Entrevista

por Orson Peter Carrara

Una hermosa experiencia con la música y el difícil arte de la declamación

Nacida en la capital paulista, Suzana Amyuni (foto) reside en São Carlos (SP). Periodista con especialización en producción de contenidos y gestión de la comunicación, está vinculada a la Asociación Espírita Obreiros do Bem, en la que es miembro del Departamento de Comunicación, directora del Coro Affetto y responsable por el Informativo Correio do Bem.  En esta entrevista nos cuenta, entre otros temas, su experiencia con la música y el arte de la declamación.

Sitúe su experiencia como declamadora para el lector. ¿Cómo empezó?

Mi abuelo materno era poeta. Y siempre quiso tener una familia de artistas, entonces puso a sus cinco hijos a estudiar artes: música, danza, pintura y declamación. Mi madre, la primogénita, tomó clases de música y declamación. Ella fue quien me enseñó cada detalle de este arte. Mi primera declamación fue en la escuela estatal Prof. Jamil Khauan donde estudié, en São José do Rio Preto. Cada año, realizaban un concurso de cuentos y poemas en los que siempre participaba. Lo adoraba. Hasta el día de hoy recuerdo su nombre: COCONPOKA - Concurso de Cuentos y Poemas de Khauan. En la universidad también tuve algunas oportunidades de declamar y/o presentar. Y cuando mi madre cumplió 80 años en 2019, rescatamos varios poemas de mi abuelo para el video que producimos en homenaje a ella, trayéndome la dulce oportunidad de conocerlo un poco mejor.

¿Cómo es la técnica de memorizar un texto, a menudo extenso?

Siempre recurro a varias herramientas. La primera es leer el texto completo, tratando de comprender y vivenciar su significado. Si fue escrito hace muchos años, trato de insertarme en ese contexto. Cuando son los poemas de mi abuelo, imagino que escribe pensando en mi abuela (él escribió mucho para ella). Más recientemente, cuando fui invitada a declamar los prefacios de tres libros de Cairbar Schutel, traté de insertarme en ese contexto de amor a Jesús y de gratitud. Esto ayuda a despertar en nosotros, que vamos a declamar, el sentimiento que tal vez los autores de los textos quisieron transmitir. La segunda herramienta es copiar el texto unas cuantas veces, como cuando lo hacíamos en la escuela, en la adolescencia. Después lo leo varias veces y trato de decorar parte por parte. Finalmente, me gusta leer frente al espejo. De esta manera puedo ver mi interpretación y hacer los ajustes necesarios.

Fue en la inauguración del Encuentro Anual Cairbar Schutel, que conmemoraba los 150 años del nacimiento de Cairbar Schutel, que usted declamó los prefacios de los tres grandes clásicos de Schutel. ¿Cómo fue esta experiencia con los textos y la vibración del momento?

Fue una experiencia que me honró mucho, me trajo la oportunidad de tener a mi marido haciendo el fondo musical en vivo y me insertó en un nivel de gran responsabilidad, por la notoriedad del autor y por la grandeza e importancia del evento. Me dediqué mucho. Copié muchas veces a mano los prefacios, traté de entender el significado de las palabras que no conocía y leí los textos muchas veces frente al espejo, siempre tratando de imaginar la alegría de Cairbar Schutel al escribir cada mensaje en esos libros que demandaron tanto esfuerzo para que se produjeran. Al mismo tiempo, en todo momento, agradecía, mentalmente, por la oportunidad de declamar los textos de él, que también amaba las palabras, y cuyos libros tuvieron tanta relevancia para la Doctrina Espírita. Poder contribuir un poco para que las personas presentes allí tal vez pudieran sentir ese mensaje de manera diferente fue una alegría.

¿Qué es lo más resaltante en una declamación? ¿De qué manera la emoción se involucra con la memoria?

Veo a la declamación como un arte, así como la música, el teatro, la danza, etc. Y, como en todo arte, la emoción es parte de él. La primera vez que aparece es junto con la invitación a una nueva declamación. La segunda vez está en el estudio del material a declamar. En general, cada texto trae consigo un "qué" de la realidad, ya sea una poesía o el prefacio de un libro. Entonces, cuando estamos intensamente involucrados en esa realidad, nos emocionamos, ya sea por imaginar cómo fue aquello para el artista, o porque esas palabras nos remitieron a algún recuerdo, a alguna vivencia del pasado. Dejar fluir este sentimiento, sin miedo ni vergüenza, es uno de los caminos para que la declamación sea más fluida y toque más directamente el corazón de quien escucha.

¿Y cómo es la sensación ante las reacciones del público?

Durante la declamación, siempre trato de mirar a los ojos de las personas, porque esa energía que viene de ellos es fundamental. La intención de quien declama es llevar el mensaje de una manera diferente a quien escucha, tal vez provocando en él la misma emoción que se siente al declamar. Quedo muy feliz cuando percibo que el mensaje que estoy declamando tiene cierto sentido para quien lo escucha. Y siempre siento una inmensa gratitud a todos los que me escuchan, que me dan esta oportunidad de declamar. Me siento, en el fondo, como si estuviera cumpliendo el sueño de mi abuelo, a quien no conocí personalmente, pero de quien siempre he oído hablar.

De sus recuerdos, ¿qué considera lo más significativo?

Son importantes, para mí, las reacciones de las personas cuando escuchan poemas inéditos, que para ellos fueron una novedad. Cuando al final de la declamación vienen a preguntarme qué texto es ese, veo un brillo en sus ojos, que indican el encantamiento de la persona con esa experiencia, no siempre por la declamación en sí, sino por el contenido que ha surgido. Y eso es sensacional. Llevar lo nuevo. Ayudar a cada uno (así como soy auxiliada constantemente) a ampliar el conocimiento cultural. La poesía da encanto a la vida.

Y su experiencia con la música, ¿cómo sucedió?

Al igual que la declamación, esta experiencia vino de la familia. Con la diferencia de que tuve contacto con la música durante mucho más tiempo que con la declamación. Cuando era niña, estudié órgano electrónico, piano, canto, y a la edad de 15 años me invitaron a dar clases en una escuela de música en Rio Preto, donde pasé mi infancia y adolescencia. Salí de São Paulo a la edad de 4 años y considero que haber vivido en el interior del estado toda mi vida me ha traído grandes oportunidades de este contacto con la música. Hoy en día, todavía estudio piano y estoy casada con un multi instrumentista, para mi alegría. Siempre que me encuentro con mi madre, nos ponemos de acuerdo tocar una o dos canciones con cuatro manos. Y el canto es una marca registrada de la familia.

En las presentaciones de Acordes para el Evangelio [realizadas en Obreiros do Bem en São Carlos, con el Coro Affetto], ¿cómo es integrarse en este contexto de arte/evangelio?

La música prepara el ambiente y tranquiliza los corazones para que las personas puedan escuchar más sensibilidad aún las palabras del Evangelio. Es muy interesante ver al público acompañando, relajado, las canciones que cantamos. Todos quedan más relajados y, nos parece, con el corazón más abierto hacia el conferencista. Algunas curiosidades: nuestro coro es pequeño, somos diez personas en promedio. Pero cuando nos unimos estamos tan felices, la música incluso parece resonar más fuerte. A veces, sin saberlo, la música que componía nuestro repertorio tenía que ver con la conferencia del día. Y el nombre del evento lleva en sí mismo tanto la lectura que son acordes musicales para la preparación del Evangelio, como una invitación para que las personas acepten, efectivamente, las palabras de Jesús.

¿Algo más que quisiera añadir?

En tiempos de aislamiento social, el coro Affetto continuó reuniéndose virtualmente. Al principio de la pandemia, incluso grabamos algunas canciones, individualmente, cada uno en su casa, y editamos el video para mostrarlo en Acordes para el Evangelio. Con el tiempo, fue difícil mantener el cuidado de la voz a la distancia y optamos estudiar un poco de teoría y hacer prácticas de dictado rítmico y dictado melódico. No sé si por la música o por la afinidad que el grupo creó, a pesar de todas las dificultades que enfrentamos con esta pandemia, el grupo permanece activo. A veces he pensado en parar y estoy segura de que los del coro también. Adaptarse al mundo digital exigió mucho de todos. Pero resistimos. Para mí, eso es amor al arte.

Sus palabras finales.

El dicho dice que quien canta está haciendo la oración dos veces. Creo que llevar el arte al Centro Espírita es una manera de consolar, aliviar dolores, crear nuevas experiencias, difundir el conocimiento y estimular talentos. No tiene que ser, necesariamente, una canción espírita, pero debe hacerse con el corazón y estar dirigida hacia el bien, a la caridad y a las enseñanzas de Jesús.
 

 
Traducción:
Ricardo Morante
rmorante3@yahoo.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita