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Año 10 - N° 494 - 4 de Diciembre de 2016
MARCELO TEIXEIRA     
maltemtx@uol.com.br        
Petrópolis, RJ (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Marcelo Teixeira

Sandwich
poético-solidario


El sandwich es un alimento compuesto de dos rebanadas de pan y un relleno. Aunque su origen se pierda en el tiempo, fue en Inglaterra del siglo 18 que el nombre sandwich surgió gracias a John Montagu, cuarto Conde Sandwich (de ahí el nombre del manjar). Él comía pan con salami para no interrumpir las partidas de bridege, tradicional juego de cartas británico.

Mi propuesta en este texto es un sandwich que alimente y agite el alma. Dos rebanadas de poesía rellenas con lo que la literatura espírita ha de decir sobre solidaridad, palabra que viene del latín solidaridad. Significado: solidificar, confirmar. Algo sólido no es hueco y no se deja destruir fácilmente. Ya la falta de solidaridad evidencia cómo somos inestable por insistir en apoyarnos en falsos cimientos. 

Primera rebanada poética

Los Inocentes del Leblon

Autor: Carlos Drummond de Andrade 

Los inocentes de Leblon

No vieron el navio entrar.

¿Trajo bailarinas?

¿Trajo imigrantes?

¿Trajo un gramo de radio?

Los inocentes, definitivamente inocentes, todo ignoran,

Pero la arena es caliente, y hay um aceite suave

Que ellos pasan en las espaldas, y olvidan. 

Relleno

Ya no es la primera vez que el barrio carioca del Leblon aparece en mis escritos. Lo cité anteriormente cuando hablé de los ataques a Regina Casé, habitante del Leblon, y Chico Buarque, que salía de un restaurante situado en ese elegante barrio de la Zona Sur carioca.

Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), poeta y cronista brasileño del cual soy fan, escribió el poema que uso como primera rebanada. Hay un análisis bien lúcido de él en la web www.trabalhosfeitos.com.

El Leblon abriga habitantes de alta clase y posee uno de los más caros metros cuadrados del País. No podemos generalizar y decir que todos se encuadran en el que Drummond describe en el poema. Sin embargo, Forzoso es admitir que tales inocentes sean un fiel retrato de la forma de pensar y actuar de mucha gente, sea en el Leblon o cualquiera otro barrio carioca, fluminense, paulistano, paulista, minero, pernambucano, gaúcho, argentino, norte americano, francés, ruso o donde haya inocentes hecho los del Leblon.

El referido poema fue escrito en la época de la Segunda Guerra Mundial, periodo negro de la Historia de la humanidad. El navío que tales inocentes (léase indiferentes o ignorantes) no vienen a referirse a las embarcaciones que trajeron para Brasil toda suerte de personas, como inmigrantes – personas que venían huidas de la guerra y de las persecuciones nazis – y bailarinas, palabra que abarca no sólo danzarinas profesionales, sino también prostitutas, ya que, en aquella época, el bailar era comúnmente asociado a la prostitución. ¿Y el gramo de radio? Dice respecto a la radiación provocada por las bombas atómicas que los americanos tiraron en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. ¿Estaría ella a bordo?

¿Por qué Drummond utiliza interrogaciones acerca de la carga del navío? Porque, según la evaluación constante en la web, el poeta quiere mostrar que ellas parecen no ser oídas por los inocentes. Por eso, no son respondidas. ¿Y por qué no? Porque “Los inocentes, definitivamente inocentes, todo ignoran”. Aunque la humanidad estuviera experimentando un periodo de intenso dolor, Drummond quiere mostrar que la falta de solidaridad existente hace existir personas que todo ignoran y se niegan a encarar la realidad. Para ellas, lo que de hecho importa es pasar bronceador en la espalda, acostarse en las arenas calientes, tomar sol y olvidar. El dolor del mundo no les interesa. Ellas no quieren ser incomodadas en su confort. Prefieren quedar en sus burbujas y no darse cuenta que el resto del mundo – con sus contrastes y luchas – existe.

El club y las niñeras

Los inocentes del Leblon por lo visto atraviesan las décadas y golpean punto en el mundo hasta hoy. Yacen acostados en las arenas calientes de su confort mundano, ignorando totalmente los dolores de alrededor. Triste realidad de una humanidad que no cambia y no mira al prójimo que no esté socialmente próximo.

En 2015, un selecto club de la ciudad de São Paulo fue a parar en los informativos debido a la siguiente cuestión: Roberta, una de las socias, siempre que mandaba a la niñera llevar a la hija pequeña al club, se estresaba. Motivo: el club exigía que las niñeras vistieran de blanco. Por eso, Roberta nunca sabía si permitirían o no la entrada de su hija con la niñera. Finalmente, no todo el mundo que emplea una niñera ve necesidad de uniformarla. De tanto argumentar y no ser oída por la dirección del club, Roberta entró con una acción junto al Ministerio Público (MP), que abrió interrogatorio.

El club se defendió alegando lo siguiente: - La utilización de uniforme en color blanco por las niñeras está debidamente reglamentado a través de normativa interna (...) así como es común en organizaciones la utilización de uniforme y tarjeta.

Sin embargo, Beatriz Helena Fonseca, fiscal de justicia del MP, no concordó con la alegación y rebatió: - Al exigir el uso de determinada ropa por las niñeras, el club pretende marcar las personas que están en el local, circulando entre los socios, pero que pertenecen a otra clase social. Si fuera así, resaltó, otros acompañantes de los socios, como parientes, deberían ser obligados a usar blanco también. Y remató:  - La discriminación es evidente porque viola los principios constitucionales de la igualdad y de la dignidad de la persona humana. La regla es discriminatória.

Roberta, la madre de la niña, contó, aún, que esa regla del club no está colgada en cuadros de avisos, o sea, no es explícita. Tanto que, em las primeras veces, la niñera, a quien el reportage llama Deborah (nombre fictício) y que puede fácilmente pasarse por la madre del niño, nunca había sido importunada.

Sólo que, a partir del momento en que Débora fue identificada como niñera, los problemas comenzaron. Muy probablemente porque muchos frequentadores la estaban confundiendo con la madre de la niña. Cuando descubrieron que se trataba de una niñera, exigieron el uniforme para que los socios no la trataran más de igual para igual. Fue lo que Deborah contó a la patrona. – ella ya relato que uma sócia interrumpió la conversación con ella desde que descubrió que ella era la niñera de mí hija y no la madre.

El maestro que se volvió invisible

Lo más triste de todo eso, según Roberta, es la niñera es creer que están comprando pelea sin ton ni son. – De tan acostumbrada a ese tipo de tratamiento, ella no percibe la gravedad del problema, cree que es sólo una cuestión de ropa.

Tal hecho me hace recordar dos semejantes ocurridos en RJ. En uno de ellos, se descubrió que un selecto club de la Zona Sur carioca prohibía a las niñeras de (¡Dios mío!) utilizar los cuartos de baño. Algunos artistas gaiatos, entonces, dilectos representantes de la burla carioca, crearon en internet um fondo colectivo para comprar al referido club y transformarlo en terreiro de macumba. Uma broma que dio que hablar y expuso al club a una humillación sin fin.

El otro hecho fue contado en sala de clase por mi querido maestro Fernando Sá. Es sobre un maestro en Ciencias Sociales que iba a presentar su tesis basada en justicia social, exclusión y similares. Durante todo el periodo del máster, él quedó con la empresa responsable por la limpieza del campus universitario de trabajar como sirviente uniformado. La intención de él era ver si los compañeros y profesores lo verían en aquella condición. No lo vieron; pasaron diversas veces por él y ni tuvieron conocimiento de su existencia. El uniforme, por meses, había transformado al estudiante en un ser invisible. Cuando fue la defensa de la tesis, él reveló el disfraz, expuso sus argumentos y obtuvo el título de maestro em el área.

Curioso observar como todos los inocentes – sean del Leblon o de donde vengan – ignoran quién utiliza uniforme, quién es pobre etc. Drummond los llama definitivamente inocentes, es decir, aquellos que insisten en ser cómo son. Un ejemplo emblemático es la mujer del club paulista que paró de conversar con Débora cuando descubrió que ella no era la madre, pero sí la niñera del niño. Todo indica que el uniforme fue exigido para que los socios del club no confundieran más una sirvienta con alguien del nivel de ellos. Y es de lamentar la reacción de Débora. Está tan acostumbrada a ser tratada de forma discriminatória por los inocentes de todo orden que ni percibe la existencia del prejuicio social. Sólo que el uniforme es una forma de hacerla invisible para ser, entonces, ignorada.

En el libro Estamos Listos, el espíritu Hammed, por la mediumnidad de Francisco del Espíritu Santo Neto, observa que la solidaridad pasa en primer lugar por el respeto a la dignidad individual.

¡Cuántas personas son degradadas cotidianamente en su dignidad por ejercer funciones subalternas, por no tener dinero para frecuentar determinados lugares etc.!

Violencia y solidaridad

Cuando se habla de violencia, luego nos vienen a la mente casos de asesinato, violación, asalto y similares. Sin embargo, usar un uniforme para ser marcada como niñera dentro de un club también es una violencia. Esperar por el autobús bajo lluvia o de sol como sea también es una violencia. Andar en trenes y autobuses apiñados de gente para llegar en casa o al trabajo también es una violencia. Despertar de madrugada para coger un número para consulta una médica ídem. Ser atendido en hospitales sucateados ni se habla. Sin embargo, todo eso tiene que con una tremenda falta de solidaridad venida de los inocentes del Leblon, que prefieren ignorar todo. Pero no tiene importancia, la arena está caliente, el bronceador argentino está en la mano y la playa es una delicia.

Tal vez sea por eso que tantos países europeos estén incomodados con la llegada de miles de inmigrantes; hecho que, inclusive, hizo a Inglaterra dejar la Unión Europea. Y tal vez sea por eso que, en Brasil, tanta gente haya salido a las calles para protestar estos últimos tiempos. En el fondo, tal vez estén sintiéndose incomodadas con personas de baja renta en aeropuertos y universidades. El Leblons de la vida están quedando cada vez más pequeñas. Por eso, los inocentes, que no quieren dejar de serlo, protestan, se agitan o simplemente ignoran. Hammed dice, aún, que el objetivo de la solidaridad es socorrer y confortar a otros en sus dificultades y colaborar, de modo efectivo, para una vida mejor en un medio social. Generalmente, interpretamos el verbo socorrer por prestar socorro. Pero socorrer también es dar subsídios constantes para que no haya más gente invisible que pasa a lo largo de los inocentes de siempre. Actuando de esa forma, confortamos, o sea, hacemos la vida confortable para todos y colaboramos, como dice Hammed, de forma efectiva para que el medio social sea más saludable.

Si alguien duda, basta observar la Regla Áurea – “Todo cuánto, pues, queréis que los hombres os hagan, así hacedlo vosotros también a ellos, esta es la ley y los profetas”. (Mateus, 7: 12). Es por no tratar las personas como nos gusta ser tratados que el mundo está impessoal y carente de solidaridad. Finalmente, queremos el Leblon sólo para nosotros.

En El Libro de los Espíritus, Allan Kardec, en la cuestión 768 (Ley de Sociedad), pregunta si el hombre, al buscar la sociedad, está sólo siguiendo un sentimiento personal o a algo providencial de orden más elevado. Los amigos del lado de allá responden que el aislamiento embrutece y debilita a las personas. Por eso, el ser humano busca el medio social ya que, aislado, nadie progresa. Aún porque, al aislarnos, quedamos desprovistos de lo que los otros tienen para ofrecernos, sean aptitudes, cualidades, sentimientos etc.

Las islãs sociales y su fin próximo

Nadie quiere vivir aislado. Ni los inocentes discriminadores de niñeras, basureros y sirvientes. Todos nosotros necesitamos del trabajo de ellos, así como necesitamos de los servicios de médicos, ingenieros o abogados. El problema es el contacto con personas de profesiones menos prestigiosas socialmente resumirse a la cuestión del “haga eso para mí”. Aquel aparente servidor también es una persona rica de experiencias con quienes tenemos mucho que aprender. De lo contrário, como dice El Libro de los Espíritus, el aislamiento irá a embrutecernos y debilitar. No el aislamiento de una vida eremita, totalmente distante de la sociedad, sino el aislamiento embrutecedor de quien se niega a prestar atención a quién no sea socialmente idéntico. Ese es el peor de todos los aislamientos, pues catalogado en la total falta de solidaridad.

Nada que es sólido queda de pie, como evidencia el significado de la palabra solidaridad. Las clases antaño menos favorecidas están reivindicando voz cada vez más activa en el mundo, mostrando qué barreras necesitan venir al suelo.

Las islas sociales pisadas en la indiferencia Lebloniana del Drummond tienden a desaparecer. Quién no le importa los otros tendrá que agudizar la mirada en dirección a todo y cualquier prójimo y verlo como de hecho es: un prójimo que merece ser tratado con ese sentimiento que de vacío e hipócrita no tiene nada: la solidaridad.

De lo contrário, seremos llevados de sobresalto por los inevitables cambios que están conduciéndonos en dirección a un mundo regenerado. Y los que se nieguen a cambiar sufrirán las consecuencias de la propia indiferencia. ¿De qué forma? Tal vez siendo colocados a duras pruebas que los lleven a revalorar la conducta. Quién sabe hasta, reencarnando en mundos en los cuales los problemas que enfrentarán hagan que ablanden los corazones.

El poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht (1898-1956), en el poema llamado Intertexto, dice mucho sobre los indiferentes de todo orden que se niegan a ser solidarios. No sé si el desenlace que Brecht da a los versos tiene que ver con la muerte, que arrebata a todos nosotros. Mucho menos con la reencarnación, que hace que la próxima etapa en un cuerpo de carne sea la consecuencia de lo que hacemos hoy. Pero muestra como las personas indiferentes a todo y a todos tienden a ser también ignoradas, a terminar solas o hasta a experimentar del propio medicamento amargo. La Ley de causa y efecto es para eso, ¿cierto?

Hora de finalizar el sandwich.

Segunda rebanada poética 

Intertexto 

Autor: Bertolt Brecht

Primero llevaron los negros

Pero no me importó eso

Yo no era negro 

Enseguida se llevaron algunos obreros

Pero no me importó eso

Yo tampoco era obrero 

Después prendieron a los miserables

Pero no me importó eso

Porque yo no soy miserable

Después agarraron a unos desempleados

Pero como tengo mi empleo

Tampoco me importó

Ahora están llevándome

Pero ya es tarde.

Como a mí no me importó nadie

A nadie le importo yo. 



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita