Especial

por Marcelo Teixeira

En marcha

El psiquiatra espírita Alyrio de Cerqueira Hijo, en el óptimo y devastador libro Parábolas Terapéuticas, examina con maestria el significado de las muchas parábolas que Jesús contó. Aprovecha, aún, para hablar sobre las Bien-aventuranzas, con las cuales Cristo inicia el Sermón de la Montaña. – Bien-aventurados los humildes de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos; Bien-aventurados los que lloran, porque serán consolados etc. Son nueve en total.

Según Alyrio, el texto de todas ellas remite a la pasividad. ¿Estamos pasando por momentos difíciles? ¿El mundo está mal? No importa. Aguardemos sin reaccionar, suframos callados y aspiremos por mejores condiciones. La recompensa vendrá tras la muerte del cuerpo físico.

Sólo que, en consonancia con las Parábolas Terapéuticas, la propuesta de Cristo es bien diferente, una vez que la pasividad no existe en el Universo. Todo es vida, movimiento, dinamismo. Finalmente, como dijo el propio Jesús, Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo también. (Juan, 5:17)

¿Contradicción en los Textos Sagrados? No. Apenas una cuestión de traducción.

Conforme explica Alyrio, en el original en hebraico del Evangelio de Mateo, la palabra utilizada por el Maestro es ashréi, derivada de ashar. Significado: rectitud, alegría y seguridad de alguien que marcha en dirección al Reino de Dios. Por lo tanto, nada de pasividad o inercia.

El Sermón de la Montaña comienza dando nueve formas de marchar en dirección al Reino de los cielos, que es el estado de plenitud, amor incondicional al prójimo, sensación del deber cumplido, conciencia tranquila y profunda realización por estar sintiéndonos cada vez más al unísono con la fuerza mayor llamada amor, que rige el Universo.

Para dar cuerpo a este capítulo, resolví coger una Bien-aventuranza. Aquella que, a mí ver, más nos convoca a salir en marcha: - Bien aventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos (o saciados, dependiendo de la traducción). O entonces, a partir de ahora, En marcha los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.

Sedientos y hambrientos de justicia somos todos nosotros. Y me refiero no solamente al conjunto de leyes y reglas de convivencia y armonía que caracterizan la justicia humana como la Divina, sino a un sentimiento de desasosiego que nos lleva a luchar por solidaridad, fraternidad, salud, consuelo, prosperidad, trabajo, información de calidad, libertad, ética, transparencia, educación, igualdad, conocimiento y afines para que seamos una sociedad de hecho justa con todos.

¿Si nosotros tenemos sed y hambre de esa justicia, qué debe ser hecho para saciarla? Sumerjámonos en las causas de las injusticias – esten ellas dentro de nosotros o a nuestro alrrededor – y nos movamos para que ellas dejen de existir. Así, cambiaremos para mejor el paisaje social del planeta. Esa es la marcha a ser hecha: pongamos la mano en la masa y, con nuestro propio esfuerzo, saciarnos el hambre y la sed que nos asolan.

El mundo siempre nos brindó con gente en la actividad en búsqueda de esa saciedad. Es el caso de Francisco de Asís, Madre Teresa de Calcuta, Gandhi y otros espíritus más adelantados que nosotros y que vinieron a la Tierra para mostrar que es posible – muchas veces con pocos recursos – marchar para saciar las necesidades personales y colectivas. Pero hay también historias maravillosas siendo puestas en práctica por el grupo que es gente como la gente. En el libro Palabras de Luz, el médium y tribuno bahiano Divaldo Pereira Franco cuenta la vida de una mujer que salió en marcha y fue saciada. Hablaré sobre ella y sobre otras personas sobre las cuales leí y que me fascinaron.

Estados Unidos, final del siglo 19. Una joven negra llamada Mary Jane Mac Leod Bethune (1875-1955) termina el curso de profesora gracias a una beca de estudios que había ganado de una modista Quaker (grupo religioso originário del protestantismo británico). En un país entonces fuertemente racista, ninguna escuela la aceptó. Ella improvisó un colegio bajo un árbol, en el fondo de un depósito de basura, teniendo como material de trabajo tres cajones de cebolla. En ese lugar, Mary Jane comenzó a alfabetizar a descendientes de esclavos.

Era preciso, sin embargo, ir más allá. ¿Qué hizo ella? Marcó una entrevista con Henry Ford, fundador y presidente de las industrias automovilísticas Ford. Él estaba hospedado en un hotel local. Sólo que, por ser negra, fue echada en la portería. Mary Jane no se hizo de rogar; subió por la escalera de incendio hasta el noveno piso, saltó la ventana de acceso al pasillo y tocó la campana del apartamento del Sr. Ford. El mayordomo, que también era negro, dijo que el patrono no recibía negros. Ella replicó en voz alta, diciendo que había marcado la entrevista. Ford oyó y la mandó entrar.

Según Divaldo, Henry Ford, que era humanitario y reencarnacionista, habría dicho no saber que la visitante era negra. Ella, entonces, rebatió, diciendo que dudaba que él conociera alguien con dientes y ojos más blancos que los de ella. Ford halló sensacional la respuesta. Aquella era una mujer que merecía ser oída porque estaba por encima de mezquindades y prejuicios. Ella, entonces, habló del sueño que tenía que ampliar la escuela y lo llevó al depósito de basura. Sorprendido, Ford extrañó el lugar. Mary Jane, entonces, dijo: ¡Yo siempre olvido los detalles! En verdad mi escuela está aquí en la cabeza. Yo quiero que, con su dinero, el señor la arranque de aquí – apuntó la cabeza – y la coloque allí.  

Tras un argumento tan extraordinario, Ford dio a ella 20 mil dólares. Y allá fue Mary Jane, de escuela en escuela, siendo responsable por la formación y educación de miles de ciudadanos negros (principalmente) y blancos en los Estados Unidos.

Cuando los EE.UU. entraron en la Segunda Guerra Mundial, el entonces presidente Franklin Roosevelt canceló las subvenciones de las escuelas. Mary Jane fue a la Casa Branca a enfrentarlo. – El señor no va a cortar las subvenciones de mis escuelas. Él respondió: – La señora no se olvide de que yo soy el presidente. Ella rebatió: – Ni el señor olvide que yo soy su electora, y yo voy a acordarme. Las escuelas de ella fueron las únicas que no tuvieron los subsidios suspendidos en aquel periodo. Mary Jane de cierto continúa en marcha.

Son muchos los episodios que evidencian la personalidad fuerte de Mary Jane, una mujer notable que fue, también, consejera de la ONU y de la Unesco para asuntos raciales. En la opinión de Divaldo, la historia de ella es una de las más lindas del siglo 20. Vamos a otras.

El periódico fluminense El Globo contiene, en su edición dominical, la Revista El Globo. En ella, la columna Dos Cafés y la Cuenta, en que el periodista Mauro Ventura interviene en la charla y toma un café, zumo o similar con personas que salieron en marcha rumbo a un mundo mejor. Rodrigo Freire es uma de ellas.

Joven, guapo, abogado y habitante de la Zona Sur carioca, Rodrigo tenía todo para ser solamente más un frecuentador asíduo a la playa, del quiosco o de la tienda de zumos. Como todo buen carioca, Rodrigo intercambia punto en todos esos locales. Pero también va a menudo al basurero del Jardín Gramacho – barrio del municipio de Duque de Caxias, en el gran Rio.

Rodrigo, que siempre le gustó el trabajo voluntario, oyó hablar del basurero y fue allá con dos amigos. Objetivo: distribuir juguetes para los niños. Llenaron el coche y fueron. Al llegar, fueron cercados por traficantes armados. – Vinimos de Ipanema para distribuir juguetes. Uno de los traficantes dijo. – gusto de ver. Enseguida, los propios traficantes organizaron una fila. En menos de diez minutos, los juguetes se acabaron. Hubo niños que no tuvieron. Además de eso, vinieron ancianos preguntando por comida y ropa. Los jóvenes no tenían, pero Rodrigo prometió que volvería siempre. Volvió y nunca más paró. Y no sólo en el basurero. Él va también a várias favelas y tiene gusto por los puntos más miserables, de preferencia adonde no llega nadie. Eso sin hablar de las visitas a asilos, guarderias, orfanatos y en los muchos kilómetros que recorrer recogiendo juguetes, alimentos y ropas. Rodrigo no para. Hasta mobiliário y material de construcción para rehacer una casa consumida por un incendio él arregló. Y como no tiene patrocinador, organiza bazares, almuerzos benéficos, campañas de recaudación. La frase que finaliza la entrevista es ejemplar. Dice Rodrigo: – Tengo que desplegarme, pero la gente siempre encuentra un tiempo para hacer el bien. ¡Marcha, Rodrigo Freire!

La semana siguiente, la referida columna brindó a los lectores con el dentista Marcelo Schettini, fundador de la ONG SOS Dental, que presta atención odontológica y gratuita de emergencia en favelas. Ganadora de ocho premios, la ONG ha como principal proyecto el Dentista en la Favela. En él, comerciantes de la favela pagan R$ 2,00 por mes y ganan carteritas para ser distribuidas a quién ellos quieran: parientes, clientes, trabajadores, vecinos etc. Si uno de los beneficiados sentía dolor en diente, era sólo conectar para un 0800 y recibir em la casa la visita de un dentista provisto de consultório móvil.

Generalmente la ONG cuida de casos simples, como suturas y recolocación de dientes rotos. Pero como los casos más graves no siempre encuentran atención adecuada junto a la Salud Pública, Marcelo lanzó la campaña Adopte una Sonrisa, en la cual un padrino, por R$ 110,00, pagada por la sonrisa de un paciente. Ahí, son hechos procedimientos como obturaciones, tratamiento de gengivitis y restablecimientos.

Marcelo también organiza iniciativas en que grupos de dentistas atienden pacientes en locales que cedan el espacio, como iglesias evangélicas y centros espíritas. Ya hizo atención hasta en el exterior, en países con Haití y Honduras. Su infancia de niño pobre que hacía trabajos temporeros para pagar por el tratamiento dental hizo a él encantarse por la profesión. Casi paro la matrícula en la facultad por falta de dinero. No lo hizo porque el rector emitió un cheque-garantizaba de propio puño mientras no salía el crédito educativo. Marcelo sintió en la piel lo que es tener dificultad para mantener la salud bucal. Hoy, hay diez clínicas populares en la Bajada Fluminense, donde trata primero y sólo después pregunta si el paciente puede pagar. ¡Marcha, Marcelo Schettini!

Uno de los más respetados escritores brasileños se llama Graciliano Ramos (1892-1953), autor de clásicos como Vidas Secas, San Bernardo y Memorias de la Cárcel. Pero la obra sobre la cual ahora me inclino no es de él, sino sobre él. Título: El Viejo Gracia, de autoría del periodista Denis de Moraes.

La obra – una biografia – revela hechos notables de la vida de ese gran ciudadano que fue Graciliano Ramos. Nacido en la ciudad de Quebrangulo (AL), Graça, como era conocido, era el hijo más mayor de un comerciante de tejidos que se estableció en otra ciudad alagoana: Palmeira dos Índios, de la cual Graciliano vino a ser prefecto.

Cierta vez, él halló por las buenas multar a los comerciantes que exponían mercancías en la calzada, confundiendo el flujo de los peatones. Uno de los multados fue al padre, que fue a quejarse al hijo. Graciliano respondió que los políticos no tienen parientes. Si el padre había recibido la multa de la prefectura es porque estaba en situación irregular. Por eso, debería pagarla.

Años más tarde, Graça asumió el cargo de secretario de Educación de la capital, Maceió. Una de las escuelas municipales no había iniciado las clases en el comienzo del periodo lectivo. La escuela, según la directora, no había recibido presupuesto para los uniformes y calzados de los alumnos. Graciliano, entonces, se puso en marcha. Como era hijo de comerciante de tejidos y con penetración en el área, explicó la situación a algunos proveedores. Él necesitaba de haciendas para la confección de los uniformes, pero como el presupuesto aún no había salido, empeñó la palabra. Así que el dinero fue liberado, pagaría todo. Hizo el mismo con comerciantes de calzados. Todos suministraron el material necesario. Cuando los tejidos fueron entregados, él mismo los cortó; había aprendido con el padre. Después, llevó todo para modistas de su confianza, que pusieron manos a la obra. En poco tiempo, los uniformes y zapatos eran entregados. La escuela podía, finalmente, dar início a las clases. Cuando el presupuesto fue liberado, comerciantes y modistas fueron pagados. ¡Eso es tener hambre y sed de justicia y ponerse en marcha para saciarla!

El periodista y ambientalista André Trigueiro (¡salve él!), en el libro Mundo Sostenible, cuenta una historia de la keniata Wangari Maathai (1940-2011), primera mujer africana en ganar el Premio Nobel de la Paz (en 2004) gracias al Movimiento Cinturón Verde, que reflorestó tanto Kenia como vários países vecinos. Para tanto, Maathai reclutó mujeres negras y pobres para la función. En Kenia, debido a la infraestructura deficiente en el área de energía, lleva a los habitantes a utilizar leña para cocinar y calentar la casa. Por eso, sólo el 2% del territorio, en 1977, eran cubiertos de bosques. El Cinturón Verde invirtió el proceso y promovió el plantio de 30 millones de árboles, garantizando el verde y cesando la desertización del suelo, la pérdida de la biodiversidad, la muerte de los ríos y nacientes y la pérdida de animales.

Maathai, una mujer como pocas, formó a 10 mil personas con sus cursos de capacitación. Además de eso, creó la Red Africana Verde, que diseminó prácticas sostenibles por toda África. – Cuando plantamos árboles, plantamos semillas de la paz, dijo ella. ¡Y se planta mucho más! Se planta ganancia económica coadyuvando a ganancias ambientales y sostenibles, que disminuyen los índices de pobreza y violencia.

¡Wangari Maathai, una sembradora que salió a sembrar! Una marcha en vários tonos de verde. Marchas que nos inspiran. Marchas de gente como la gente. Marchas que pueden ser la marcha de cada uno de nosotros. ¡En marcha!  
 

Traducción:

Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita