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Año 10 - N° 508 - 19 de Marzo de 2017
ELENI FRANGATOS
eleni.moreira@uol.com.br
Vinhedo, SP (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Eleni Frangatos

Zimbábue

 Sueño - desdoblamiento


Cargo en mis brazos mi hijo de dos años de edad. Yo el seguro de lado, encajado sobre mi cuadril, sobrecargándolo por la cintura con el brazo derecho como siempre hago. El tenis pequeñito, rallado de varios colores, el pantalon corto y la camiseta estampada, de colores chillones, el gorro amarillo que él, que por encima de su pequeñez, tanto le gusta. De repente, en medio de la picadura africana, surge, a mi izquierda, un barracón del tipo colonial cubierto con chapas de zinc – construcción que, aún hoy, se encuentra por el interior de África – bien antiguo, abandonado, en ruinas, otrora utilizado como estación ferroviaria en lugarejos perdidos aquí y además en la grandeza africana, resquício del dominio del Imperio Británico. Bien próximo a un pequeño muro de enormes piedras, algunas ya sueltas por la acción del tiempo y del viento, caídas en el suelo. En él encostado, apoyado a un nudoso cayado, está un negro, viejo, caídas en el suelo. En él encostado, apoyado a un nodoso cayado, está un negro, viejo, encogido, amplio sombrero de paja, de la edad de su dueño, inclinado por sobre los ojos.  En la boca, una cachimba artesanal, bien rudimentaria.  Más además, un río caudaloso, de aguas barrosas.

Me aproximo al viejo, lo saludo con el respeto que de la edad le advém y pregunto si puedo tomar un baño en aquel río, si el río tiene crocodrilos.  Hago esa pregunta sin saber la razón, porque, en verdad, no tengo la mínima intención de entrar en aquellas aguas oscuras y mucho menos con mi hijo en la cadera.

Con una expresión lejana y una lentitud de quien ya se cansó de ver el tiempo pasar, aleja la cachimba de los labios y un ténue humo se enreda en el espacio.

– Usted es quien sabe. La vida es un río. Con o sin crocodilos, siempre existen peligros. Sólo usted va a saber si quiere o no entrar en ese río. El riesgo es todo suyo.

Cuando iba a continuar el diálogo, el viejo, en un pase de magia, despareció.

Ojo para mi derecha. Mis fallecidos abuelas, de manos dadas, caminan para mí, sonriendo. En una fracción de segundo, no están más allá.

A mi frente el río caudaloso, ancho, imponente. En los márgenes, vegetación rastrera, pequeños arbustos. El agua barrosa corre para el desfiladero en un rumor constante. Aquí y además, circunda una u otra roca, o pie de vegetación, y continúa corriendo para su destino. Infunde respeto.

Camino en su dirección. Cada paso, el agua, como por encanto, queda más y más clara.  En la mitad del río, a mi izquierda, corre ahora un agua cristalina, transparente. De mi lado derecho, sin embargo, el agua continúa turbia, enfangada y espesa.

De repente, un ruído ensordecedor...

Paro a cierta distancia del margen. Un pez enorme. Nunca vi un pez así. Recuerda a un delfin, que se hubiera cruzado con un pez-sierra, de pico puntiagudo y largo, ceniza claro plateado, mezclado de manchas coloreadas, como un arco-íris acuático. ¡Es lindo! El pez se desplaza en movimientos extremadamente lentos, nada entrando y saliendo del agua, diseña lentamente varios arcos imaginarios, exhibiendo toda su belleza, desparramando el agua en pequeñas gotas doradas y plateadas.

De repente, una confusión ensordecedora… de mi lado derecho; el agua oscura y barrosa, de un marrom rojizo, se agita, revuelve y grandes cantidades de agua se elevan, mientras borbujas enormes de oxígeno se desprenden en la superficie.

La masa, saliendo de en medio de las aguas fangosas, comienza a tener contornos.

Un negro enorme, gigantesco, se yergue a mi frente. El agua se escurre por el cuerpo hercúleo, que ahora rebrilla a la luz del sol. Un cuerpo atlético, musculoso, proporcional, una verdadera estatua griega de ébano. Un paño negro, prendido en las caderas, le cubre el sexo.  Las piernas separadas, los brazos ligeramente alejados del cuerpo, el abdome terso en un conjunto de músculos. El cuerpo ligeramente arqueado, curvado para el frente en mi dirección. El cabello negro, espeso, abundante, se eleva sobre la cabeza en tres niveles, como sobre una estructura propia, cayendo profusamente hasta la altura de los hombros. Extrañamente es cabello liso y no encrespado característico de los negros de aquella región.

Él me mira. Sus ojos son negros y centelleantes. El brillo de la mirada es indescriptible. Comienzo a sentir paz, una sensación de que nada de malo puede ocurrir, una seguridad total. Mi hijo desaparece de mis brazos y ni aún ese hecho me asusta, ni me preocupa.

La mirada de ese ser lindo encuentra la mia y quedo estática, encantada, sin conseguir desviar mis ojos, como si de aquella mirada dependiera mi vida. Ese hombre sabe todo, todo, a mi respecto. Yo no necesito decir nada.

Zimbábue era su nombre

La voz de él se hace oír sonora, fuerte sin ser agresiva, segura, transmitiendo la certeza que sólo milenios de conocimiento hacen adquirir.

– Yo soy Zimbábue. Soy un guerrero africano. Viví hace muchos, muchos años, un tiempo que no da más para contar. Combato toda y cualquier injusticia y protejo a quien necesita de ayuda. Vine para mostrarle el camino a ser seguido. Fue eso que usted, finalmente, pidió hoy. Aquí estoy. Siempre estuve a su lado, pero sólo usted pidió ayuda para luchar con su vida. Usted tiene libre-albedrío. Puede hacer lo que quiera. Pero, siempre que se sienta sin fuerzas, llame por mí. Yo vendré en su socorro. Usted no está sola. Usted está sin fuerzas, sin energía, triste, muy triste, porque usted no está queriendo entregarse a su misión en la Tierra. No tenga miedo de vivir. Usted es una guerrera de luz, así como yo. Los guerreros sufren, sienten el sufrimiento con una intensidad muy grande, se dan a las otras personas, son incomprendidos, a veces juzgados, pero luchan, siempre luchan. No la lucha que usted ha abrazado. Usted ha luchado por valores que, para un verdadero guerrero, nada significan. Ha usado su tiempo y energía en cuestiones frívolas, tan insignificantes en relación a todo el Universo... Por eso, su lucha ha sido sin gloria. Su lucha, la verdadera lucha, está comenzando ahora, si usted así lo quiere. Es la lucha del guerrero, es la lucha de la entrega total. No existe mayor, ni más difícil y dolorosa lucha que la de la entrega total.  Si usted quiere, vencerá. Está sin fuerzas, no quiere luchar más, porque no tiene más sueños, no cree en ellos, no cree en el ser humano, no cree en usted misma. Todo aquello por lo cual usted ha luchado siempre envolvió alguna segunda intención, algún interés. Ese es el motivo de tanto fracaso. Yo estoy aquí para ayudarla. He aguardado por usted en silencio. Su momento de maduración. Nada podía hacer, si usted primero no lo quisiera. Su hora llegó. De hoy en delante, cosas que usted hallaba extrañas, malas, producto de su imaginación en un pasado próximo, comenzarán a ser comprendidas y usted las aceptará. La duda, que la ha atormentado durante estos largos años sobre espíritus y vida después de la muerte, se desvanecerá. Todo cambiará en su vida, es sólo que usted cambie su actitud. Pare de pensar que los acontecimientos son "coincidencias". Observe su pasado. ¿Cuántas "coincidencias" usted dejó pasar por no creer en ellas? Usted ha sido la exterminadora de sus propios sueños.

Zimbábue levanta los brazos, vuelve las palmas de las manos en mi dirección. La mirada parece fuego consumiéndome. De las palmas salen dos focos de luz. Uno de los focos de luz se dirige para mi corazón.  El otro foco focaliza un punto en medio de mis ojos. Un soplo contenido sale de sus labios como si toda una energía interior estuviese pasando de aquel ser para mí.

¿Fue todo un simple sueño?

Despierto, atolondrada, estremecida, sudando copiosamente, sin saber dónde estoy. Algunos minutos después, muy lentamente, reconozco mi cuarto, mi cama. Me levanto. Cojo una toalla y enjugo el cuerpo. Voy para la varanda – un décimo piso – de donde vislumbro la playa de Boa Viagem. Estoy en la ciudad de Recife. Una luna enorme, como que colgada sobre el mar. El calor es sufocante, entremecido por una leve brisa que sopla del mar.

Vuelvo a ver el sueño. Mi hijo con dos años sólo. Veinticinco años habían transcurrido.  Mis abuelos, fallecidos y enterrados allá en la lejana África, donde yo había nacido y de donde había salido para Brasil. Veinticinco años...

Cuánta emoción reprimida, pisada, empujada para el fondo de mi corazón, cuántas luchas vanamente, sufrimiento, decepción, desilusión, duda, inseguridad, resentimiento, rechazo, carencia, la soledad corroyéndome poco a poco por dentro, dolor, dolor, dolor, con el cual yo nunca había sabido luchar.

¿Dónde mis sueños? ¿Qué había hecho de mi vida? ¿Dónde había quedado perdida aquella niña de rubias trenzas, ojos azules, llenos de esperanza? ¿Por qué siempre ignoraba dentro de mí mi infancia, mi familia? ¿Por qué tanto miedo de pensar en ellas?

Mi vida era una colección de pérdidas, un montón de despedidas. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Adiós! ¿Cuántas veces, yo había pronunciado esa palabra llorando copiosamente? Había perdido la cuenta. Adiós a mi padre, mi héroe, mis abuelas, a la ciudad donde nací y a mi marido, a los buenos empleos, las ciudades donde vivi; a los amigos a quien dejé... Amores... Mi hijo – siempre adiós, adiós, adiós. No soportaba más cualquier tipo de despedida...

Y yo luchaba. Luchaba mucho. Últimamente, ni luchaba más; agitaba, agitaba mientras los garrotes de la vida me imobilizaban cada vez más, destruyendo la posibilidad de realizar cualquiera sueño, hiriéndome el corazón y alma. Para decir la verdad, yo ni me daba al trabajo de soñar más. Era como si la vida finalmente venciera a la leona aguerrida e indomable, que existía en mí y lo peor es que yo misma, sólo yo, había permitido todo eso y, cada día, cada minuto, yo sentía mi agitación cada vez más débil y eso me apavoraba, un pánico devoraba mi corazón, mi razón... Nada salía bien...

¿Quién era yo en ese momento? ¿Para dónde fue toda mi garra, mi fuerza? Yo las había perdido a lo largo de los años como la llama trémula de una vela que se borra.

Y ahora sentía una voluntad enorme de volver a África. ¡Hace cuánto tiempo no volvia a ver a mi familia viviendo en Cape Town! Pensé: "estoy quedándome loca... viajar para África ahora... imposible".

Oí la voz de Zimbábue: "No luche contra usted misma. No dude. Entréguese en las manos del Espíritu Superior. Él dirigirá sus caminos. Todo lo que usted quiera, verdaderamente quiera de bueno para usted, vendrá a tocar a su puerta sin explicaciones".

África, África, mi tierra. África misteriosa, caliente, mística, de paisajes múltiples, de nacer y poner de soles alucinantes, esplendorosos, inolvidables. África de sol tórrido, sangre hirviendo en las venas, alucinaciones... ¡Todo muy intenso!

– Espíritu Superior, Espíritu de Luz, Zimbábue, sé allá quien quiera que vosotros seáis, me ayuden, estoy muy cansada, muy cansada. Había perdido todo en la guerra africana y gracias a dejar mi país con un hijo pequeño y un marido en estado de chock. Y Brasil me acogió con brazos abiertos, pero en el inicio no fue fácil. ¡Venir para un país sin conocer nadie y sin dinero, ni siquiera había tenido tiempo para llorar!

De repente, un llanto convulsivo, un llanto de años y años, explotó en mí... Lloré, lloré mucho hasta el agotamiento.

Volví para la cama y adormecí. Desperté con el teléfono tocando. La voz alegre y llena de entusiasmo de mi adorada hermana pequeña, conectando de Cape Town, Sudáfrica.

– ¡Maninha, sorpresa! Ganaste un pasaje para venir para acá – regalo mío y de mi marido. ¡Vienes a pasar la Navidad y tu cumpleaños con nosotros! Vienes a cargar tus baterías con nosotros, maninha. Necesitas volver. Yo te amo, mana, y estoy con mucha nostalgia tuya. ¿Cuándo vienes?

Y yo, atónita, oyendo, sin saber si había soñado antes, o si estaba soñando en aquel momento.

Esclarecimiento importante

Este sueño/desdoblamiento ocurrió en Recife, en 1997. A partir de ese sueño, tuve varios otros y siempre la preocupación de, al despertar, registrarlos, pero nunca olvidé los detalles de ninguno de ellos.

Sólo 11 años después, ya en Vinhedo, comencé a estudiar la Doctrina Espírita y comencé a comprender verdaderamente el significado de ese sueño.

Prácticamente 11 años después de este sueño, resolví investigar sobre el origen de este guerrero africano, de cabello liso, de estatura enorme, de nombre Zimbábue, que me acompaña a lo largo de la vida y que, en situaciones de extremo peligro, fue visto a mi lado por otras personas.

Algunos asociaron el nombre de este mí guía espiritual al país hoy llamado Zimbabwe. Sin embargo este nombre sólo fue adoptado por la antigua Rodesia recientemente, en 1980, fecha de su independencia. Este guerrero, sin embargo, vivió algunos siglos antes.

Como nací en Mozambique y Rodésia/Zimbabwe tiene fronteras con Zâmbia, Mozambique, Sudáfrica y Botswana y en el sueño aparece un río caudaloso y de gran anchura, conecté ese hecho al Río Limpopo. Y los hechos comenzaron a aparecer: ¡el Río Limpopo es el segundo mayor río de la región sur de África y sirve de frontera entre Sudáfrica, Botswana y Zimbabwe, antes de entrar en el norte de Mozambique! ¡Mucha coincidencia!

Comencé a leer más y más sobre la cuestión, sintiendo aquel frenesi de quien finalmente está llegando a la información buscada.

Y entonces, de la nada, surgió lo siguiente:

Zimbabwe, o Zimbábue (del dialecto xona, significa "casa de piedra"): está localizado en un punto común entre Mozambique y el actual y reciente país Zimbabwe.

Sólo que esta civilización aparece el primer milenio A.D. y fue, inclusive, denominada por la ONU como patrimonio histórico.

Se cuenta que hombres negros, de porte enorme, de cabellos lisos, tal vez venidos del Antiguo Egipto, habrían descendido hasta esa región y allí construido una ciudad de piedras enormes y muros altísimos y nadie sabe de donde vinieron esas piedras. Dicen que estos seres de gran estatura y fuerza, guerreros sin miedo, y con conocimiento desarrollado em metalurgia, vinieron de otros planetas/o em discos voladores.

Resumiendo y simplificando: nadie sabe hasta hoy de donde vino aquel pueblo, y ni como aquellas piedras fueron parar allí, y el cabello liso contrastando con el cabello de los africanos de aquel lugar es otro misterio.

¡Bien, yo que nací en Mozambique, mientras viví en mi país, nunca supe de ese lugar y sólo llegué a él, 11 años después de haber tenido un sueño revelador con mí guía espiritual, Zimbábue!

Hay cosas que no tienen explicación, sólo un Espírita entiende...

¡Y pásmense! Un día, de la “nada” resolví buscar alguien que diseñara el Zimbábue, con base en la descripción que hice del sueño. Busqué y encontré a una joven, que se ofreció a hacer el dibujo. No la conocí personalmente, sólo por internet. Mandé sólo la descripción para ella y después, ya con el dibujo listo, ella me contó y

otra coincidencia: ella también es espírita... Y la imagen de mi guía, yo diría, que está en un 90% igual al que vi en mi sueño. 




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita