sol en las Almas”, cap. 10.)

Finalmente, Divaldo Franco así se manifestó sobre ese tema:

“La Doctrina Espírita ve como un ‘mal necesario’ la solución del divorcio. Llegará el día en que el hombre escogerá mejor a su compañero, con madurez y amor y, como consecuencia, soportará más las vicisitudes que vienen de esa elección, liberándose de aquello que  constituye una carga aflictiva, porque el tiene los ojos puestos en la vida espiritual, que es la verdadera.” (Divaldo P. Franco, en EL INMORTAL, págs. 6 y 7, junio de 1984.)      

Concluyendo, podemos afirmar:

1) El Espiritismo acepta el divorcio cuando los cónyuges ya se encuentran separados. El divorcio será entonces una forma jurídica de legalizarse lo que de hecho ya se consumó.

2) El divorcio debe ser medido en última instancia, cuando no exista más ningún clima de convivencia entre los cónyuges.

3) El divorcio es una edificación fatal, falta  para pagar en la balanza del espíritu deudor.

4) Todos los problemas generados a partir de la separación conyugal pesarán en la hoja de aquel que fue la causa.

 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita