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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 492 - 20 de Noviembre de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El juguete roto
 

Cierto día, jugando con un amigo, Cayo rompió sin querer el carrito nuevo de su compañero, que se enojó mucho con él. Pero Cayo, avergonzado por haber roto el carrito nuevo de Olavo, casi llorando, le explicó:

- ¡No fue mi culpa, Olavo! ¡Yo lo cogí y la pieza se salió! Te pido disculpas, pero no tuve la intención de romper tu juguete nuevo. ¡No sé qué pasó!...  

Pero Olavo estaba tan nervioso com Cayo que gritó llorando:
 

- ¡Vete! No quiero verte más en mi casa. ¡Nunca más!... Y tendrás que pagarme por el juguete roto, ¿escuchaste? Voy a hablar con tu papá y le voy a contar que rompiste por gusto mi carrito nuevo.

Cayo trató aún más de disculparse, pero el otro no quiso escucharlo. Abrió la puerta y Cayo se fue muy triste. Al llegar a casa, la mamá vio a su hijo pasar junto a ella llorando e ir a

su cuarto, donde se echó en la cama, desesperado.

Al verlo así, ella le preguntó:

- ¡¿Qué te pasó, hijo mío?!... ¿Te caíste? ¿Estás herido? ¿Dónde te duele?

Cayo negó con la cabeza mostrándole que no era nada de eso, y explicó:

- ¡Es Olavo, mamá! Yo estaba jugando con su carrito nuevo y se le salió una pieza. ¡Ahora él piensa que rompí su carrito a propósito y me botó diciendo que voy a tener que darle otro juguete igual!...

Triste, la mamá abrazó a su hijo al ver cuánto estaba sufriendo, y dijo:

- No te preocupes, Cayo. Hablaré con tu padre y él va a comprar otro carrito igual para Olavo.

- ¡Pero papá vive ajustado, mamá, nunca tiene dinero! – dijo Cayo, volviendo a llorar.

La mamá lo calmó con un cariñoso abrazo y le explicó que el papá realmente no tenía nada, pero que podría conseguir algo de dinero en la fábrica, como parte del salario que recibiría al final del mes.

- Pero ese dinero nos hará falta para nuestros gastos de la casa, mamá.

- Tranquilo, Cayo, tu padre sabe lo que hace. Ahora, levántate, que el almuerzo está listo y tu papá debe estar por llegar.

Madre e hijo fueron a la cocina. La mamá conversó con el papá y le contó lo que había pasado, pidiéndole que comprara otro carrito igual para Olavo. El papá respiró profundo, pensando en las cuentas que debería pagar, pero estuvo de acuerdo:

- Está bien, Cayo. Papá va a comprar otro carro para Olavo. Necesito que me expliques cómo es el juguete, el color y el modelo.

Cayo explicó al papá que era el modelo más reciente que había llegado a las tiendas, y el padre, después del almuerzo, regresó a la fábrica y solicitó un adelantado de su salario, en vista del importante gasto que tendría que hacer. Luego, con el dinero en mano, se fue a la tienda.

Un vendedor vino a recibirlo en la puerta y el padre explicó lo que quería.

- Por favor, señor, venga al mostrador, que voy a traer el juguete que pidió.
 

El vendedor regresó con la caja del juguete, la abrió y el padre vio un lindo carro, que sólo se le debían frotar las ruedas para que éste se moviera a toda velocidad.

- ¡Que belleza! - murmuró el papá, que respiró profundo, preguntando el precio.

El vendedor le dijo el valor, y el papá abrió los ojos, preocupado. Bajó la cabeza casi llorando. El joven se dio cuenta de su preocupación y sugirió:

- Señor, si es muy caro, tenemos otros juguetes más baratos. Voy a traerlos.

- ¡No! Tiene que ser este mismo. Mi hijo espera que yo le lleve este último modelo.

Y, al ver la expresión del vendedor, el papá le contó lo que había sucedido, que su hijo había roto el carrito de un amigo y el otro le exigía que le comprara uno nuevo.

Entonces el vendedor respiró profundo y sonrió, calmando el padre de Cayo:

- ¡Señor! Este modelo viene con un defecto de fábrica. ¡Por lo tanto, en caso de cualquier problema, la tienda deberá darle un juguete nuevo!

- ¡¿Estás seguro?!...

- ¡Por supuesto, señor! Voy a explicar al dueño de la tienda lo que pasó y verá que no hay ningún problema.

Pronto, se acercó al dueño de la tienda y, conociendo el problema que había sucedido y el nombre del comprador, ordenó que envolvieran como regalo un nuevo juguete, junto con las disculpas del fabricante.

El padre de Cayo regresó a su casa con el paquete, muy sonriente. Al llegar, entregó el paquete al hijo, que estaba sonriendo y llorando al mismo tiempo, aliviado.

Luego fueron a llevar el paquete al vecino. El papá de Olavo, quien los recibió con alegría, hizo que entraran y se sentaran en la sala. Llamó a su hijo, y Olavo entró en la sala. Al ver a Cayo con su padre, y un lindo paquete de regalo en la mano, sonrió feliz.

- ¿Pero a qué debo el honor de su visita? - preguntó el padre de Olavo.

- Vinimos a devolver el juguete de Olavo, quien acusó a mi hijo de haberlo roto. Pero, cuando fui a comprar otro, el vendedor me dijo que este modelo vino con un defecto de fábrica. Por lo tanto, no fue mi hijo Cayo quien lo rompió, pero quisimos comprarle otro juguete.

El padre de Olavo miró a su hijo, avergonzado por haber obligado a Cayo de comprar otro juguete igual. Con la cabeza gacha, Olavo se puso rojo de vergüenza. Pero Cayo, al ver la expresión del otro, dijo:

- Nosotros solo quisimos que tuvieras un juguete nuevo, Olavo. ¡Gracias por haberme dejado jugar con él!

Ambos se abrazaron y Olavo, rojo de vergüenza, dijo:

- ¡Discúlpame, Cayo! Pensé que habías roto mi juguete nuevo. ¡Perdóname!

Cayo disculpó a Olavo y todo terminó bien. Nunca más Olavo trató a Cayo, o a cualquier otro amigo, de esa manera, comprendiendo que había actuado muy mal con su amigo. Y se prometió a sí mismo que nunca más actuaría así con nadie. 

MEIMEI

(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia-PR, el 4/07/2016.)
 

                        

 



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