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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 58 - 1° de Junio del 2008

 
                                                            
Traducción
MERCEDES CRUZ REYES - MERCHITA926@telefonica.net


La gallina insatisfecha
 

 

En cierto sitio bastante agradable, vivía una gallina llamada Petita. 

Normalmente, Petita estaba de mal humor, reclamando todo y de todos. 

El pollero era muy alto, el nido muy duro, el maíz no tenía  gusto,  las  lombrices   no  eran  agradables,  y el

agua  no era limpia ni fresca.  

En fin nada estaba bueno para doña Petita. 

Las otras aves del terreno andaban siempre alegres y felices, más doña Petita ya andaba mal con la vida.  

Si el gallo cantaba muy temprano su co- co- ro-co – co, ella reclamaba que el no la dejaba dormir, si el cantaba más tarde atendiendo su voluntad, reñía con el porque hacia perder la hora de levantar. Cuando los animales hacían fiesta en la graja, ella reclamaba   por   el  barullo;  si  no  la  invitaban   para  danzar  y

participar de los juegos, se afirmaba  abandonada por todos. En fin, no sabían  que hacer para agradarla. 

Hasta que un bello día oyó a la patrona conversando con el empleado encargado de tratar a los animales: 

- Mañana  temprano quiero que usted coja a Petita y la mate. Yo deseo comer gallina ensopada en el almuerzo. Y ella está bien gordita, a punto para ir a la cazuela. 

La gallina, que chiscaba por allí cerca, al oír eso se estremeció. ¡Querían botarla en una cazuela!  

Y Petita ya comenzó a sentir los tormentos que la aguardaban. 

Aquella noche, Petita no conseguía dormir. Y cuando, al final, cerro los ojos, exhausta, tuvo un sueño agitado. Soñó que el empleado corría tras de ella y la agarraba con fuerza; ya se sentía en un cazo con agua hirviendo, y después alguien la tiraba de las patas, dejándola peladita, peladita. Fue preparada con esmero, e iba a ser colocada en el fuego, cuando ella despertó, sintiendo frió y toda arropada.  

La pobre Petita lloro… lloro mucho. ¡Quien podría ayudarla? ¡Ella a nadie le gustaba! Tenia la certeza de que se quedarían muy felices con su sufrimiento y nadie sentiría su ausencia.  

El día comenzó a clarear y Petita lamento, acordándose  que nunca más oiría el co- co- ro – co-co del gallo; que nunca más pondría  los huevos en su nido, que ahora reconocía ser tan blando y calentito; que no comería más el maíz gustoso y las tiernas lombrices; que nunca más conversaría con nadie, y percibió como  iba a sentir nostalgia de todo aquello. 

Solo entonces petita se dio cuenta de cómo su vida siempre había sido de buena y agradable. ¡Cuánto tiempo ella perdió quejándose! 

- ¡Ho! ¡Dios! Si yo pudiese volver a tras, haría todo diferente – pensaba suspirando profundamente.

El empleado ya se aproximaba  para cogerla, cuando surgió la patrona conduciendo a su hijo de la mano. 

El chaval, al ver la intención del empleado comenzó a llorar, gritando: 

-¡No! ¡No quiero que maten a Petita! ¡No quiero que maten a nadie! 

Y la madre sorprendida con la actitud de niño, replicó: 

- ¡Mira esa, hijo mio! ¡Gallina ensopada está muy buena! 


- No quiero madre. Prefiero comer patatas, si fuera por sacrificar a alguien. 

La madre pensó… en la actitud del hijo y al final concordó, diciéndole: 

- Tienes razón, hijo mío. No debemos quitar la vida a nadie. De hoy en adelante todos los animales de este sitio están a salvo y podrán vivir tranquilos. 

Petita respiró, aliviada. ¡Estaba salvada! ¡Y debía su vida justamente a aquel chaval que ella siempre considerara tan agradable, y que ahora afirmaba gustarle ella! 

Satisfecha y carcajeando feliz, Petita abrazó a todos en el gallinero, e hicieron una gran fiesta. 

A partir de ese día, Petita se transformó en una gallina alegre y satisfecha de la vida, no cansándose de agradecer la bondad de Dios, que le diera una nueva oportunidad, a través de la mano de un niño.  

                                                                       Tía Celia
 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita