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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 488 - 23 de Octubre de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

Tiempo perdido

 

Un hombre era carpintero de profesión y tenía una extraordinaria habilidad para trabajar con la madera. Era un verdadero maestro en su oficio y todos admiraban sus trabajos.

Ese hombre tenía un sueño.

Deseaba esculpir en madera una imagen de Jesús, a quien él amaba profundamente, en tamaño natural.

Conversando con un amigo, el carpintero habló del sueño que albergaba en su corazón y el compañero lo incentivó:

- Entonces, ¿por qué no comienzas? Con tu talento y habilidad en las manos, estoy seguro que la escultura será una obra maestra!

A lo que el carpintero respondió:

- ¡Ah! ¡Amigo mío! Deseo no me falta. Sin embargo, el trabajo deberá ser perfecto y aún no he decidido qué madera voy a utilizar.

Siempre con duda, el artesano dejaba que el tiempo pasara. Una madera no servía porque era muy dura; la otra porque no era lo suficientemente resistente; otra era suave y fácil de manejar, pero la tonalidad no le agradaba.

Y así el tiempo fue pasando y el carpintero no se daba cuenta.

Algunos años después volvió a encontrar a su

amigo, que había regresado a la ciudad y, curioso, le preguntó sobre la obra.


- Ya decidí el tipo de madera que trabajaré. Sin embargo, todavía no he empezado porque no estoy en mis mejores condiciones íntimas. Creo que para esculpir la figura del Maestro necesito estar bien conmigo mismo y con el mundo. Sabes cómo es, los clientes exigen mucho mi atención y, a menudo, me irrito, perdiendo la paciencia. Además, no pudiendo prescindir de los servicios de la carpintería, donde gano el sustento para mi familia, y solo puedo dedicarme al sueño acariciado por mi alma en mi tiempo libre. Y así, en gran parte, me siento cansado y con sueño. Sin embargo - completaba tratando de parecer entusiasta -, tengo la intención de iniciar mi obra maestra pronto.

Algún tiempo después, volvieron a encontrarse y, al ser preguntado por el amigo que demostraba interés por el tema, el artesano argumentaba:

- Lamentablemente, todavía no he comenzado el trabajo porque las condiciones no me lo permiten. La familia exige mucho de mi atención y los hijos requieren mi cariño. Tú comprendes, aún son pequeños y dependientes. Sin embargo, cuando ellos crezcan un poco más, podré trabajar en paz.

Y así el tiempo fue pasando. Muchos años después, en una visita a la ciudad, el amigo fue a buscar al carpintero. Lo encontró viejo y enfermo.

Después de los saludos y el intercambio de noticias, felices con el reencuentro, el visitante preguntó, curioso:

- ¿Y entonces? Estoy ansioso de ver el trabajo que tanto deseabas hacer. ¡Estoy seguro que debe haber quedado magnífico!

Los ojos del artesano se apagaron y una tristeza infinita vibró en su voz ya temblorosa por la edad:

- ¡Ah, amigo mío! Lamentablemente, no llegué a iniciar el trabajo que representaba el sueño de toda mi vida. Las dificultades fueron muy grandes y la necesidad de proveer sustento a mi familia me absorbió. Ahora, me encuentro enfermo y sin fuerzas. Mi vista es débil, ya no veo más como antes y las manos, temblorosas, no me permiten trabajar más.

Apenado, el visitante amigo lo vio sacar un pañuelo y enjugarse una lágrima, lleno de arrepentimiento y amargura.

- Es tarde, amigo mío. Tuve todas las condiciones y no las supe aprovechar. Perdí la oportunidad que el Señor me concedió.
 

Intentando animarlo, el visitante consideró:

- ¿Quién sabe? No te desanimes. Tal vez aún sea posible.

El carpintero miró a su amigo, demostrando que comprendía toda la extensión de su inutilidad y de su ceguera, y respondió convencido:

- No ahora; ¡solo si fuera en otra existencia! 

TIA CÉLIA


                                                   
 



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