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Año 10 - N° 480 - 28 de Agosto de 2016
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

 
El hombre y el mundo


“Les di tu palabra, y el mundo os odio porque no son del mundo, como también yo no soy del mundo. No estoy pidiendo que os saques del mundo, pero que os guardes del mal. Ellos no son del mundo, como yo también no soy del mundo. Consagraos en la verdad: tu palabra es verdad. Así  como tú me enviaste al mundo, también yo os envié al mundo. (San Juan 17:14 – 18.)

En el imaginario cristiano primitivo, el mundo representaba la corrupción, el territorio campeado por el pecado, el contrario al reino de los cielos. Pero Dios amó el mundo, como lo vio, en la creación, que era bueno, y envió la redención para ese mundo. Nuestro Padre amó de tal manera el mundo que envió a su hijo para salvar la humanidad.

La idea de salvación, común en discursos religiosos, es parte central en el Cristianismo. El propio Cristo fue bautizado de Salvador. (Jesús).

“Yo os escribí, en carta, que no os mezclasteis con gente inmoral. No me refería de manera general a los inmorales, avaros, ladrones o idolatras de este mundo, porque en este caso tendríais de salir del mundo.” (1Corintios 5:9-10.)  

La idea de que el aislamiento sería un beneficio para la fe, en lo cual se practicaría la mortificación de los instintos malos, es muy anterior al Cristianismo. Los misántropos vivían  solos o en pequeños grupos en regiones desérticas. La idea de eremita cristiano surgió entre los siglos III y IV d.C. No hacía parte del llamado Cristianismo primitivo.

San Pablo es considerado el gran teólogo del Cristianismo primitivo. Además del contenido, las cartas de San Pablo son importantes porque son los primeros registros escritos de doctrina cristiana que llegaron hasta hoy. El evangelio fuente para los  evangelios sinópticos se perdió. Parte de ellos tendrían supervivido en partes desiguales en el contenido de los evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas. El evangelio de San Mateo es resultado de una edición judío cristiano de ese texto fuente. Esa fuente serían los apuntes de Levi, a que se refiere Emmanuel.

San Pablo afirma que debemos vivir en el mundo, pero como si a él no perteneciéramos. Él dice que la propia Naturaleza espera ansiosa su redención. ¿Pero salvarse de qué? De las pasiones que corrompen nuestras vidas, que son la fuente de los errores y desastres morales. Salvarse del egoísmo y del orgullo. Es en ese sentido que, en el Espiritismo, se habla de salvación, sin todavía, el sentido mágico, como en el Catolicismo, donde la gracia promueve la salvación de los  electos. Según el Espiritismo, la salvación es un proceso evolutivo.

“Un sentimiento de piedad debe siempre animar el corazón de los que se reúnen bajo la mirada del Señor e imploran la asistencia de los Espíritus buenos. Purificad, pues, vuestros corazones; no dejéis que en él se aloje cualquier pensamiento mundano o fútil (…) Vivid como los hombres de vuestra época, como deben vivir los hombres. Sacrificad a las necesidades, mismo a las frivolidades del día, pero sacrificad con un sentimiento de pureza que pueda santificarlas.” (El  Evangelio según el Espiritismo, cap. 17, ítem 10.)  

Para vivir en el mundo es necesario disciplina. Hacer un balance del que es más  importante para nosotros, cuáles son nuestros objetivos y lo que debemos hacer hoy para alcanzar esos objetivos. Establecer prioridades. Si tenemos voluntad de luchar contra nuestras malas pasiones, es necesario conocernos, analizando nuestro comportamiento.

Cuando Emmanuel sugirió a Francisco Xavier las tres disciplinas, él estaba refiriéndose al trabajo mediúmnico, sectorizando el comportamiento de Chico de manera a dar el debido espacio para cada objetivo. Entonces Chico estableció metas, que jamás serían llevadas a cabo si él no estableciera el debido espacio para cada actividad. Una noche para cada tarea. Un día, trabajo público, otro día, psicografia de libros, otra noche aún, desobsesión, y así por delante: trabajo asistencial, estudio, visitas, lecturas de ocio, momento para oír músicas etcétera. Disciplinar, de manera que todo tenga  su tiempo, y cuidar con que todas las prioridades sean llevadas a efecto.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita