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Año 10 - N° 495 - 11 de Diciembre de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

 
En defensa de la Doctrina


Kardec nunca defendió la propia honra. Su silencio esperaba que el tiempo enseñase quien era inocente. Sólo se reportaba a sí mismo cuando el ataque personal objetivaba denigrar la Doctrina. Su defensa del Espiritismo era vehemente y enérgica, pero siempre pública y guardando el debido respeto a los opositores.

“Ésta es la doctrina digna de fe, y deseo que con firmeza la enseñes para que los que creyeron en Dios aprendan a ejercitarse en buenas obras. Es esto que es bueno y útil para los hombres.” (Tito, 3:8)

La enseñanza moral está en el centro del proyecto de renovación social operado por el Espiritismo. Toda la doctrina nos presenta consecuencias morales, mismo en los textos en que el tema tratado es la materia. Porque la moral tiene un movimiento paralelo a la materia, en que, donde una medra, la otra conceptúa.

La Doctrina Espírita es un sagrado depósito. Y debe ser enseñada, pero el medio de transmisión de las enseñanzas que ella contiene consiste en una edificación personal, de manera que la persona que enseña mejor lo hace por su comportamiento, o sea, por sus pensamientos, palabras y actos.

Pero lo que es característico del Espiritismo es ser una filosofía práctica. Todo en la filosofía espírita tiene una razón de ser y una finalidad. Si el hombre espírita tiene una formación doctrinaria, eso ocurre para que se transforme en un foco que debe guiar otros hombres a la práctica de la moral espírita. Y esa práctica nada más es que el ejercicio de la caridad, hecho que, según el apóstol Paulo, “es bueno y útil para los hombres.”  

“Así, pues, hermanos, progresando siempre en la obra del Señor, perseverad firmes e inquebrantables, sabiendo que vuestro trabajo no es en vano en el Señor.” (1 Corintios, 15:58)

El Cristianismo exige de sus adeptos coraje para enfrentar las adversidades con paciencia y resignación. Y que, de continuo, estén siempre progresando moralmente. Las propias tentaciones son vistas como oportunidades de crecimiento. Por eso, es necesario que perseveremos “firmes e inquebrantables”, porque sabemos que, un día, cosecharemos los frutos y que, por menor que sea, ninguna acción es disminuida de importancia para nuestro futuro.

Kardec dio mucho énfasis a las penas y gozos futuros, alertándonos que no podemos aquietarnos, porque seremos responsabilizados por todo el bien que dejamos de hacer y por todo el mal que transcurra de nuestra omisión.

No se debe, sin embargo, hacer el bien pensando en recibir algo en cambio. La verdadera caridad es desinteresada. Quien actúa con interés actúa con egoísmo. Luego, caridad egoísta es un contrasentido. Se debe hacer el bien por el placer de hacer el bien, y no pensando en un gozo futuro.   

“Combatí el buen combate, terminé mi carrera, guardé la fe.” (2 Timoteo 4:7)

Estas palabras del apóstol de los gentíos podrían estar en la boca de Kardec cuando de su deceso. Su vida fue un himno en alabanza de la dignidad humana, del respecto a los derechos de los hombres, del respecto a las creencias sinceras que visan al bien de la humanidad, y de la ampliación de los esfuerzos por la educación de los pueblos.

Kardec fue y continúa siendo un pastor de almas para Jesús, una vez que su obra tiene atraído para el bien y para las enseñanzas del Maestro miles de personas extraviadas que, al sol del Espiritismo, se renuevan para el bien y dan, en consecuencia de eso, un nuevo rumbo a la propia vida.




 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita