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Año 10 - N° 489 - 30 de Octubre de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

 
En las huellas del Cristo


Altamirando Carneiro, autor de la materia de esta edición, habla sobre el medio donde Jesús vivió. Teniendo eso en mente, tenemos la siguiente reflexión sobre lo que significa, en verdad, seguir Jesús.

“La regla y la vida de estos hermanos es esta: vivir en obediencia, en castidad y sin nada de propio y seguir la doctrina y los vestigios de Nuestro Señor Jesucristo, que dijo: Si quieres ser perfecto, va y vende todo lo que tienes y da a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Y: Si alguien quiere venir después de mí, abniegue a sí mismo y cargue su cruz y sígame.” (Fraile Francisco de Asís, Regla no bulada)

Felices los de espíritu de pobre. Francisco de Asís exalta la pobreza no por ella en sí, como virtud, pero simplemente porque Jesús fue pobre. Debemos seguir los vestigios del Cristo. Luego debemos vivir en pobreza, si queremos imitar su ejemplo. Francisco tenía amigos acomodados. Nunca exigió de ellos que deshiciesen de sus bienes. La renuncia de los bienes era privilegio de aquellos que decidieron seguir Jesús en acto extremo.

También creía lícito, y hasta virtuoso, pedir limosnas, pero siempre ordenaba a aquellos que sabían trabajar, y que el trabajo fuese digno, que trabajasen para sí y para los hermanos, con la restricción de jamás recibir salario en dinero. El salario era una túnica, un zapato, alimentos y hasta libros, desde que el destinatario supiese leer. Francisco permitía que los hermanos poseyesen breviarios, una novedad en la época.

“Pobreza, fundamentalmente, no está solamente en no tener cosas, porque el hombre siempre tiene: su cuerpo, su inteligencia, su ropa, su estar-en-el-mundo. Pobreza es una manera de ser por el cual el hombre deja que las cosas sean; renuncia a dominarlas y a someterlas a ser objeto de la voluntad de poder humano. Abdica de estar sobre ellas para colocarse junto a ellas. Eso exige una ascesis inmensa de despojamiento del instinto de pose, de dominio sobre las cosas y de la satisfacción de los deseos humanos.” (Leonardo Boff, San Francisco de Asís: ternura y vigor)

Pero la Hermana Pobreza estaba en el centro de las actividades. Toda la doctrina de Jesús, según Francisco, estaba basada en las virtudes de la pobreza, de la humildad, de la devoción y de la caridad. Destacamos la doctrina franciscana porque es, históricamente, la más bien documentada y la más expresiva vivencia cristiana después del cristianismo primitivo. Sus seguidores reformaron la iglesia y restauraron la vida cristiana en el imaginario del pueblo. Infelizmente, en pocas décadas después de la muerte de Francisco, el Orden de los Frailes Menores fue absorbido por el sacerdocio organizado y por las escuelas, degenerando en servir al Santo Oficio al lado de los dominicanos.  

“La experiencia del corazón lo hace conocer [a Dios] mejor de que las consideraciones de la razón (…).” (Fraile Buenaventura, Itinerario de la mente a Dios)

Ese pensamiento encierra tan bien la postura franciscana ante la ascesis, el conocimiento, la razón y la devoción. Francisco no veía con buenos ojos las actividades de las escuelas; les faltaba humildad. Paulo le había enseñado que “el conocimiento envanece, y la caridad edifica” (1ª Corintios 8:1). En pocos años, no obstante, los franciscanos se tornaron un orden de personas bastante cultas, como los dominicanos, que también eran “mendicantes”, listos para combatir las herejías.

Pero eso es otra historia. Sin embargo, las huellas del Cristo fueron nuevamente ignoradas, y la ciencia abaló las estructuras religiosas, destruyéndolas en muchos puntos. Pero, así como la reconstrucción de Francisco fue olvidada, aunque tenga permanecido en el imaginario popular, esa nueva vivencia del Cristianismo Redivivo tiene sufrido injuria de los conocimientos complejos y sofisticados de los nuevos escolásticos, perdiendo, así, con excepciones, la simplicidad primitiva.

Será una lástima si al Cristianismo Redivivo – el Espiritismo – ocurrir algo semejante a lo que  ocurrió con la Iglesia primitiva, hecho que Wallace Leal V. Rodrigues tan bien describió en su libro La esquina de piedra, publicado en 1975 por la Casa Editora El Clarín. 


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita