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Año 11 - N° 511 - 9 de Abril de 2017
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

A nosotros nos toca la tarea
de plantar; todo lo
más
 viene de Dios


“¿Cuál el verdadero sentido de la palabra caridad, tal como Jesús la entendía? Benevolencia para con todos, indulgencia para las imperfecciones de los otros, perdón de las ofensas.” (El Libro de los Espíritus, ítem  886.)

Es interesante observar que Jesús no considera esencial en el entendimiento de la caridad ninguna forma de beneficencia. La beneficencia sólo será caridad caso sea movida por el amor, y pasará a ser considerada caridad material.

Allan Kardec, en el cap. XIII, ítem 5 y 6, d’ El Evangelio según el Espiritismo, teje consideraciones sobre el óbolo de la viuda, tema siempre acordado por conferenciantes y estudiosos espíritas cuando el asunto es la práctica de la caridad material.

“El deseo que algunos alimentan de poseer riquezas para que pueda hacer el bien solamente es desinteresado cuando no busca proporcionar a sí mismos el bien antes de hacerlo a los otros. En otra parte del texto, Kardec se refiere a la intención desinteresada como la que está exenta de cualquier idea personal.” (Ivomar Schüler da Costa, autor del Especial “La caridad y la relación entre las intenciones y los recursos”, publicado  en esta edición.) 

La señal más característica de la imperfección es el interés personal (El Libro de los Espíritus, ítem 895), que se manifiesta cuando el hombre busca primero sus intereses en detrimento de los intereses de los otros. Eso no significa que él no tenga cualidades morales, pero, sí, que ellas son eclipsadas cuando el interés personal es atingido.

La expresión “conflicto de intereses” muestra bien la dinámica de los intereses personales. Pilatos sabía que Jesús era inocente y que los judíos que organizaban su proceso estaban actuando por envidia. Pilatos entró, entonces, en conflicto consigo mismo. Había de un lado el intuito de mostrar la inocencia del Nazareno, diciendo hasta que no veía ningún mal en aquel hombre. Sin embargo, le era necesario, según pensaba, ceder a los judíos para mantener el orden en armonía con las dos partes. Entonces, lanzando toda la culpa en los judíos, prefirió lavar las manos y echar Jesús a sus verdugos y, consecuentemente, a la muerte.

“La persona deseosa de hacer el bien, aunque sin disponer de recursos para tanto, y al colocar el bien del otro antes de su propio bien, hace con que la caridad atinja su punto más alto cuando busca y encuentra recursos en sí misma, en sus capacidades, por cuanto el punto sublimado de la caridad, en ese caso, estaría en buscar ella en su trabajo, por el empleo de sus fuerzas, de su inteligencia, de sus talentos, los recursos de que carece para realizar sus generosos propósitos.” (Ivomar Schüler da Costa, en el artículo mencionado.)

Buena voluntad. Esa manifestación es siempre secundada por los Espíritus del Señor que basan sus acciones en individuos fieles, animados de la voluntad de hacer el bien, o simplemente de actuar con corrección. No importa que actúen en el anonimato. Las buenas obras no necesitan de evidencia para esparcir el bien. Basta que ofertemos nuestro corazón y nuestras potencialidades en beneficio de los menos favorecidos, sea de bienes materiales o de adorno moral.

Son las pequeñas cosas, los pequeñitos actos, la disposición de servir, que dan noticias sobre nuestra fe y sobre nuestra experiencia. Todo equipaje virtuoso empieza en la voluntad de servir, en la buena voluntad.

Debemos compenetrarnos de que todo don, todo bien, viene de Dios. Nuestro trabajo es  sembrar… buenos actos, buenas palabras, nobles intenciones. Pero Dios es que hace la plantita crecer, hecho que el Apóstol Pablo hizo cuestión de enfatizar en conocida carta a los cristianos de Corinto, en la cual, en refiriéndose al trabajo de la evangelización, declaró: “Yo planté, Apolo regó, pero el crecimiento vino de Dios”. (I Corintios, 3:6.)   



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita