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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 509 - 26 de Marzo de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 


¡Dios obra de manera inesperada! 
 

Mateo caminaba por un hermoso bosque que había en las afueras del barrio donde vivía.

Era sábado, día en que no tenía clases. Por costumbre, se despertó muy temprano y sintió ganas de salir a caminar. Entonces, desayunó y salió.

Caminando por el bosque, Mateo aspiraba el aire fresco y miraba al cielo, que podía ver en medio de los grandes árboles.

Los pájaros cantaban, y, de vez en cuando, veía a un animalito cruzarse en su camino y escapar en medio de la maleza.

Un gran sapo croaba a la orilla de un riachuelo.

De pronto, Mateo vio un cepo, es decir una trampa para atrapar pájaros, donde una pobre avecilla, cansada de luchar y casi desfalleciendo, se debatía intentando escapar.

Triste, el niño se arrodilló y, con mucho cuidado, soltó a la avecilla.

En esto, Mateo se dio cuenta de que, en sentido contrario, venía un niño más o menos de su edad. Llegó a tiempo para ver lo que Mateo había hecho y estaba furioso.

- ¿Quién te mandó a tocar mi trampa?

- Disculpa. ¡Sentí pena por el pajarito! – se justificó Mateo.

- ¡Pues ahora vas a ver lo que hago con quienes se meten conmigo!

Y, lleno de ira, se lanzó sobre Mateo que, más pequeño y más delgado, se defendía como podía.

Después de descargar su agresión, el muchacho se alejó, dejando Mateo echado en el suelo:

- Eso es para que aprendas a no meterte con mis cosas.

Llorando de dolor, Mateo se levantó con dificultad y volvió a casa. Al

verlo, su madre le preguntó asustada:

- ¿Qué pasó, hijo mío?...

- No es nada, mamá. Solté un pájaro de una trampa y el dueño se puso muy enojado conmigo. ¿Tú crees que hice mal?

Mirándolo con cariño, la madre lo envolvió en un abrazo:

- No, hijo mío. Hiciste lo correcto. Es una cobardía usar trampas para atrapar animalitos indefensos.

- ¡Pero el niño dijo que era su trampa!

- Sí, Mateo, ¡pero los seres vivos son de Dios! Algún día, este niño se dará cuenta de que actuó mal, cuando tenga conciencia de que debemos proteger a los más débiles. Ahora, báñate y te curaré. Después, iremos a almorzar.

Una semana después, alguien llamó a la puerta y Mateo fue a abrirla.

¡Era el dueño de la trampa!

- ¿Tú?... ¿Qué quieres?

Algo torpe, el niño contestó:

- Solo conversar.

La madre de Mateo se acercó, al ver el miedo de su hijo, y se quedó escuchando lo que decían.

- Usted debe ser su madre, ¿verdad?

- Sí. Me llamo Ana.

- Soy Gustavo, señora Ana. Fui yo quien golpeó a su hijo la semana pasada. Usted debe estar muy molesta conmigo. Les pido disculpas a su hijo y a usted.

- Por supuesto que no me gustó lo que hiciste. Pero estoy feliz con la actitud de Mateo, que defendió a un ave indefensa, soltándola. Mi hijo sufrió, pero sabía que estaba haciendo lo correcto.

Gustavo estuvo de acuerdo e hizo un gesto con la cabeza; luego dijo:

- Hoy, yo también lo creo. Ese día, cuando llegué a casa y le conté a mi mamá lo que había hecho, ella me miró muy seria y me dijo que actué mal. Que, si bien estaba preocupado en llevar algo a la casa, con el fin de mejorar nuestra comida, no actué correctamente. Y mi madre me llevó a ver un nido, por allí cerca, donde el padre traía comida para sus polluelos, que abrían sus piquitos para recibir el alimento.
 

Gustavo dejó de hablar por un momento, y luego continuó:

- Nunca me había detenido a pensar en eso. Es decir, que en algún lugar, unos cachorros podrían tener hambre porque maté a su padre o a su madre. ¿Me puedes perdonar, Mateo?

- ¡Claro!

Y, adelantándose, le dio un fuerte abrazo a su nuevo amigo.

La madre de Mateo, conmovida, entendiendo la situación de pobreza de esa familia, se dispuso a ayudar. Con delicadeza, invitó a Gustavo a tomar el lonche con ellos y , así, conversaron por horas. De ese modo, ella supo que el padre de Gustavo estaba desempleado.

En ese momento ella tuvo una idea y dijo:

- ¡Pues mira qué casualidad! Tenemos una pequeña fábrica y una tienda. Mi marido está buscando a alguien para trabajar en la tienda. Trae a tu padre aquí mañana, Gustavo.

- Mi papá se va a poner muy contento, doña Ana. ¡Gracias! ¡Mañana temprano lo traigo aquí!

El padre de Gustavo fue contratado para trabajar en la tienda, y la madre como costurera para la fábrica de ropa.

Y poco a poco, todo se fue arreglando. Los chicos se convirtieron en grandes amigos y Gustavo agradecía a Dios por haber encontrado a Mateo ese día. ¡De una experiencia negativa, cuánto conocimiento y cosas positivas habían surgido! Lo que llevaba a Gustavo a decir, acordándose de ese momento:

- ¡Dios obra de manera inesperada! 

MEIMEI

(Recibida por Célia Xavier de Camargo, el 9/08/2010.)


  


 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita