Espiritismo para
los niños
por Célia Xavier de Camargo

Año 11 – Nº 523 – 2 de Julio de 2017

Respuesta de la vida

Beto estaba jugando en la vereda frente a su casa cuando la pelota se fue a la calle y él fue a buscarla.

En ese momento, un carro dio vuelta a la esquina y no tuvo tiempo de frenar, atropellando al niño frente a dos compañeros asustados.
Inmediatamente el conductor paró su vehículo y corrió a socorrer al niño desmayado. Los compañeros llegaron y el conductor preguntó dónde vivía el chico que había atropellado, pidió que avisaran a la familia, mientras él llevaba al niño al hospital.  

Dejó su nombre, dirección y número de teléfono para que pudieran hablar con él, y salió en dirección al hospital más cercano, donde Beto fue atendido rápidamente en emergencias y después llevado a un cuarto.

En poco tiempo, la mamá de Beto llegó asustada:

- ¡¿Qué pasó con mi hijo?!...

Pálido, el desconocido que velaba por él sentado en una silla, se levantó y explicó:

- Señora, mi nombre es Carlos. Fui yo quien atropelló a su hijo Beto. Él está bien, ya fue socorrido y su pierna fue enyesada, pues tenía una fractura. Pero él está bien; solo tomó un analgésico para el dolor y está descansando, pero estaba muy nervioso, pensando que sus padres estarían molestos con él.

La mamá se acercó a su hijo y le dio un beso entre lágrimas:

- ¡Pobre Beto! Pero ¿cómo pasó ese accidente?

- ¡Yo pasaba en el carro por esa calle cuando vi un niño que corría detrás de una pelota! ¡No me dio tempo para nada! ¡Cuando lo vi, él estaba en la calle recogiendo la pelota!... ¡Pasó demasiado rápido! Perdóneme, pero no me dio tempo de frenar.  

La mujer, llorando, lo miró con cara de pocos amigos y sugirió:

- De seguro estaría corriendo mucho, ¿verdad?

- No, señora. ¡Al contrario, iba lento! Si hubiese ido a velocidad, no habría podido frenar, ¡se lo aseguro!

La mamá de Beto estaba muy nerviosa y sugirió que él ya podía irse fuera, porque ella se ocupará de él. Carlos se disculpó una vez más, le dio una tarjeta para que pudiera hablar con él en caso de necesidad, y se despidió.

La mamá se quedó en el hospital, preocupada por el estado de su hijo. Más tarde, el papá de Beto llegó y explicó que, al llegar a casa para el almuerzo, se enteró que Beto estaba en el hospital y corrió hacia allá. Después preguntó:

- ¿Cómo está nuestro hijo, Sonia?

- Está bien. No te preocupes. Parece que solo fue una pierna rota. ¡Gracias a Dios!...

- Pero, ¿y el conductor? ¿Lo viste? ¿Qué te dijo? ¿Dejó su dirección por si fuera necesario? ¡Porque podríamos necesitarlo!...

- ¡Calma, Rodrigo! Él dejo sus datos en caso fuera necesario. ¡Aquí están!

Y Sonia le dio al marido los datos del conductor, que examinó todo cuidadosamente. De repente él se paró y dijo:

- ¡Sonia!... ¡¿Sabes quién es ese sujeto que atropelló a nuestro hijo?!...

- ¡Claro que no! ¡Nunca lo vi en la vida!

Rodrigo miró por largo rato a su esposa moviendo la cabeza y dijo:

- ¡Él es el padre de ese niño pequeño que tú atropellaste hace algunos años!

- ¡No puede ser, Rodrigo! ¡Ese hombre es mucho más mayor que el padre de ese niño!...

- Pues es él mismo. Estoy absolutamente seguro. Necesitamos hablar con él, conversar.

Más tarde, ese mismo día, Beto estaba bien y fue a casa. Apenas llegaron a casa, lo dejaron con la hermana mayor y fueron a la casa de Carlos.

Sabían dónde vivía. Tocaron el timbre y pronto su esposa fue a abrir. Al verlos, los recibió muy bien y llamó a su marido que acababa de tomar un baño.

Cuando Carlos llegó, saludó a las visitas y se sentó al lado du su esposa.

Sonia, la madre del niño, no sabía cómo disculparse por lo sucedido:

- ¡Carlos, perdóneme! ¡Estaba tan trastornada que no lo reconocí!...

- No tiene importancia. ¿Cómo está el niño? ¿Está bien?

- Sí, ya está en casa. ¡Pero lamento todo lo que le dije hoy, Carlos! ¡Estaba tan nerviosa que no imaginaba que fuera usted! ¡Usted, que perdió un hijo por mi culpa!

Él sonrió tristemente y respondió, sereno:

- No se preocupe, Sonia. Lo que ocurrió en el pasado iba a suceder de cualquier manera. Estoy seguro de que nuestro pequeño Arturo iba a quedarse poco tiempo en la Tierra. Hoy, nosotros somos espíritas y creemos que todo lo que sucede está bajo las Leyes Divinas sabias y perfectas. Así que no se preocupe. Estamos bien, nuestro pequeño hijo Arturo está bien y vive en el Mundo Espiritual.

Sonia y Rodrigo escucharon las palabras de Carlos y se miraron, sin entender bien lo que él quiso decir con eso.

- ¡¿Quiere decir que “su hijo Arturo” está vivo en algún lugar?!...

- ¡Sí, estoy seguro! Y es ese pensamiento el que nos hace vivir con alegría y serenidad. Si quieren conocer cuál es la razón por la que estamos serenos y viviendo bien, solo tienen que aceptar acompañarnos a un Centro Espírita, donde encontrarán todas las respuestas a sus preguntas. ¿Aceptan?

Sonia y Rodrigo se miraron y aceptaron la invitación animados. Después, las parejas se abrazaron y Sonia se disculpó con Carlos por la manera cómo lo había tratado esa tarde.

Y así, debido a ese accidente, ellos se volvieron grandes amigos y frecuentadores de una Casa Espírita, con el amparo de los Amigos Espirituales y del pequeño Arturo, ¡que está muy feliz!...                   


MEIMEI


(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia, 01/8/2016.)

 
 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita