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Año 10 - N° 481 - 4 de Septiembre de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

 
Laboratorio de la caridad


“Ananías dirigía y presidía el acto. Sentándose a la mesa, cual patriarca en el seno de la familia, rogó las bendiciones de Jesús para la buena voluntad de todos. Enseguida, hizo la lectura de las enseñanzas de Jesús, salpicando algunas frases del Maestro divino en los pergaminos sueltos. Después de comentar la página leída, ilustrándola con la exposición de hechos significativos, de su conocimiento o de la experiencia personal, el viejo discípulo del Evangelio dejaba el lugar, recorría las colas de bancos y ponía las manos sobre los enfermos y necesitados”. (Pablo y Esteban, II Parte, Cap. I.)  

La simplicidad del culto cristiano primitivo es comprendida por Pablo en su más bella expresión. Nada de elementos de culto, nada de sacerdocio organizado, nada de ofrendas o sacrificios. Un simple y honorable discípulo de Jesús tomando la palabra para enseñar la buena nueva y consolar los afligidos, uniendo enseñanza y asistencia espiritual y material. Esa imagen jamás se apagaría en la mente del apóstol de los gentíos. Y se tornó fundamental en la transmisión del modelo de simplicidad de los esfuerzos de divulgación de la palabra a aquellos que sufren.

Las instituciones espíritas de educación y de asistencia social son laboratorios de caridad. No sólo por proporcionar auxilio a aquellos que necesitan, sino porque permiten la elaboración de vivencias particulares de la caridad que forman, juntas, la labor de la experiencia de servir. Así se realiza el casamiento del amaos con el instruíos.  

Emmanuel dijo, algunas veces, que debemos agradecer a los asistidos por permitir que nosotros practiquemos la caridad. De hecho, es Dios quien coloca en nuestro camino las oportunidades de servir.

Cuando alguien nos pide ayuda, él espera que lo asistamos y lo tratemos con indulgencia, respeto y cariño. ¡Quién sabe hasta gustaría de palabras de consuelo!

Si abriésemos nuestro corazón, mismo que no podamos ayudar materialmente, la nuestra sincera y amable palabra puede calmar un corazón que llora.

Es necesario que todos los envueltos en una actividad de asistencia – sea moral, educativa, material – estén siempre de acuerdo con un plan de servicio, incluyéndose formas de obtención de recursos mantenedores de la institución. La formulación de un estatuto y de un reglamento interno que garantice la estabilidad y la disciplina de la casa de servicio, dejando bien claro cuáles son las prioridades, los métodos y los fines a ser atingidos. 

Sean cuales sean los fines, comencemos pequeñitos, humildes, sencillos, de manera a colocar en nuestro trabajo, en lugar de destaque, la piedra angular: Jesús.

La humildad y la simplicidad son fundamentales para la planificación de metas, y para  atraer mensajeros de Dios para dirigir los trabajos y sustentarnos en la lucha. Sí, porque seremos asediados por nuestros adversarios, por los adversarios de los asistidos y por los enemigos de Jesús.

¡Cuántas veces fuimos reprobados por los que se quedan indignados con el auxilio que prestamos a sus enemigos encarnados!

¡Cuántas veces amenazados por los enemigos del bien!

Es necesario, sin embargo, no desfallecer, no nos cansemos de hacer el bien, mismo en las más ásperas tribulaciones. (2 Tesalonicenses 1: 4;3: 13).

Para el bien de la simplicidad, debemos libertar el ambiente de nuestro servicio al prójimo de todo adorno superfluo, de complejidad arquitectónica y de todo lujo, porque desnecesario (y también para no constreñir la pobreza del asistido, mismo que sea pobreza sólo moral).

Así como el salón de los trabajos de desobsesión debe ser simple, sin adornos ni aderezos, la institución espírita debe ser también sencilla, desprovista de adornos e imágenes de cualquier religión, y absolutamente funcional.



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita