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Año 10 - N° 502 - 5 de Febrero de 2017
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 
 

La práctica del bien puede asumir las fórmulas más diversas


“Vamos a hablar de una creencia común, tal vez hasta mismo universal, que, según nuestro entendimiento, tiene base doctrinaria, pero, en el inicio, podrá causar extrañeza a algunos de los estudiosos del Espiritismo.” (Paulo da Silva Neto Sobrinho, autor del artículo El mal de ojo en la óptica espírita, uno de los relieves de esta edición.) 

Puede parecer raro, pero aún hay muchos prejuicios en la práctica espírita, lo que es difícil de comprender, una vez que la visión espírita debería estar libre de tal vicio y, al contrario, ser acogedora de todas las creencias que buscan la verdad y el bien, porque, como dice el apóstol Paulo, “todos cuantos practican la caridad son discípulos de Jesús, sea cual sea el culto a que pertenezcan”. (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XV, ítem 10.)

En algunos grupos y centros se tiene especial aversión a “negros-viejos” y a las entidades como indígenas, soldados con lanzas o falanges católicas, cuando el Espiritismo debería ser un manantial de bendiciones para todos los que de él se acercan en busca de auxilio, amparo, rehacimiento.

Algunas veces los dirigentes espirituales de la reunión mediúmnica solicitan la cooperación de entidades, por así decir, exóticas para que, con su extrema humildad, puedan sanear el ambiente y hablar a nuestros corazones.

Es bueno recordar, a propósito de eso, que muchos “negros-viejos”  así se presentan porque fue en esta condición – ciertamente durante la esclavitud – que adquirieron determinadas virtudes del corazón, especialmente la humildad.

¿Será que el mal de ojo es simplemente una superstición o una realidad percibida por la sabiduría popular? (…) Cada vez más estamos convencidos de que, cuando una cosa es Universal, ella es hecho, aunque pueda ser interpretada de manera equivocada, dada la falta de conocimiento de los mecanismos que la hacen funcionar. Tal vez un buen ejemplo de eso sea la creencia en fantasmas, que es, ciertamente, Universal, lo que, en Espiritismo, se demostró ser el alma de los muertos manifestándose a los ‘vivos’ ”. (Paulo Neto, en el artículo citado.)

Cuando una creencia es general, sería normal buscarle el sentido. Pero parece que los “espíritus fuertes” consideran cosa de gente ignorante dar valor a lo que clasifican como supersticiones o aquello que sólo puede, según piensan, existir en el folclore. Se compadecen de aquello que es bueno sólo para las historias de arrullar. Son cosas de las cuales no necesitan, hasta que el fantástico aparezca como único recurso, hecho que se da, por ejemplo, en los casos de solución imposible para la medicina. Es que el orgullo generalmente sólo es abatido por el dolor.

El caso de los chamanes es emblemático. Los antropólogos tratan las prácticas de ellos como un acto simbólico. Y están ciertos. La simbología del proceso de cura hace parte del poder terapéutico. Pero pocos se disponen a retirar la cáscara dura y amarga para saciarse con la almendra, como dice Kardec, y los que lo hacen son considerados místicos. Ocurre, sin embargo, que nadie, entre los escépticos, consigue explicar las curas.

“Las mujeres que bendicen, son, generalmente, señoras maduras con desprendimiento envidiable que, por regla general, sólo practican la bendición en niños. (…) Emmanuel, en El Consolador, respondiendo a la pregunta “la llamada ‘bendición’, en los medios populares, ¿será una modalidad de pase?”, afirma categórico: “Las llamadas bendiciones”, tan comunes en el ambiente popular, siempre empleadas en la caridad, son expresiones humildes del pase regenerador, vulgarizado en las instituciones espiritistas de socorro y asistencia.” (Paulo  Neto, en el artículo citado.)

¡Caridad! La práctica del bien, como dice Emmanuel, puede asumir las fórmulas más diversas y es ella el componente fundamental de la acción terapéutica de las bendiciones. Es la caridad que reúne los elementos curativos y los distribuye por las manos callosas con sus ramas y agua bendita.

Todo  niño se queda impresionado y dócil ante tamaña humildad y amor fraterno. Son pocas las mujeres curanderas que cobran. Como generalmente son muy pobres, aceptan,  poniéndose coloradas, algún regalo o donativo. Pero no es eso que las invita al trabajo, porque, en verdad, son movidas por el amor.  



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita