WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual Edições Anteriores Adicione aos Favoritos Defina como página inicial

Indique para um amigo


O Evangelho com
busca aleatória

Capa desta edição
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Rádio Espírita
On-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco

Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 499 - 15 de Enero de 2017

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Conservar la paz

 

Cayo llegó a su casa triste y afligido. En el colegio, un compañero siempre lo dejaba amargado. Sin querer almorzar, pues no tenía hambre, Cayo fue a su cuarto y se echó en su cama. La mamá, que lo había visto llegar, lo llamó a almorzar, pero él no quiso. Decidió quedarse en su cuarto, que era el lugar donde se refugiaba siempre que tenía un problema. La mamá decidió dejarlo solo. Después del almuerzo ella iría a ver qué estaba pasando con su hijo menor.

Después de que los demás terminaron de almorzar, la mamá preparó un plato para Cayo y se lo llevó a su cuarto. Abrió la puerta con una sonrisa y preguntó:

- ¡Cayo! ¿No tienes hambre, hijo mío?

- Sí, mamá. No quiero comer ahora.

- ¡Pero está delicioso, Cayo! Hice esas bolitas de papa que tanto te gusta y la ensalada de legumbres que te gusta. ¡Levántate y ven a comer un poco!

Amargado, Cayo se puso a llorar, cubriéndose el rostro, donde las lágrimas caían sin control. La mamá lo abrazó, poniéndolo en su regazo, llena de cariño:

- ¿Qué pasó, hijo? ¿Te peleaste con alguien?

El niño se puso a llorar aún más. La mamá, con él en su regazo, dijo:

- ¡Cayo! ¡Nada de lo que pase tiene el derecho de quitarnos la paz del corazón! ¿Qué sucedió?

El niño lloró un poco más, y después explicó:

- ¡Roberto siempre está causándome problemas! ¡No entiendo por qué hace eso! Parece que desea atormentarme, ¿me entiendes?

La mamá pensó un poco, y después le explicó:

- Cayo, tú eres un niño pacífico, siempre te llevas bien con todos. ¡Y tal vez sea lo que él no soporta! ¡Tal vez quiera ser como tú y no lo consigue! ¡Por eso es violento, irritado, nervioso! Pero intenta mantener tu paz, que es preciosa. Aunque alguien desee quitarte la calma, no hagas nada. A veces, es lo que exactamente el compañero no soporta. Quiere verte sufrir como él, ¿ves?

- Tal vez tengas razón, mamá. ¡A Roberto le gusta molestar a todo el mundo!

- Entonces busca mantener tu corazón sereno y siempre evitar pelear. Piensa que quien te lastima está necesitando paz. Mantén la tranquilidad y la bondad en todo momento.

Cayo asintió con la cabeza, estando de acuerdo con su mamá, que siguió:

- ¡Hijo mío, trata de ayudarlo! Acuérdate de que la Naturaleza respeta la ley de equilibrio y busca conservarla siempre.

El niño alzó la cabeza, acordándose de algo y sonrió:

- ¡Mamá, a veces él esconde hasta mis libros, obligándome a buscarlos! Pero sé que hace eso para verme molesto, y no puedo. ¡Me da risa!

La mamá sonrió también ante esas palabras del hijo, que mantenía la serenidad siempre.

- Cayo, eres un tesoro – dijo abrazándolo con infinito amor. Después, manteniéndolo junto a su corazón amoroso, recordó:

- ¡Intenta recordar siempre que, aun cuando todos se muestren enloquecidos por la cólera, nuestro planeta Tierra está siempre firme, y el Sol, regalo de Dios, está siempre brillando en el espacio!

Ella miró al cielo, que se veía a través de la ventana del cuarto, y concluyó:

- Vivir de cualquier manera es común para todos, pero vivir en paz con uno mismo está reservado para pocos.
 

El pequeño abrazó a su mamá y asintió con la cabeza estando de acuerdo:

- Entendí, mamá. Cuando las personas no están en paz desean empujarnos al mismo camino. ¡Tengo pena por ellas y voy a orar a Jesús pidiendo que las proteja siempre!

La mamá abrazó a su hijo, con los ojos llenos de lágrimas:

- Querido Cayo, siempre agradezco a Dios, nuestro Padre, por el hijo maravilloso que me mandó. ¡Que sigas siempre así, esparciendo paz por donde vayas!

Al día siguiente, Cayo llegó al colegio, cuando vio a Roberto que iba a su encuentro. Se detuvo, lo miró y sonrió, después entraron juntos por el portón. Roberto, triste, dijo:

- Cayo, ¿me perdonas por lo que te hice ayer?

- No hay de qué perdonar, Roberto. Entiendo cómo te sientes…

El compañero comenzó a llorar y Cayo hizo que se sentara en una banca más escondida, para que nadie lo viera llorando. Después colocando la mano en el brazo de él, dijo:

- Roberto, debes estar triste, amigo mío, y te comprendo.
 

- Cayo, ¿me perdonas las veces que te he lastimado? ¡La verdad, mis papás no están bien y quieren separarse! ¿Qué va a ser de nosotros? ¡No deseo ver mi familia separada!  Eso está acabando conmigo…  ¡Siento una rabia dentro de mí!...

- Roberto, mis papás siempre dicen que necesitamos orar mucho para mantenernos en paz dentro y fuera de casa. ¿Vamos a mi casa? ¡Mi mamá nos ayudará, estoy seguro!

Roberto aceptó y fueron a la casa de Cayo. La

mamá, al verlos llegar, se asombró, pero Cayo le explicó que Roberto no estaba bien y les gustaría hacer una oración.

- Cayo, ¿me perdonas las veces que te he lastimado? ¡La verdad, mis papás no están bien y quieren separarse! ¿Qué va a ser de nosotros? ¡No deseo ver mi familia separada!  Eso está acabando conmigo…  ¡Siento una rabia dentro de mí!...

- Roberto, mis papás siempre dicen que necesitamos orar mucho para mantenernos en paz dentro y fuera de casa. ¿Vamos a mi casa? ¡Mi mamá nos ayudará, estoy seguro!

Roberto aceptó y fueron a la casa de Cayo. La mamá, al verlos llegar, se asombró, pero Cayo le explicó que Roberto no estaba bien y les gustaría hacer una oración.

La mamá se sentó con los niños en la sala, después elevó el pensamiento haciendo una oración a Jesús, pidiéndole que bendiga la familia de Roberto, para que todos estén bien y la paz volviera a esa casa. Al terminar, él se sentía mejor, agradecido por la ayuda que había recibido.

Al día siguiente, al reencontrarse, Roberto le contó a Cayo que sus papás iban a continuar juntos, con lo que él se quedó muy feliz.

- ¡Gracias a la oración que tu mamá hizo, Cayo! ¡Ahora todo está bien de nuevo!

Y se dieron un largo abrazo, sellando la amistad que finalmente había surgido entre ellos.  


MEIMEI
 

(Mensaje psicografiado por Célia X. de Camargo, en Rolândia, el día 29/08/2016.)                                            
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita