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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 10 - N° 478 - 14 de Agosto de 2016

Traducción
Carmen Morante - carmen.morante9512@gmail.com
 

 

El faro apagado

 

En una región muy remota, sobre lo alto de una roca, había un pequeño faro.

En ese tramo de la costa, el mar era muy peligroso porque había numerosas rocas que podrían llevar a las embarcaciones a desastres de no darse cuenta del peligro a tiempo.

Por esa razón se construyó el faro, para que los barcos pasaran seguros por el lugar.

Pero el pequeño faro vivía triste. Hallaba su vida muy monótona y sentía una gran envidia de las embarcaciones que pasaban a lo lejos, rumbo a lugares distantes, de las gaviotas que volaban libres por los aires y que podría

conocer tierras extrañas, y hasta de las estrellas que contemplaba cada noche brillando en el firmamento.

Pero él vivía allí, sin salir del lugar, día tras día, noche tras noche. Su única distracción era que todos los días, al anochecer, el guardián del faro, es decir, el hombre que cuidaba de él, venía a encender su luz y se quedaba allí, girando... girando... girando...

El hombre que cuidaba del faro vivía solo y era la única persona que existía en los alrededores.

Un día, el guardián del faro cayó enfermo en cama, ardiendo en fiebre y sin condiciones para levantarse y realizar sus tareas habituales.

Esa noche nadie encendió la luz del faro.

El faro se sorprendió por el suceso, pues nunca antes había ocurrido tal cosa, y se sorprendió aún más de la oscuridad que cubrió todo. Todo oscuro... oscuro...

Densas nubes cubrían el cielo anunciando una tempestad, y pronto un fuerte viento comenzó a soplar. En poco tiempo cayó la lluvia torrencial.

Sin poder ver nada, sólo escuchando el ruido de la lluvia que caía y el ruido de las olas del mar que hacían chuá… chuá…. chuá… el faro terminó durmiéndose.

Al día siguiente, con los primeros rayos del sol, pudo ver lo que había sucedido durante la noche.

Una canoa fue arrastrada por las olas del mar, golpeándose contra las rocas; un barco de pescadores acostumbrados al faro que les indicaba el camino, golpeó contra las rocas, hundiéndose. Y hasta un gran navío, que cubría su ruta hacia tierras lejanas, también se quedó atascado entre las rocas, sin posibilidades de salir.

Solo entonces, el pequeño faro, al ver la magnitud de la tragedia que había ocurrido por la falta de su luz, se dio cuenta de qué importante era su tarea.

Las personas fueron rescatadas a tiempo, y el guardián del faro fue trasladado a un hospital para recibir la atención médica necesaria.

En su lugar, sin embargo, se quedó un sustituto, otra persona responsable del faro, hasta que el guardián del faro estuviera sano y listo para volver a trabajar.

A partir de ese día, el faro nunca más lamentó su destino, cumpliendo su tarea con buena voluntad y amor.

Feliz, todas las noches se le podía ver girando... girando... girando...

¡Y que viera a lo lejos, podría notar que su luz se había vuelto más viva, más alegre y más brillante!

TIA CÉLIA

           
                                                   
 



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