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Año 10 - N° 508 - 19 de Marzo de 2017
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

Dios ayuda los hombres a través de los hombres


“Yo vine para enseñarles el camino a ser seguido. Fue eso que tú, finalmente, has pedido hoy. Aquí estoy. Siempre estuve a tu lado, pero sólo hoy tú has pedido ayuda para lidiar con tu vida.” (Zimbábue, de Eleni Frangatos, autora del Especial publicado en la presente edición.)

Los protectores están siempre unidos a sus protegidos, de manera que, mismo a través de distancias inmensas, pueden acompañarnos íntimamente, pudiendo hacerse presentes, eso es, corporalmente, cuando necesario. (Cuestión 495 d’ El Libro de los Espíritus, respuesta de San Luis y de San Agustín.)

Los guardianes pueden hacerse oír cuando actúan en la llamada voz de la conciencia. Todo pensamiento que no nos es propio, y a veces completamente extraño, trae mensajes de nuestros protectores, a través de la inspiración, variedad de la intuición, que hace de todos nosotros médium. (El Libro de los Médium, ítem 182.)

La voz de la conciencia es siempre la manifestación de la verdad y del bien. Pero la inspiración puede ser usada, dicho sea de paso, por los Espíritus que nos quieren mal.

“Yo estoy aquí para ayudarla. Tengo aguardado por ti en silencio.” (Zimbábue, de Eleni Frangatos.)

Los Espíritus protectores esperan el momento cierto para actuar. Hasta mismo un sentimiento de hastío puede tornarse decisivo para la acción. Relata André Luiz que el tedio de hacer el mal manifestado por Gregório fue el momento para la acción de aquella que fuera su madre. (Liberación, de André Luiz.) 

“¿Cuál es el señal más característico de la imperfección? – El interés personal. (…) el verdadero desinterés es cosa tan rara en la Tierra que es admirado como fenómeno cuando se manifiesta.” (Fragmento de la cuestión 895 d’ El Libro de los Espíritus.)

“Todo aquello por lo cual tú tienes luchado siempre envolvió alguna segunda intención, algún interés. Ése es el motivo de tanto fracaso.” (Zimbábue, de Eleni Frangatos.)

El sentimiento de sacar ventajas de las situaciones, de codicia, de subordinar el interés ajeno al propio interés, es práctica común entre nosotros. Por increíble que parezca, es visto como virtud por muchas personas.

Actuar con desinterés es hacer el bien por el simple gusto de hacer el bien, sin segunda intención, sin esperar nada en cambio. Es actuar con las personas de corazón abierto y acogedor. Es promover con sinceridad el relacionamiento humano. El desinterés es el hijo predilecto de la humildad.

“Oí la voz de Zimbábue: ‘no luche en contra tú mismo. No dudes. Entrégate en las manos del Espíritu Superior. Él tornará mejor tus caminos’.” (Eleni Frangatos, en el Especial   mencionado.)   

Muchas veces tenemos la tendencia, el impulso para el bien. Es la conducción de nuestros protectores a través de la intuición. Si ya tenemos ese impulso de forma innata, es que pedimos esa orientación y esa tendencia en la planificación reencarnatoria. Es algo que existe en germen, esperando sólo que nuestra voluntad la desarrolle.

Luchar en contra esos impulsos es luchar en contra nosotros mismos. La simple duda paraliza nuestra acción, y nos tornamos más infelices cuanto más nos negamos a dar seguimiento a la tarea previamente solicitada.

Es necesario entregarse a Dios, dejar que él direccione nuestras veredas.

Al entregarnos a Dios estaremos aguardando los brazos de que nosotros necesitamos para que seamos sostenidos. Y como Dios ayuda los hombres a través de los hombres, los protectores son los brazos que nos sostienen.  



 


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